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lunes, 8 de octubre de 2018


Tarde de sol en Ushuraj (Huacrachuco, Marañón, Huánuco). Cuentan que cuando es hora de encanto
el día se nubla y el oleaje de esta laguna aumenta, impidiendo el paso de los viajeros.

USHURAJ: LAGUNA DEL ENCANTO

Esta hermosa laguna se halla muy cerca de la cima del monte Ushuraj (4224 m s. n. m.), en la provincia huanuqueña de Marañón. Para llegar a ella se hace un corto viaje en auto, camioneta o moto desde la ciudad de Huacrachuco, capital provincial, hasta el pueblo de Shagapay (San Cristóbal), y de allí se sigue tres horas aproximadamente por el camino de herradura que va a Huachumay. Se puede tomar caballos en alquiler o ir a pie, de cuerdo al físico y a la disposición; y es muy importante contar con un guía.

Belleza, misterio y fama se entrelazan vivamente en Ushuraj, la laguna del encanto. Abundan los testimonios de las diversas formas de encantamiento con que, a veces, amenaza a los viajeros esta fuente natural de aguas cristalinas. La hora del encanto se presenta de un momento a otro: aparecen nubes oscuras, comienza a lloviznar y el oleaje de la laguna aumenta formidablemente, impidiendo el avance de los pasajeros; si alguno tiene la osadía de dar siquiera un paso adelante por el camino, termina encantado en el hermoso pueblo que muchos han visto a través del espejo de agua, o perdido, muy lejos del lugar.

Y es que, a la hora de la sorpresa, todo pierde sentido y proporción; surgen imágenes que impactan los sentidos y las debilidades humanas son puestas a prueba; en la mayoría de casos el miedo impone su ley y la gente o los animalitos (ovejas, reses, perros, caballos, etc.) logran ponerse a buen recaudo, pero en algunos no. Según cuentan, todos los seres que se encantan aparecen luego como figuras grabadas en las lajas cercanas. Es un misterio inexplicable.

Los pastores y las camayas de Shagapay y Gochachilca han aprendido a convivir con el fenómeno sobrenatural. Cuando todo se nubla alrededor de la laguna, aunque les ofrezcan deliciosas frutas o inviten a pasar a verdaderos palacios, así vean las cosas más hermosas que jamás hayan visto, no se dejan tentar; encienden un fósforo y todo se despeja.

La zona de Ushuraj cuenta con una serie de atractivos más: bellos paisajes de puna, el conjunto rocoso llamado Chucurrumi (sombrero de piedra), diversos dibujos en las lajas como el «cabrito tomando agua» o el «toro huaracuy», Ayamachay (cueva del difunto), la «pelea de verracos»", el «trapiche encantado» y  la imponente formación pétrea llamada  Kunkash, considerada por algunos como el centinela, protector o guardián de Huacrachuco y  por otros como la Doncella Kunkash o la Doncella «Meona» (educador y escritor Merarí Salazar Campos). Allá arriba, en los peñascos cercanos a Kunkash se aprecian las figuras del gallo, el cantarito y la vaca, asimismo se distingue la puerta de la iglesia y el cuerpo entero de un hombrecito de piedra (encantado); y mirando al frente se ve Urwa Rumi, la maravilla natural de la provincia Marañón, que por su ubicación y colosal tamaño lo ven también desde varias provincias vecinas de Ancash.

Es recomendable llevar fósforos para evitar el encantamiento amenazador de la laguna Ushuraj y, por supuesto, hacer el «pagapuy» (pago al apu, con coca, cigarro y copita de licor) antes de subir a Kunkash, para tener un ascenso tranquilo y un feliz retorno.
  
Los pastizales de la puna son el paraíso para el ganado.

Rumbo a Ushuraj, es un placer pasar delante de Kunkash,  majestuosa estructura
 de piedra, en las alturas de Shagapay (Huacrachuco, Marañón, Huánuco). 

Desde lejos, el conjunto rocoso conocido como Chucu Rumi se ve como
una persona con sombrero que va cabalgando tranquilamente.

Caballero descansando y jinete de piedra en marcha.

A unos metros de la laguna Ushuraj, el "toro huaracuy" (ser mitológico
que permanece vivo dentro de las rocas o bajo el suelo).

El camino a Huachumay pasa bordeando la laguna del encanto.

De esta laguna baja el riachuelo Ushuraj, que en verano apenas es un chorrito,
pero en invierno trae harta agua que pasa a incrementar considerablemente
el caudal del Saltana, río muy temido por los desastres que ha causado.

El sereno descanso de la laguna en su sitio.

El hombre en armonía con Ushuraj.

Al frente de Kunkash se halla Urwa Rumi.

Urwa Rumi: Un coloso de piedra que está erguido apuntando al cielo. Etimológicamente significa
«piedra estéril». Muchos creen que se trata de un varón con el abdomen prominente, lo consideran
el guardián de Huacrachuco, y hay quienes sostienen que sería una mujer embarazada que está
 allí encantada; en ambos casos, un ser legendario. Según el investigador Merarí Salazar, es el
valiente y poderoso gigante de Huacrachuco (Marañón, Huánuco) que quedó petrificado tras
ganar la carrera hacia la cima a su rival de Huancaspata (Pataz, La Libertad).

Kunkash: Imponente estructura pétrea que muestra el cuello y la cabeza de un ser mítico. Para unos
es el centinela, protector o guardián de Huacrachuco y para otros, como el profesor
e investigador Merarí Salazar, Campos es la  Doncella Kunkash.


** Mi especial agradecimiento a mi tío Clemente López Caldas y a mi tía Sulpicia Félix, quienes viven en Shagapay, por haber hecho posible que este turista de aventura conozca la laguna Ushuraj, Kunkash y toda la belleza natural que hay allá arriba, casi junto al cielo.


KUNKASH: UNA MARAVILLA DE PIEDRA

En la punta del cerro Kunkash, cerquita de las nubes y del cielo azul, luce imponente una misteriosa estructura pétrea que se parece a una cabeza humana vendada. Unos creen que es un camayo con pasamontañas que se halla encantado; lo consideran el guardián o protector de Huacrachuco, porque desde su posición estratégica da la impresión de estar vigilando y manteniendo el control del territorio huacrachuquino. Otros, como el profesor y literato marañonense Merarí Salazar Campos, estiman que se trata de una mujer encantada: la Doncella Kunkash o la Doncella «Meona», la dama más hermosa del mundo, cuyo rostro permanece oculto para que nadie se fije en ella.

Puede verse su lejano perfil desde el barrio de Santo Domingo (Huacrachuco, Marañón, Huánuco), pero es allá arriba, a más de cuatro mil metros de altura, donde se apreciará su soberbia presencia de piedra y estimulante belleza natural. Está a poco más de tres horas de camino desde el poblado de Shagapay (San Cristóbal) y a treinta minutos aproximadamante de la laguna Ushuraj.

Etimológicamente, «Kunkash» viene de la palabra quechua «kunka», cuello. En algunas partes del Perú «kunka» y «kunkash» se utilizan para designar al cuello. Un antiguo registro [1] señala: «Cuncash (cunca=cuello; casha=espina) cuello que termina en punta, en forma de espina». En un diccionario que recoge palabras quechua del centro [2], aparece: «Cuellilargo». Según Merarí Salazar, «Cuncash» quiere decir «puro cuello o cuello visible» [3].

El ascenso hacia Kunkash es una aventura fascinante. Pero antes de subir a la cumbre, hay que hacer el «pagapuy» (pago al apu, con coca, cal, cigarro y copita de licor), para estar en armonía con el cerro. Cuesta llegar arriba, pero vale la pena. Sólo hay que tener cuidado de seguir el camino correcto, aquel que va rodeando Kunkash por atrás; es difícil y peligroso el acceso por la parte delantera, porque los caminos suelen terminar al borde del abismo y no habrá más remedio que retroceder, demorando con ello la exploración y el victorioso retorno. Es recomendable por ello contar con un buen guía.

No está demás advertir del sitio llamado Hatun Potrero, sector misterioso de Kunkash donde se pierden los caminos; dicen que es lugar de encanto o desencanto, debe ser cierto, porque algún pastor de Shagapay apareció perdido por allí, con todo su rebaño de ovejas, después de ser alcanzado por las nubes oscuras que cubrieron la laguna Ushuraj.

Se pueden lograr estupendas fotografías y filmaciones. La vista panorámica y el paisaje de puna son formidables; a la altura de Kunkash, al frente, está el colosal cuerpo de piedra de Urwa Rumi; y en los peñascos cercanos pueden verse las figuras del gallo, del cantarito y de las reses, la puerta de la iglesia y el hombrecito encantado (petrificado). Sin arriesgar la integridad física, es posible conseguir la mejor ubicación para tomas espectaculares.

LA «DONCELLA CUNCASH»

Para el investigador y escritor Merarí Salazar Campos, la impresionante estructura pétrea muestra el cuello y la cabeza vendada de una «mujer encantada», cuyo rostro permanece cubierto con un velo oscuro para que nadie vea su deslumbrante belleza, no vaya ser que alguno se haga ilusiones; ella tiene novio, el más apuesto y fuerte de la región, el varón de sus sueños y el único dueño de su corazón. La «Doncella Cuncash» -- así la llama-- está muy enamorada del valiente y poderoso Urwa Rumi, un coloso de piedra que está erguido en un cerro vecino, tan cerca y tan lejos a la vez de ella.

«Es tanta su hermosura, que su novio ciego de celos le mandó vendar su cabeza y su cara para que nadie se fije en ella, luego le puso en el cerro que hoy lleva su nombre (...) Cuentan que la Doncella Cuncash, sale una vez al año de su encanto y se va a bañar en las límpidas aguas de una laguna llamada Ushuraj en plena luna llena. Es la única que puede bañarse, porque esta laguna no deja tocar sus aguas a nadie más; todos le temen, porque dicen que es una laguna ‘chúcara’, en cuanto se acercan se embravece agitando sus aguas, levantando inmensas olas» (Urwarumy: Leyenda peruana, pp. 61-62).

Según la leyenda investigada, reconstruida y recreada por Merarí Salazar en un texto de  quince capítulos --Urwarumy: Leyenda peruana, 2004--,  la  Doncella Cuncash es la dama más bella de Marañón y del mundo entero. Está enamoradísima de su novio, pero no siempre es dulce y comprensiva; también es celosa. Un personaje llamado Tallicuna, malévolo, muy ambicioso, chismoso e intrigante, le ha hecho creer que Urwa Rumi no la quiere y que está realmente enamorado de la Doncella Piedra Redonda, de Huancaspata; a raíz de tales patrañas, movida por los celos siempre le hace reclamos a su prometido y como éste no le hace caso se enfada, poniéndose furiosa especialmente en época de invierno cuando, dicen, «se mea de cólera». Se la relaciona con los aluviones que han causado muerte y destrucción en Huacrachuco y otros pueblos. Por tal razón -- refiere Merarí Salazar en su relato-- también la llaman la Doncella «Meona».

Siempre habrá un manto de misterio sobre todo lo que ocurrió, ocurre y ocurrirá en las alturas de Shagapay, en los predios de las lagunas y de los seres encantados. Conozcan Kunkash y Ushuraj. A mí me fascinó todo lo que vi y experimenté; allá arriba uno se siente en medio de un imperio de belleza natural, echa fuera de sí las preocupaciones mundanas y se llena de energía positiva.


[1] Boletín de la Sociedad Geográfica de Lima, volumen 61, 1944, p. 52.
[2] Diccionario quechua, Junín-Huanca, Ministerio de Educación, Instituto de Estudios Peruanos, 1976, p. 187.
[3] Urwarumy: Leyenda peruana, Merarí Salazar Campos, 2004, p. 61.


Cuesta llegar arriba, pero vale la pena. Sólo hay que tener cuidado de seguir el camino correcto,
aquel que va rodeando Kunkash por atrás; es difícil y peligroso el acceso por la parte
delantera, porque los caminos suelen terminar al borde del abismo.



Hatun Potrero, sector misterioso de Kunkash donde se pierden los caminos. Dicen que es lugar de
encanto o desencanto, debe ser cierto, porque algún pastor de Shagapay (San Cristóbal)
apareció perdido por allí después de ser alcanzado por las nubes oscuras que cubrieron la
laguna Ushuraj. En las peñas se aprecia la figura del gallo, del cantarito y de la vaca,
la puerta de la iglesia y el hombrecito de piedra. 

Un hombrecito encantado (petrificado) se halla como escondido entre las rocas.

Perennizado en la punta del cerro Kunkash y mirando a través del velo del misterio, luce imponente el guardián de
Huacrachuco — o la Doncella Kunkash—. Puede verse su lejano perfil desde el barrio de Santo Domingo
(Huacrachuco), pero es allá arriba donde se apreciará su soberbia presencia de piedra.


domingo, 25 de marzo de 2018


 
ACOGIDA DEL ESPÍRITU *
   
A la medianoche bajan los viajeros
al sitio donde quedó su cuerpo
el día del adiós.
En medio de lamentos, llantos y oraciones
que llegaron, se multiplicaron
y nunca se fueron,
un olor a polvo muerto los atrae.
Es el aroma del nuevo residente,
cuyo cuerpo yace acomodado
en el seno de la tierra
y cuya alma arrepentida espera el abrazo
de cientos de siluetas blancas
delante del altar de piedras y de la cruz de luz.

Es la bienvenida de las ánimas
a la dueña de la lápida reciente.
Hay reclamos y castigo en el camposanto,
antes de aprobar a la compañera de viaje.
La música triste se ausenta y llega la fiesta.
Es un pedacito de cielo la fría loma,
cuando sucumben los pecados
y titilan las vidas en procesión.

Minutos de coro angelical
y sonidos de trompetas celestiales
anuncian la feliz partida
de todos los espíritus hacia el más allá.
Se recogen en dirección a la otra vida
pero volverán pronto por el próximo viajero
y sin falta para el cónclave de noviembre.



© All rights reserved, 2018.


[*] El poema recoge parte de la creencia popular respecto a lo que ocurre por la noche en el cementerio, a pocas horas del entierro.

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CAMPOSANTO MANGOCHUCO

El cementerio de Gochachilca (Huacrachuco, Marañón, Huánuco) fue creado a mediados del siglo XX en la loma de Mangochuco. Antes de esto los muertos de Gochachilca, al igual que los de Shagapay, eran enterrados en el cementerio de Huacrachuco, pero por el crecimiento demográfico y la falta de espacio las autoridades recomendaron tener su propio camposanto.

Se cuenta que otrora habían tres montículos de piedras a manera de altares, pero finalmente quedó solo uno, y fue en este que se colocó una cruz de madera para denotar el lugar como panteón. Los primeros difuntos fueron enterrados cerca de la pirca sagrada, plantándose una piedra larga en el sector de la cabecera para identificar el lugar de la tumba; después se tomó por costumbre colocar cruces de madera y finalmente hoy en día se ven tumbas con acabados de concreto, rejas protectoras y cruz de metal.
 
 
EL HOMBRE DEL MAZO

 En un solar cualquiera, de pronto comienza a surgir una casa andina. Muros de tierra compacta crecen en vertical, formando uno o varios cuartos. Un cajón avanza en línea recta, forma a su tiempo los ángulos de noventa grados y no se detiene hasta formar el balcón o segundo piso. Y hay un constructor que hace posible todo esto: el hombre del mazo o maceador, como se quiera llamarlo.
 
El maceador es un albañil que levanta casas con tierra humedecida, un cajón o molde formado con dos tablas en paralelo y un gran mazo de madera que se convierte en la extensión de sus brazos. Bien fajado, este constructor llena por cuartas el cajón, apisona y macea la tierra amasada con la potencia descomunal que resulta de unir la fuerza de sus músculos con la fuerza de la gravedad. Hilada tras hilada, el mazo se eleva hacia el cielo y cae pesadamente, decenas de veces; y el vigoroso hombre andino se ve más alto cada día, con el mazo arriba.

Pasa el tiempo y las casas de tapial se ven por doquier en las áreas rurales del Perú profundo. En la provincia Marañón, Huánuco, los tapialeros son contratados para levantar viviendas de todo tamaño y muros delimitadores de huertas o chacras.


 
CAJÓN O MOLDE DE ENCOFRADO
 
El molde para la construcción del tapial consta de dos tablas de 2 metros de largo por 45 centímetros de ancho; dos palos cargadores de aproximadamente 80 centímetros, con agujeros hechos a medida en ambos  lados, de acuerdo al ancho del muro y al espesor de las tablas; un tablero de 40 por 45 centímetros, que forma la esquina recta y a la vez determina el ancho de la hilada; un palito de 40 centímetros para la parte delantera del molde; y cuatro palos sujetadores que se fijan en los agujeros de los cargadores y se ajustan fuertemente con cuerdas. La tierra humedecida es compactada con el mazo en cuatro niveles, tras lo cual el molde es desarmado y vuelto a armar para continuar la obra.

 
 
DATO HISTÓRICO
 
La técnica del tapial es una herencia ancestral mundial, cuyo antecedente más antiguo es la técnica de la tierra pisada empleada en China hace 2000 años. En lo que respecta al Perú, el antecedente más antiguo es la técnica del adobón de la Cultura Wari (600 d.C. hasta 1000 d.C.), luego vendría lo más osado y sorprendente en Chan Chan, capital del reino Chimú (La Libertad, siglos XI y XV d. C.); después, surgiría el tapial liviano, con el aporte del encofrado que trajeron los españoles.
 
 


viernes, 8 de diciembre de 2017

Atractivo turístico de Gochachilca

GALLO RUMI: EL ENCANTO DE UN PEDREGAL
Es un lugar turístico ubicado en el paraje conocido como Ponto, en la parte alta de Gochachilca (Huacrachuco, Marañón, Huánuco). Se dice que allí, en lo que ahora es un pedregal, hace mucho tiempo existió un pueblo llamado Ponto, donde vivían hacendados muy ricos pero nada bondadosos con la gente humilde. Según cuenta la leyenda, Dios bajó a ese pueblo convertido en un anciano andrajoso [1] que suplicaba le dieran algún alimento, pero fue despreciado por su apariencia, insultado y echado de todos lados hasta con perros; sintiendo inmensa pena de comprobar que todos tenían el corazón duro, el anciano se fue caminando lentamente por el cerro conocido como Ponto Laja; por la noche, una torrencial lluvia acompañada de truenos y relámpagos cayó sobre el pueblo, precediendo el trágico final: una parte de Ponto Laja se desprendió y miles de piedras cayeron sepultando por completo lo que alguna vez fue Ponto, el pueblo de prósperos pero mezquinos hacendados. 
Al centro del extenso ´pedregal, una formación pétrea que semeja la cabeza de un gallo y una enorme roca que se muestra imponente apuntando al cielo conforman el conjunto denominado Gallo Rumi (gallo de piedra), nombre con el que es conocido todo el lugar. Sobre las piedras hay vida vegetal: cactáceas, achupallas y plantas silvestres medicinales  como la calaguala (utilizada para las infecciones vaginales, urinarias y prostáticas), el garamatish o matico (desinflamante) y la congona (indicado para curar úlceras gástricas). También hay vizcachas, animalitos silvestres parecidos al conejo que tienen sus madrigueras entre las rocas y sólo se dejan ver al amanecer o al atardecer.

Desde Gallo Rumi se tiene una vista panorámica espectacular de Huacrachuco centro, Callapitish, Shagapay, Panacocha, el mirador Marco, Yamos, Quillabamba, Marcopata y otros pueblos del fértil valle huanuqueño.


Sobre las piedras crecen las achupallas y diversas especies de helecho,
entre las que destaca la calaguala.

 Especie cactácea conocida como "pumaqorotan" (testículo de puma) o "cuchi cuchi".
Pertenece al género mammilliaria, cactus de forma esférica cuyo fruto recubierto
de cerdas espinosas es comestible; puede alcanzar una altura
de 20 cm y sus hermosas flores son rosadas.

La Congona. Antiinflamatorio y cicatrizante natural, indicado en extracto
para curar úlceras gástricas


Ankokash o anku kasha, variedad de espina que se usa como leña; alumbra como vela. 



Huacrachuco, distrito y capital de Marañón, visto desde Gallo Rumi


Al pie de Ponto Laja y al lado de Gallo Rumi, se halla el villorrio de Ponto.




viernes, 21 de abril de 2017

ACERCA DEL FRUTO DEL DESEO
Y UN MISTERIO [*]


La naranja: el fruto del deseo.
La llegada de una camioneta con tres pasajeras apuró a todos en la cocina-comedor. Doña Primitiva reconoció al conductor y salió a darle la bienvenida. 

 
--Sí, hay almuerzo. Ahorita salen; ya termina de comer mi gente grande.

El sol comenzó a castigar a las viajeras. Eran tayabambinas: mamá, tía y una agraciada joven de uñas pintadas, que iban a visitar a sus familiares de Huacrachuco. Se lavaron las manos y la cara con el agua cristalina de la acequia cercana, como para menguar la sensación de calor intenso. El chofer, que era paisano y amigo de confianza de las damas, realizó con ellas una corta caminata por el lugar, pero el calor era insufrible; no había sombra ni aire suficiente, hasta el suelo quemaba. Terminaron en el río. Después, disfrutaron el rico almuerzo, entre risas y frescos comentarios.

Afuera, los niños tomaron los espacios de sombra delante de la casa para jugar a las canicas. Casimiro era el que más se regocijaba, porque disparando su bolita desde lejos lograba impactar a las pequeñas esferas de vidrio adversarias; podía lanzar igual utilizando la uña del pulgar, índice o del dedo medio, se sobrentendía que su extraordinaria puntería la había desarrollado jugando en la puna con sus hermanos y primos. Gracias a que el terreno del patio no era muy plano, el niño de Huagana fallaba también, generalmente su tiro final al ñoco; entonces, Juaneco y Christian, cada cual en su turno, afinaban la puntería y, si podían, cascaban fuerte a la canica de onduladas líneas de colores de Casimiro, alejándola lo más posible del hoyo, para luego golpear a la otra bolita y tratar de embocar la propia.

Casimiro ya había ganado dos juegos cuando salieron de la cocina las niñas de Piso. Grizel, la mayor, caminaba nerviosa junto a René, como si tratara de no ser vista por Christian; él ni las vio pasar, porque estaba concentrado en no fallar su tiro contra la bolita de Juaneco. Después, pasaron Eulogia y Anita con Óliver, motivando la suspensión del juego, ya que Juaneco había recibido previamente la orden de su madre de ir a recoger naranjas.

A sus diez años, Juaneco y Christian lideraban el grupo, turnándose para empujar el buggy que llevaba como carga costales vacíos y un machete. Casimiro, menor de ellos por un año, avanzaba distraído haciendo dar vueltas su hondilla de jebe en el índice o lanzando piedritas a cualquier parte; ya sabía que no debía herir a las tórtolas, mucho menos a los guardacaballos que suelen posarse en la copa de los árboles frutales, porque hacerlo traía mala suerte. La adolescente Eulogia llevaba de la mano a Óliver, mientras Anita se divertía viendo cómo las hermanitas de Piso reían sutilmente entre sí, sin ocultar su agrado por estar cerca del costeñito de gorrita marrón y descolorido jean azul; Christian ni se daba cuenta de eso. Así, pasaron la curva de Ocunal y llegaron a la zona de Limón, nombrada así porque en la parte alta se habían sembrado sólo limoneros.

Cuando todos hubieron descendido de la carretera al huerto de los naranjos, pasó la camioneta con las tayabambinas. La faena debía comenzar. Estaban ante dos árboles verdes de copa redondeada y de más o menos cinco metros de altura, cargados de naranjas; sí, allí estaban los frutos deseados, luciendo su forma esférica y llamativo color, protegidos por ramas ligeramente espinosas y numerosas hojas ovales y lustrosas.

-- Busquen los ganchos, chicos-- mandó Eulogia. Se refería a los carrizos largos que tenían atadas a la punta un gancho de madera, adecuado a la medida para desprender las frutas del árbol.

-- ¡Qué naranja tan grande, esa, allá arriba!-- señaló René con el índice.

-- Hay varias maduras, por aquel lado-- le indicó Anita a Juaneco, quien ya estaba listo para desprender las naranjas con el gancho.

-- Dime, Grizel, ¿cuál quieres para ti?-- le dijo con naturalidad Christian a la niña de rubilindo cabello. Sorprendida, ella enmudeció. Y él, en ese momento, vio los más hermosos ojos verdes y un rostro de cutis sonrosado, que parecía iluminarse con los rayos solares que se filtraban entre las ramas en aquel atardecer. Una vez que reaccionaron, Grizel señaló una naranja y Christian la desprendió para ella; los gestos de amistad entre ambos ocurrían sin que nadie a su alrededor se diera cuenta, ni siquiera René que se había puesto a corretear con Óliver. 

-- Chicos: traten de chaparlas en el aire, que no se golpeen-- aconsejaba Eulogia.

De todos, el único que hacía una labor de cosecha impecable era Juaneco; él enganchaba en el punto exacto, jalaba despacio acercando la rama y luego hacía un leve giro con el gancho para desprender la naranja, la cual caía directo al sombrero que sostenía su colaboradora Anita. Casimiro y Christian trataban de imitarlo, contando con el apoyo de Grizel y Eulogia, pero a ellas las vencía la risa y algunas naranjas cayeron sobre la hierba.

Terminando de bajar las naranjas, que juntas sumaban cuarenta y seis, se trasladaron todos al sector de los paltos, donde siempre había algo para cosechar. Juaneco se trepó rápidamente al árbol de palta fuerte y fue cogiendo los frutos que ya estaban a punto de cosecha-- él los elegía por su tamaño y buen aspecto, fácilmente reconocible viendo el pleno desarrollo del color verde en la cáscara ligeramente áspera--, arrojándolos casi de inmediato a las manos de Christian o Casimiro; ellos, por su parte, bajaron con los ganchos algunas otras paltas, según les indicaba Juaneco. Eulogia y Grizel se dirigieron a los coposos arbolitos de palta negra, cuyo fruto piriforme se caracteriza por tener la piel precisamente negra, delgada y lisa, siendo muy apreciada por la pulpa cremosa y su exquisito sabor; estaban recogiendo las que lograban alcanzar con la mano, cuando de pronto escucharon un grito de René: ¡Óliver, adónde vas!.

Huerto de los naranjos y la zona denominada Ocunal.
Alarmados, los cosechadores se volvieron hacia René y buscaron con la mirada al rubio; él no estaba. Eulogia atravesó velozmente el huerto y fue tras René, quien ya había logrado detener a Óliver en el camino que conduce a Ocunal, un pequeño pantano de espeso lodo negro que se había formado hace muchos años con la crecida del río.

--Mi yama, mi yama. Queyo jugay-- le decía Óliver a René.

--¡Por ahí se ha ido un niño gordito! ¡No conozco!-- avisó la pequeña de siete años a Eulogia, señalándole un caminito que pasaba entre las delgadas contoyas.

 El grupo rastreó íntegramente un amplio sector, desde el canto del río Huacrachuco hasta los alrededores de Ocunal, y no vieron a nadie. El niño desconocido había desaparecido. René lo había visto bien, cara a cara, antes que se alejara; por ello, los demás le preguntaban cómo era y ella lo describía una y otra vez. Se hermanaron la curiosidad y el asombro.  

--Era del tamaño de Óliver. Chiquito, y gordito, y chaposito.

--¿Cómo estaba vestido?

--Le vi con camisa a rayas.Pantaloncito negro, de bayeta.

--¿Tiene llanques? ¿O anda descalzo?.

--Sí, llanques; le vi como cualquiera. 

--¿Pantalón de lana?

--Sí, sí. ¿No te digo?. Es de bayeta, negro.

--Y su cara: ¿cómo es?

-- Tiene carita redonda. Le vi chaposito, como niño de puna.

Eulogia deslizó la idea del niño encantado, pidiendo a la vez en voz baja que regresasen y se mantuvieran juntos en el huerto, donde había que terminar la tarea. Chicos y chicas se quedaron pensando un momento en lo dicho por la púber, pero después recobraron la alegría, considerando que habían rescatado a Óliver y que lo llevaban sano y salvo con ellos. Óliver, que no entendía bien el porqué del alboroto previo ni le daba mucha importancia a lo sucedido, se sintió feliz en medio de la celebración, ya que le mostraban caras alegres, lo cariñaban y cargaban; la imagen del extraño niño que lo había llamado hacia Ocunal quedó como un vago recuerdo en su mente. Todo estaba en orden, porque René contó que el «niño del pantano» no había tocado al gringo ni habían hablado.

Tras el misterioso suceso, trasladaron las frutas al buggy y retornaron a la casa. Niñas y niños venían jugando y haciéndose bromas inocentes; ni se habían cansado. Anita llevaba de la mano a Óliver, pero él se soltaba seguido, porque quería ver las lagartijas que buscaba también Casimiro por el margen de la carretera. Siempre adelante iba la carretilla que empujaba Eulogia, con notable esfuerzo.

Y como era su costumbre, Christian sorprendía a cualquiera con sus preguntas; así llegó a saber que Casimiro y su hermanita se marcharían al día siguiente a la jalca y que sobre la carretera, más allá de la cabecera del terreno de Limón, muy cerca del camino de subida que seguirían hacia Huagana, existe un lugar donde brota agua cristalina, razón por la cual lo llaman «ojo de agua» o «puquio», un manantial que provee de agua para el riego, una fuente de vida a la que acude el ganado para calmar su sed; asimismo averiguó que Eulogia tenía catorce años, Anita ocho y la edad que no olvidaría: los nueve años de Grizel.

(...)

[ * ] Continuación del relato «Cosecha de yucas en Mamahuaji» 

Apréciese las plantas de limón y el camino de subida hacia Huagana.
Terreno Limón, en Mamahuaji (Huacrachuco, Marañón, Huánuco).