lunes, 5 de enero de 2015

MARINERA NORTEÑA

Danza de cortejo y conquista

El cortejo cercano en pleno baile
La mirada los delata. Se gustan y en la fantasía están enamorados. Ella, de cautivadora belleza, grácil y acicalada, se contonea y retoza coquetamente con los pies desnudos, encendiendo la llama del romance. Y él, poseedor de un carisma cuasi magnético, galante, de buen porte, matemáticamente atrevido, conquistador de una sola dama, la sigue con su baile que es a la vez de acoso y seducción. El ‘chalán’ y la ‘campesina’ se atraen; ambos se muestran felices en ese juego de picardía y sensualidad, en esa danza de la conquista mutua que es la marinera norteña.

A diferencia de las variantes limeña, más señorial, y de la serrana, más lenta, la marinera norteña es dinámica, muy alegre y libre. Es el baile representativo de toda la costa norte del Perú, teniendo su base principal en la ciudad de Trujillo, donde todos los años, desde 1960, en la segunda semana del mes de enero se realiza el Concurso Nacional de Marinera. Hay mucho esfuerzo y preparación detrás de este certamen, ello se nota en la organización a cargo del Club Libertad de Trujillo, en el elegante vestuario que lucen las parejas concursantes y, sobre todo, en el estilo y refinado talento que despliegan en la pista de baile del tradicional Coliseo Gran Chimú.
 
ORIGEN DE LA MARINERA
 
Este baile que causa asombro por sus sugerentes pasos y refinado estilo tiene raíces africanas y españolas. Como «ritmo de contrapunto», la marinera guarda similitud con el antiquísimo fandango español, danza típica de Andalucía en el siglo XVIII.


Marinera, según Pancho Fierro.
Acuarela, siglo XIX.
Cuando el fandango llega al Caribe pasa a ser el baile tradicional de los zambos y negros, quienes lo enriquecen con sus movimientos sensuales y/o eróticos, propios de África. Poco a poco la danza andaluza fue expandiéndose por toda Sudamérica y recibiendo nuevos nombres. Fuentes documentales refieren que a principios del siglo XIX existía en el Perú una danza conocida como zambacueca o zamacueca, la misma que más tarde se conocería indiferentemente como mozamala, tondero, resbalosa, zajuriana y chilena.

Aquel ritmo de negros, zambos y mulatos de Perú y Chile --donde se conocía como cueca o zamacueca--, fue haciéndose popular entre los criollos hasta convertirse en la danza nacional peruana. El historiador Juan José vega cuenta que al principio las mujeres de alta sociedad la bailaban a escondidas, porque era criticada por su sensualidad.

Abelardo Gamarra, "El Tunante"

El nombre de ‘chilena’ se había popularizado tanto en el Perú que al estallar la Guerra del Pacífico (1879) se generó una corriente de opinión para designar el baile de otro modo. Fue el escritor liberteño Abelardo Gamarra Rondó, «El Tunante», quien propuso el nuevo nombre de ‘marinera’, porque en aquella época el mundo estaba asombrado por las proezas de nuestra Marina de Guerra y del monitor Huáscar.

Así sucumbió la ‘chilena’ y nació la ‘marinera’, que representa el acosamiento típico de los bailes andaluces, donde el varón va en pos de la mujer hasta conseguir seducirla, rendirla, casi besarla, conquistarla.

La marinera norteña ha evolucionado bastante. Se han definido y perfeccionado los pasos (zapateo, acompañamiento, media luna de rodilla, escapada), los estilos de baile, la música y la letra (dos estrofas más un remate).

Al principio los movimientos son lentos, los bailarines hacen pasos a tres tiempos, marchando en círculo o desplazándose de costado. Él la busca, ella parece esquivarlo. Giran formando la figura de un ocho, logrando los dos primeros contactos a manera de sincero acercamiento; luego realizan  el vigoroso contrapunto, marcado por las vueltas, contravueltas, aproximaciones y alejamientos, hasta llegar a los sensuales acompañamientos (cortejo cercano). Él zapatea con la punta y el talón, ella hace lo propio cogiéndose la pollera y moviendo las caderas. Al final, la bella dama toma una postura de rendición y entrega, en tácita aceptación de los requerimientos del varón, quien a la vez termina con una rodilla en el piso y en actitud reverente hacia ella.

Una de las marineras más conocidas es la creada por Luis Abelardo Takahashi Núñez, titulada «Sacachispas». Desde el comienzo la letra entusiasma al público: «La jarana va a empezar / al golpe de un buen cajón / salgan todos a bailar / y ajústense el pantalón...» Y el remate tiene un estribillo de ritmo cadencioso, dinámico y alegre:

¡Saca cholo chispas del suelo, sí!
agitando el pañuelo, no
saca cholo chispas del suelo, sí
agitando el pañuelo, no.

Marinera de mi tierra
que se baila hasta en el cielo...

La marinera en general tiene una gracia singular, un encanto mágico que alimenta el alma. Alegra, une y seduce por donde sus cultores la llevan. Y es peruanísima, señores.