domingo, 22 de julio de 2018



YOUNG EXPLORER IN MACHU PICCHU

No obstante la precaria economía y el riesgo de encontrarnos en el camino con los guerrilleros, los universitarios viajábamos al interior del país para conocer ciudades y restos arqueológicos. Éramos bohemios, románticos e intrépidos, caminantes todo terreno, curiosos interlocutores, ávidos de cultura y aventura.

En Lima, habían días que vivíamos rápido por costumbre, con un "miedo en letras minúsculas" aún en los momentos de tensa calma, con "sueños en letras góticas" y una "estrechez económica en letras mayúsculas": eran los turbulentos años 80. Por eso, salir de la ciudad era como escaparse para reflexionar y tener una mejor perspectiva de la realidad social, cultural, política y económica.

No hay explorador ni turista que retorne tal cual de Cusco. Machu Picchu, por ejemplo, impacta y abre la mente de la persona, haciendo que proyecte su imaginación y tome conciencia de las posibilidades de creación del ser humano. Los restos arqueológicos tienen consigo un valioso mensaje de grandeza y unidad, como lo refiere el siguiente canto:
  
UNIDAD *

A la orilla del cielo,
muros de piedra.
Firmes muros unidos
en pie de piedra.

Unas con otras, las piedras
se juntan, hacen
un muro, unidad,
razón de la fortaleza.

Apréndelo de memoria,
piedra con piedra.
Hombre del pueblo, mira
los muros.
No las nubes que pasan,
mira las piedras.
Las piedras siguen juntas.
Romualdo compuso el memorable poema inspirado
en los muros de Sacsayhuaman (Cusco).
Pasan los siglos. Quedan
en pie los muros. Pasan
las nubes. Siguen
las piedras juntas.

Hoy, tan solo mis palabras
se unen, como las piedras.
Poema: muro que canta
unidad: lección de piedra,
razón de fuerza y belleza.

Hombre del pueblo, escucha
estas palabras, mira
estos muros.
Aprende de las piedras.


[*] Poema de Alejandro Romualdo Valle Palomino (Trujillo, 1926 - Lima, 2008)
 


sábado, 21 de julio de 2018

LA FIGURA DEL SAPO Y EL NOMBRE «HUANCHAY»

El sapo, símbolo de la fertilidad. Cueva de Atojpampa (Huacrachuco - Huánuco).

El sapo, más precisamente la pista del sapo, siempre estuvo ahí, en Huanchay. Consideré este elemento casi al final de la investigación que me llevó a determinar el significado del término «Huanchay», en el año 2014. Pues bien, tal palabra quechua significa «el que llega de lo sagrado», «llega el agua sagrada» o «lugar donde nace el agua» [https://el-goico.blogspot.com/2014/]. Confirman ello que en ciertas partes de la andes centrales se llame «huanchay» al tramo inicial o naciente del río.

Sapo con manos humanas en Vichama
(fase final de la civilización Caral).
En el mundo andino el sapo es considerado el espíritu de la pachamama, simboliza la lluvia, la vida y la fertilidad. En el antiguo Perú —quizás desde la prehistoria, como podemos inferir de la pintura rupestre de la cueva de Atojpampa* (Huanchay, Huacrachuco, Marañón, Huánuco) y de diversos petroglifos— el sapo, el mono y la llama eran considerados animales sagrados; en la ciudadela de Vichama (Végueta, Huaura, Lima), que floreció hacia el año 1800 a. C. en  la fase final de la civilización Caral, se halló evidencia del culto al sapo; en las culturas preincas y en la cultura inca, la simbología del sapo se mantuvo, siendo considerado un elemento de la naturaleza tan importante como la serpiente, el cóndor y el puma o jaguar.

La Wancha está desapareciendo de los riachuelos de la puna.
Respecto a la figura del sapo de Atojpampa y su relación con «Huanchay», nombre de un poblado huacrachuquino de puna, es necesario añadir que hay una especie de rana comúnmente llamada Wancha (Batrachophrynus Brachydactylus),  batracio que habita en los riachuelos de los Andes centrales del Perú, entre los 3,800 y 6,000 m s.n.m., y que lamentablemente está en franco peligro de extinción.




(*) Foto de la pintura rupestre de Atojpampa, tomada del facebook de Nanpureg Aucaruna HR

viernes, 13 de julio de 2018


 AVISO DE SERVICIO EXTRATERRESTRE * 
(Cuento cercano del tercer tipo)

Un líder marciano envía nota a miles de infiltrados en la Tierra para la inminente retirada. «Muchas de las costumbres humanas son contaminantes y muy peligrosas, por ello es mejor volver a casa. Los nativos terrícolas tienen gran capacidad creadora y un elevado sentido del amor y de la belleza, pero también una notable capacidad para fomentar la violencia, la ambición, la envidia, la injusticia y la autodestrucción de sí mismos. El hombre no sabe cuál es el límite; no puede controlarse», afirma decepcionado.

Agentes del servicio secreto de prensa galáctica que captaron imágenes del momento en que el jefe marciano escribía la carta número 340, le preguntaron si algo de bueno había hallado en la Tierra y respondió con repentina alegría: «Las artes, los idiolectos y la caligrafía humana».

Volviendo a su estado de tristeza continuó llenando las hojas, pensando en todo lo que sus hermanos marcianos dejaban en este mundo y sobre todo en los esfuerzos infructuosos realizados para orientar a los humanos hacia la convivencia pacífica y el respeto a la madre tierra. De pronto, al notar el morbo en las invasivas  preguntas de los periodistas que llegaron a última hora, hizo una marcianada, al modo aprendido de los terrícolas: se puso a cantar. Al instante, la voz marciana viajó a la velocidad de la luz y deleitó a millones de extraterrestres en diferentes galaxias:

«Los marcianos se retiran ya / y se retiran bailando ricachá,/ ricachá, ricachá, ricachá. / Así llaman en Marte al chachachá. / Al platillo volador / todos subirán bailando. / Y uno gozando y rascando / un güiro televisor (...) / Las marcianas muy bonitas / en trajes de mamboleta / girarán en mil piruetas / al ritmo del ricachá ...»



© All rights reserved, 2018.


(*) Cuento que trata de la contradictoria condición humana, puesta al descubierto a través de un suceso noticioso cargado de fantasía, crítica reflexiva e ironía.

domingo, 15 de abril de 2018

 
RIO  HUANCHAY
 
Uno de los principales tributarios del río Huacrachuco (Marañón, Huánuco) es el río Huanchay, que baja majestuoso desde la puna hasta el temple. Es un espectáculo visual ver su sinuoso recorrido y, sin duda, es más emocionante cumplir el rito de levantar con las manos un poquito de sus cristalinas aguas, antes de pescar las ricas truchas para la merienda.
 
El río Huanchay nace con el nombre de río Gallán, en la laguna Shuytococha (shuyto, ovalado), a 3950 m s. n. m. El Gallán confluye con el río Chucllas (chuclla, choza), que tiene su origen en la laguna Pedernal; valgan verdades, es a partir de esta unión donde se comienza a denominar propiamente Huanchay al río.

En su largo recorrido el río Huanchay va recibiendo las aguas de varias cochas milenarias, situadas al este de Huacrachuco, algunas por encima de los 4000 m s. n. m., como por ejemplo la laguna Yanapumay (puma negro), desde donde baja el río del mismo nombre y confluye con el río principal a la altura de la capital del Centro Poblado de Huanchay.
 
Con su caudal en incremento, el río continúa atravesando el territorio huanchaysino, recibe las aguas del riachuelo Palo Blanco, en el anexo llamado Ciénaga, luego las del riachuelo Chinchos y del río Lampa, en el punto de confluencia conocido como Puente Viva; sigue por la curva de Las Corneadas, más abajo recibe el tributo del río Paracay y desemboca finalmente en el río Huacrachuco [1], frente al fundo Cajabamba. 
 
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[1] El río Huacrachuco nace en la laguna Ucucocha y desemboca en el río Marañón.
Fuentes: Néfer Peña Medina y Merarí Salazar Campos.

domingo, 25 de marzo de 2018


 
ACOGIDA DEL ESPÍRITU *
   
A la medianoche bajan los viajeros
al sitio donde quedó su cuerpo
el día del adiós.
En medio de lamentos, llantos y oraciones
que llegaron, se multiplicaron
y nunca se fueron,
un olor a polvo muerto los atrae.
Es el aroma del nuevo residente,
cuyo cuerpo yace acomodado
en el seno de la tierra
y cuya alma arrepentida espera el abrazo
de cientos de siluetas blancas
delante del altar de piedras y de la cruz de luz.

Es la bienvenida de las ánimas
a la dueña de la lápida reciente.
Hay reclamos y castigo en el camposanto,
antes de aprobar a la compañera de viaje.
La música triste se ausenta y llega la fiesta.
Es un pedacito de cielo la fría loma,
cuando sucumben los pecados
y titilan las vidas en procesión.

Minutos de coro angelical
y sonidos de trompetas celestiales
anuncian la feliz partida
de todos los espíritus hacia el más allá.
Se recogen en dirección a la otra vida
pero volverán pronto por el próximo viajero
y sin falta para el cónclave de noviembre.



© All rights reserved, 2018.


[*] El poema recoge parte de la creencia popular respecto a lo que ocurre por la noche en el cementerio, a pocas horas del entierro.

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CAMPOSANTO MANGOCHUCO

El cementerio de Gochachilca (Huacrachuco, Marañón, Huánuco) fue creado a mediados del siglo XX en la loma de Mangochuco. Antes de esto los muertos de Gochachilca, al igual que los de Shagapay, eran enterrados en el cementerio de Huacrachuco, pero por el crecimiento demográfico y la falta de espacio las autoridades recomendaron tener su propio camposanto.

Se cuenta que otrora habían tres montículos de piedras a manera de altares, pero finalmente quedó solo uno, y fue en este que se colocó una cruz de madera para denotar el lugar como panteón. Los primeros difuntos fueron enterrados cerca de la pirca sagrada, plantándose una piedra larga en el sector de la cabecera para identificar el lugar de la tumba; después se tomó por costumbre colocar cruces de madera y finalmente hoy en día se ven tumbas con acabados de concreto, rejas protectoras y cruz de metal.
 
 
EL HOMBRE DEL MAZO

 En un solar cualquiera, de pronto comienza a surgir una casa andina. Muros de tierra compacta crecen en vertical, formando uno o varios cuartos. Un cajón avanza en línea recta, forma a su tiempo los ángulos de noventa grados y no se detiene hasta formar el balcón o segundo piso. Y hay un constructor que hace posible todo esto: el hombre del mazo o maceador, como se quiera llamarlo.
 
El maceador es un albañil que levanta casas con tierra humedecida, un cajón o molde formado con dos tablas en paralelo y un gran mazo de madera que se convierte en la extensión de sus brazos. Bien fajado, este constructor llena por cuartas el cajón, apisona y macea la tierra amasada con la potencia descomunal que resulta de unir la fuerza de sus músculos con la fuerza de la gravedad. Hilada tras hilada, el mazo se eleva hacia el cielo y cae pesadamente, decenas de veces; y el vigoroso hombre andino se ve más alto cada día, con el mazo arriba.

Pasa el tiempo y las casas de tapial se ven por doquier en las áreas rurales del Perú profundo. En la provincia Marañón, Huánuco, los tapialeros son contratados para levantar viviendas de todo tamaño y muros delimitadores de huertas o chacras.


 
CAJÓN O MOLDE DE ENCOFRADO
 
El molde para la construcción del tapial consta de dos tablas de 2 metros de largo por 45 centímetros de ancho; dos palos cargadores de aproximadamente 80 centímetros, con agujeros hechos a medida en ambos  lados, de acuerdo al ancho del muro y al espesor de las tablas; un tablero de 40 por 45 centímetros, que forma la esquina recta y a la vez determina el ancho de la hilada; un palito de 40 centímetros para la parte delantera del molde; y cuatro palos sujetadores que se fijan en los agujeros de los cargadores y se ajustan fuertemente con cuerdas. La tierra humedecida es compactada con el mazo en cuatro niveles, tras lo cual el molde es desarmado y vuelto a armar para continuar la obra.

 
 
DATO HISTÓRICO
 
La técnica del tapial es una herencia ancestral mundial, cuyo antecedente más antiguo es la técnica de la tierra pisada empleada en China hace 2000 años. En lo que respecta al Perú, el antecedente más antiguo es la técnica del adobón de la Cultura Wari (600 d.C. hasta 1000 d.C.), luego vendría lo más osado y sorprendente en Chan Chan, capital del reino Chimú (La Libertad, siglos XI y XV d. C.); después, surgiría el tapial liviano, con el aporte del encofrado que trajeron los españoles.
 
 


miércoles, 14 de febrero de 2018


ESPACIO - TIEMPO

Afuera llueve, estoy detenido.
Miles de velos cristalinos cubren
el rostro de la naturaleza.
Muy lejos en el tiempo, ante otra lluvia,
un hombre menos moderno
y su compañera de caverna
reinventan el fuego,
para asar la pierna del animal cazado.
Más cerca en la Historia
una tribu entera se arrodilla
y su sacerdote levanta las palmas al primer cielo.
 
Afuera está el mundo ajeno
atravesado por las extremidades de fuego
del poder, la codicia y la violencia.
Las flechas de la estadística hieren,
el país escucha el manifiesto de los números.
Millones de hombres entregan su fuerza, se cansan,
caen cual pedazos de roble tras el corte asesino.
A caldo y papa, a pan y frijoles,
a escasos miligramos de fósforo y potasio,
a bocanadas de oxígeno y humor, se recuperan.
Se levantan cada día,
antes del abrazo del Sol a la Tierra,
Los miran de reojo los desadaptados sociales.
Pasan sobre ellos los binoculares
de los que no sudan, de los impertérritos;
con qué placer echan al aire las ganancias,
consumando el acto injusto, el sufrimiento o la muerte.
Explotan voces, arden las orejas,
los medios fabrican escudos de entretenimiento.
Siguen los billetes y monedas atrayéndose entre sí.
 
En el tiempo en que no había ciudad ni rascacielos,
cuando no había pactos secretos,
el hombre gozaba de libertad para ponerse de cabeza,
tirarse de panza donde sea,
dormirse en un árbol si quisiera.
Era un creador nato que nada debía a otro homo sapiens,
un miembro de manada que compartía su caza,
pero también un rudo defensor de su vida.
El progreso estaba en manos de buenos salvajes.
Quién sabe cómo, quién sabe cuándo,
se hicieron líderes las bestias malas
y le brotaron alas a la ambición y la perversidad.
 
La fe conjunta es energía pura.
Recorre cíclicamente los tres mundos Inca,
hermana a los terrícolas afines y de polos opuestos.
No hay montaña, frontera ni río impasable
cuando se juntan humanos grávidos de esperanza.
Es bueno fijar el norte de nuestro ser
y saber por dónde sale el Sol, para orientarnos al bien.
La fe es una raíz en tierra que mantiene la vida;
muchos solo le salpican agua en el templo.
Creyentes discuten con otros creyentes,
sobre ellos gravita la culpa de construir
altos muros delante de la fe, por todas partes.
No todos tienen derecho a llamarse seres humanos.
La ambulancia corre por la ruta de la incertidumbre,
su sirena grita a los sanos que se aparten,
mientras rezan los familiares del moribundo.
La fe es un camino libre que llega al cielo imaginado,
donde la felicidad es un estado normal en todos.
 
Creo sin ver, como casi todos lo hacen,
que hay otros animales racionales
en algún plano de existencia de la Vía Láctea.
Constituyen un acto racial de fe
los mensajes arrojados en las Voyager 1 y 2
al mar del universo, a los espirales de la galaxia,
sin calcular el apetito de los agujeros negros.
Se espera respuesta de una civilización desconocida.
Se prolonga más años luz el camino de la esperanza.
 
Afuera llueve, estoy detenido.
Mi equilibrio emocional está en minoría de edad.
¿Estamos perdidos en el tiempo y en el espacio?
No, no lo estamos, solo nos equivocamos al actuar.
No basta creer en un posible mejor mundo.
El humano necesita tirar al barranco sus frustraciones,
dar bramidos de libertad, igualdad y paz,
en cada siglo venidero;
domar, transformar a las bestias malas
y poner la pirámide exactamente al revés.
Y si todo es en vano y se produce la hecatombe,
silbará triste el viento y una gota de agua caerá del cielo
como única señal de esperanza:
la convivencia pacífica de los pocos sobrevivientes.
 
 
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