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sábado, 11 de septiembre de 2021

 LA CASA GRANDE, EL TRAPICHE 

Y EL PRIMER BESO [*]  
















A comienzos de agosto, el ingeniero Galarzé  trajo nuevamente a su hijo al temple marañonense. Siempre lo hacía viajar con él aprovechando las vacaciones del colegio, para que disfrutara de la naturaleza, las bondades del campo y también aprendiera el valor del trabajo y el esfuerzo de la gente. 

Llegaron a Mamahuaje sucios, cansados y hambrientos, casi a las once de la noche. La camioneta pick up estaba totalmente empolvada por el largo viaje desde Tayabamba. Doña Primi les dio la bienvenida como si fueran de su  familia y entre  amenos comentarios se dirigieron a la cocina; los viajeros  se sentaron a la mesa  y su hambre se estiró hasta las ollas cuando empezaron a sentir los olores de la cena. 

La magia del sueño eliminó el cansancio. Apenas amaneció, el supervisor de obras se calzó el casco blanco y abordó su camioneta, procediendo  a inspeccionar el tramo carretero Mamahuaje-Chúcaromonte; al regresar conversó con el capataz de la cuadrilla,  informándose de la situación de la vía hacia Huacrachuco y del avance de las labores de mantenimiento. Enseguida llamó al tractorista conocido como «Torito» y le indicó que por la zona de la Cruz de Pati había que ensanchar la carretera, pues la angostura constituía un factor de riesgo para el paso de los camiones; todos se dirigieron allá. El ingeniero Galarzé desayunó al vuelo y salió.

Christian desayunó con calma  y luego pasó como una hora curioseando con Juaneco, de un lado para otro . Mamahuaje estaba distinto, había bastante movimiento de gente y de carros que pasaban hacia Huacrachuco. Se acercaba la fiesta patronal de Santa Rosa, sí, pero además algo nuevo y transformador se estaba gestando allí.

-- ¿Y el horno? ¿Qué pasó con el horno? ¡Solo hay la mitad!-- manifestó con extrañeza Christian.

-- El río se lo llevó. Una noche se creció y de una sola pasada  se llevó la mitad del horno-- dijo Juaneco. 

-- ¿Cuándo?

-- Eso sido en febrero, después que te fuiste. Casi se lleva mi casa. El agua llegó hasta la carretera. Asustados corrimos, toditos  amanecimos por arriba-- respondió el niño del temple, recordando el terrible desborde del Huacrachuco a consecuencia de las intensas lluvias de invierno.

-- ¡Oh! Menos mal que corrieron. 

-- Sí. Da miedo el río cuando crece. Por eso mi mamá está haciendo levantar otra casa, para tener a donde irnos si el río nos quita la de acá.

-- Otra casa, Juaneco, ¿dónde?

--  Arriba en la pampa, por el campo donde juegan pelota los carreteros. Allí tan trabajando los albañiles.

Un rato estuvieron entretenidos con el  carpintero  Zenón, quien trabajaba a la sombra de las plantas de laurel, al costado de unos largos palos de eucalipto traídos recientemente de Nueva Esperanza.  En ese momento,  estaba  labrando  con azuela un tronco de molle; los niños querían saber qué estaba fabricando, a lo que el prieto hombre de Huagana les contestó con voz suave: «Estoy haciendo un dintel para  la casa nueva, esa madera que va encima de la puerta; ya entregué varios ayer y tengo que hacer más,  son ocho puertas y ventanas». 

-- Señor, estos redondos con hueco,  ¿qué son?-- indagó el costeñito, levantando levemente la visera de su gorra blanca.

-- Esos son rodillos para moler caña, me falta hacerle los surcos nada más y estarán listos. En esos huecos se colocan unas palancas para hacer girar el rodillo. Doña Primi quiere hacer guarapo y chancaca, para eso ha pedido que le construya un trapiche-- contestó el veterano carpintero, que era tío de los ausentes Casimiro y Anita.

-- ¿Qué es guarapo?.

-- Es jugo de caña. Los grandes lo tomamos maduro para nuestro valor, es como la chicha, emborracha. Ustedes pueden tomar también, pero el jugo fresco, cuando recién se muele la caña.

-- Lo tomaremos, sí o no Juaneco.

Juaneco movió la cabeza afirmativamente. En eso, llamó su atención el ruido de carros por la bajada de Huancaspata y se puso a mirar las curvas de la carretera hasta verlos aparecer; se trataba de los camiones  conocidos como «Los Chivos», dos enormes  Volvo de propiedad de un comerciante patacino de apellido Lozano, que traían toda clase de mercaderías para Huacrachuco. Y se fue corriendo a darle aviso a su mamá.

Christian se quedó junto a don Zenón, viéndolo trabajar y haciéndole preguntas acerca del trapiche y la molienda de caña. El viejo le contestaba con gusto y paciencia, aunque cada respuesta suya motivaba una nueva pregunta del pequeño.

-- Hijo, ven, vamos al campamento de Chibche-- lo llamó su padre desde la camioneta pick up que rugía en la carretera.

-- Está bien-- contestó--. Hasta luego señor-- dijo, despidiéndose del carpintero.

Padre e hijo se dirigieron al río Marañón en la Toyota. Momentos después llegaron por el puente un viejo camión trayendo a los primeros «shillicos» (comerciantes de Celendín, Cajamarca) del mes festivo, dos camionetas desconocidas y «Los Chivos», que no demoraron ni diez minutos en la parada obligada y siguieron carretera arriba, como en caravana,  hacia la ciudad capital de Marañón.  

Nueve y media de la mañana. En la punta carretera, Chibche, el ingeniero Galarzé se entrevistó con don Justino, el solitario guardián. Inventariaron las herramientas, materiales, combustible, cascos, repuestos, la carabina de retrocarga y demás existencias en los tambos; Christian, que estaba familiarizado con ese tipo de conteo, registraba mentalmente todo, pero guardaba respetuoso silencio para que los adultos en su rol de trabajadores responsables  se entendieran con los papeles y los números. 

Acabando el inventario, el guardián y el hombre del Ministerio de Transportes recorrieron el lugar siguiendo un camino marcado sobre la hierba seca;  iban conversando de la falta de presupuesto, de las carencias y dificultades en el campamento y, claro, de la enorme importancia de que se continúe la construcción de la carretera hasta Sihuas. 

El pequeño Christian apreciaba el paisaje panorámico yunga cubierto de cactus, calalines, achupallas, patis, etc. En algún momento se distrajo con las lagartijas colilargas que parecían escapar de la presencia humana entre la maleza y las piedras. Pero era el río el que realmente lo apartaba de los grandes: contemplaba  sus olas que avanzaban como pesados mantos de agua, le asombraba que fuese  tan ancho y veía tan lejana la orilla de enfrente que, supuso,  nadie sería capaz de cruzarlo  a nado. 

Dicha idea varió repentinamente cuando notó la presencia de una huerta en la otra banda; al instante en su pensamiento aparecieron deliciosas naranjas y mangos, con lo cual  le nació hacerle la pregunta clave al maduro guardián: 

-- Señor Justino, ¿alguien puede cruzar el río?.

-- ¡Sí!. Hay uno. Salvador Llapo, el hijo de doña Efrusinia, él puede. 

-- ¿Lo ha visto?.

-- ¡Sí, acá mismo!. Se tiró de allacito y llegó a la banda más o menos a la altura de esa huerta. ¡Y regresó trayendo frutas!. Nada muy bien ese muchacho.

Esa respuesta dejó fascinado al niño de la gorrita blanca, quien se quedó mirando el frutal con un rictus de alegría. Imaginaba a un nadador braceando y haciendo llegar al campamento las frutas de la banda.
 
-- ¿Papá, podemos bajar al río?... Hace mucho calor.

-- Bajaremos, hijo. Con mucho cuidado, porque este río es peligroso, el agua jala y es muy hondo-- le previno el  padre--. Justino, vamos al río, qué tal si aprovechas para anzuelear-- dijo luego, animando al guardián.

-- Claro, inge. ¡Voy por la caña!

En el caminito de bajada sugerido por el cuidador de Chibche, Christian recogió del suelo dos coloridos caparazones de caracol y no había terminado de admirarlos, cuando descubrió maravillado unos caracoles auténticos adheridos al tronco y los brazos de un pati. 

-- Son lindos, hijo, eh-- le dijo su padre, admirándolos también.

Llegaron a un sector seguro de la orilla, flanqueado por  dos inclinados arbolitos de pati y al amparo de  grandes piedras, que eran como la última barrera donde llegaban ya sin fuerza las olas del Marañón. Armando Galarzé se quitó aprisa el casco y los botines punta de acero,  don Justino puso una lombriz en el anzuelo y Christian les ganó a los dos en estar listo. 

-- Vamos, hijo, despacio, estoy a tu lado. ¡Al agua!

El niño estaba emocionado porque era la primera vez que tocaba las aguas del majestuoso río. Conocía muchos ríos, pero ninguno como el gran Marañón; siempre lo había visto desde lejos nomás.

La brisa los hizo olvidarse del quemante suelo de Chibche, a esa hora de brillo solar en plenitud. Los tres, con el pantalón remangado hasta las rodillas, se remojaron presurosamente la cabeza y los brazos.

-- Bueno, ¡ahora a pescar!-- expresó muy resuelto don Justino.

Caña en mano, el guardián dio unos pasos río adentro y se trepó a un piedrón, tomando estratégica  ubicación para pescar. El ingeniero y su retoño se sentaron en una piedra cercana, más o menos plana, quedando sus pies sumergidos en el agua verdosa;  sonreían entre ellos haciendo breves comentarios en voz baja, sintiendo el pesado oleaje y sobre todo viendo en acción de pesca  a don Justino. 

-- Mira papá, ¡pescó!

-- Ajá... ¡Qué bien Justino!.¡La suerte está contigo!

-- ¡Es un pez grande!

El guardián les mostró desde su sitio, a manera de trofeo, un pescado de por lo menos medio metro, de cabeza ancha y bigotes largos: ¡un gran bagre!. Luego volvió a tirar el anzuelo con nueva carnada y al rato picó otro de similar tamaño. En sólo veinte  minutos pescó dos bagres grandes; sin duda, el río era su amigo y tenía la suerte del pescador.  

-- ¡Llévese uno inge, para un caldazo!. Un bagre es suficiente para mí, que pues paro solo acá.

-- Gracias Justino. La próxima vez pescamos los dos y hacemos un rico cebiche como de la costa; para eso voy a venir trayendo  papas, cebolla, limones y te acompaño todo un día, qué tal.

-- En serio... Así quedamos, inge.

Christian fue testigo del pacto de caballeros, apartando apenas la vista de los bagres tendidos sobre una piedra. Ante sus ojos de niño, los ejemplares pescados eran raros y enormes;  jamás imaginó que existieran en el río peces así: feítos, con bigotes, cabezones y grandotes. 

Terminada la visita, el ingeniero Galarzé y su hijo retornaron a Mamahuaje. Dejaban alegre y tranquilo, aunque solo, al hombre fuerte de Chibche. 

Don Justino estaba acostumbrado a la soledad, al clima, al río, a las culebras, a todos los esfuerzos y riesgos que  implicaba ese trabajo de guardián residente. De vez en cuando se daba una escapadita a Mamahuaje y regresaba en corto tiempo. Cada tres sábados venía de Piso su esposa trayéndole víveres y se quedaba con él un par de días; en las vacaciones escolares, bajaban  también a verlo sus dos menores hijas, pero no se acostumbraban en el campamento, razón por la cual  la madre las traía a Mamahuaje y las dejaba con su tía Primitiva, recomendándoles que la ayuden en los quehaceres hasta que regrese de Chibche para llevarlas a casa. 

-- Doña Primi, ¡aquí le traigo un bagre, cortesía de Justino!

-- Gracias don Armando. Almorzaremos pue o ¿ya se va?

Christian dejó a su padre conversando con la patrona del temple y se juntó con Juaneco, quien tenía un vaso en la mano y esperaba a que saliera de la cocina Eulogia con la jarra de limonada para los albañiles. El infante Óliver estaba aparte, jugando cerca de don Zenón.

-- Estamos llevando refresco para los tapialeros. ¿Escuchas esos golpes?. Son golpes con mazo. Vamos, para que veas-- lo invitó Juaneco.

Los albañiles se mostraron alegres, sobre todo con la presencia de Eulogia, porque  era bonita y amable; doña Primitiva la enviaba con Juaneco para que no se demorara. 

Christian conoció a don Salomé Príncipe, jefe constructor,  y a sus dos ayudantes. A diferencia de Eulogia y Juaneco que veían todo con naturalidad, él quedó impresionado con lo que tenía ante sus ojos; estaba viendo el origen mismo de una casa andina: cómo se preparaba la tierra y cómo se armaba el cajón o molde de madera sobre el muro avanzado; descubrió que los huecos que quedaban en la pared fresca se debían al uso de dos palos cortos sobre los cuales se asentaban dos tablones, que a la vez determinaban el tamaño del cajón y el ancho de la tapia. 

La buenamoza de piel canela se regresó pronto, pero los niños se quedaron un rato viendo trabajar a los albañiles. La tierra era humedecida y volteada por los ayudantes hasta lograr una masa homogénea, entonces procedían a tirarla hacia el cajón en lampadas que los hacía doblarse y estirarse hasta el máximo de su talla y alcance. Arriba, don Salomé, el espigado y fuerte maestro de obra, les indicaba cuando parar; tras ello, él comenzaba a compactar la tierra en el cajón con un mazo de cara ancha y plana, golpeando primero los contornos para luego descargar mazazos sobre el centro. 

La casa nueva, según comentaba Juaneco, iba tener varios cuartos y sería de dos pisos, una casa grande. Al mediodía de aquel primer jueves de agosto de 1983, los albañiles estaban haciendo la quinta hilada de tapia y se observaba que ya habían  colocado varios dinteles para las puertas y ventanas del primer piso. 

Tramo a tramo, el cajón avanzaba hacia la esquina. Por un momento el niño de Lima desconoció a don Salomé, porque veía desde abajo a un enorme hombre levantando el mazo en dirección al cielo y lo hacía caer con descomunal fuerza sobre la tierra húmeda contenida en el molde de madera. Cada golpe con el mazo producía un sonido estruendoso: «Tappp... tappp...».

 El eco del mazazo se dirigía a los cuatro puntos cardinales, cruzaba el puente que une Huánuco con La Libertad, recorría los huertos del temple, se escurría entre los carrizales, se escuchaba desde la cocina de doña Primitiva, desde río abajo y río arriba; algunos  visitantes decían que el «tappp...» también se oía desde el camino a Huagana, desde la chacra del hacendado Quiñones, desde el zigzagueante camino que sube a Huancaspata. Toda persona que llegaba a Mamahuaje en algún momento hablaba de la casa nueva de doña Primitiva y se rumoreaba: será una vivienda y restaurante, una casa pensión o un gran hotel, el primero y más importante en esa zona limítrofe. 

La casa grande se construía imponente ante los gigantones y patis; nadie era consciente realmente de lo que estaba sucediendo, pero la primera casa en esa pampa se erigía como símbolo del progreso y la esperanza, la amplitud del panorama, la extensión del horizonte para los moradores del lugar. 

Volviendo al restaurante, Juaneco le contó a Christian que el maestro Salomé y sus  ayudantes hacían dos paradas en la mañana y dos más en la tarde, y que en esos descansos chacchaban coca y caleaban; el más muchacho, a veces, prefería comer plátanos en lugar de echarse el bolo. 

-- Hijo, apareces como llamado. Qué bueno. Vamos a almorzar y  partimos a Huacrachuco,

Efectivamente, fueron los primeros en almorzar, antes que los albañiles y otros trabajadores, que solían venir a comer al borde de la una de la tarde. Y a Huacrachuco se fueron. 

A su regreso, el sábado, encontraron mucha más actividad en Mamahuaje. Cerca de la huerta, un grupo de cuatro hombres estaban atareados moliendo caña de azúcar en el trapiche artesanal que había armado don Zenón; el hortelano Buñi, los niños y la gente de paso  miraban emocionados  el jugo que caía a una tina y los tallos de caña pasando entre los rodillos que giraban por la acción de la fuerza humana  sobre las rústicas  manivelas; Eulogia y doña Efrusinia, la dama elegante que tenía su casa en la alturita próxima a la huerta, se acomidieron a servirles un vaso de jugo de caña a todos los que por allí estaban, empezando por el rubio Óliver, inclusive subieron hasta la nueva construcción para invitarles la deliciosa bebida fresca a los albañiles. 

El ingeniero Galarzé hizo una venia a las personas que no conocía y le dio la mano a don Juan Salazar, prominente inversionista agrario que producía hortalizas en unos fundos de Cajabamba y sembraba una hectárea de caña en Salinas, su único fundo en Mamahuaje; por la gran consideración que le tenía a doña Primitiva, justamente, don Juan había dispuesto que sus peones trajeran  varias brazadas de caña desde su fundo para la preparación del guarapo y la chancaca. 

Christian se acercó a Juaneco y Óliver que estaban entre los grandes, observando la última limpieza de los tallos con machete y  el funcionamiento del trapiche. Reconoció los rodillos con hueco y buscó a don Zenón con la mirada; al ser ubicado, el carpintero le esbozó una sonrisa. En ese recorrido visual le pareció ver esconderse a una niña en la cocina, por eso disimuladamente volvió a mirar y supo de quien se trataba: era la rubiecita Grizel, que lucía muy bonita con un vestido floreado. Vio por ahí también a la risueña Vicenta -- hija de doña Primitiva, que estudiaba la secundaria en Huacrachuco--, con su  llamativo sombrero negro. Y alcanzó a ver de reojo a la pequeña y no menos simpática René. 

Cuando se dio la oportunidad de estar frente a Grizel y su inseparable hermanita, Christian las saludó y conversaron brevemente: 

-- Hola Grizel, René, ¿cuándo llegaron?

-- Llegamos ayer con mi mamá. Ella se fue a Chibche a ver a mi papá y nosotras nos quedamos acá-- contestó Grizel.

-- Don Justino es papá de ustedes?

-- Sí-- dijo René--. ¿Conoces a mi papá?

-- Lo conozco,  sí. Trabaja en Chibche. Y es un pescador buenazo. Hace unos días lo vi sacar dos grandes bagres del Marañón. 

De todos los presentes, era don Juan Salazar quien conocía a fondo el negocio de la caña. Sabía de trapiches y alambiques, cómo obtener azúcar, chancaca, melaza y ron de caña. Años atrás había tenido en Mamahuaje un trapiche con engranaje de bronce, que funcionaba con la fuerza motora de bueyes. Y es que él tenía visión empresarial, sus emprendimientos tenían como destino los mercados de Trujillo. Los mayores le tenían un gran respeto y los menores admiraban su afabilidad y porte de hacendado, especialmente cuando iba a caballo. Por el sombrero de ala doblada que usaba, las soberbias botas negras y su peculiar balanceo al caminar, parecía  un vaquero  bueno de  Texas, uno de esos personajes héroes del cine western o de los populares libritos del oeste.  

El jugo era colado en baldes grandes. Doña Primitiva hizo lavar un cántaro que después sería colocado   lleno en un rincón oscuro de su habitación para que fermente el jugo de manera natural; en tres días el guarapo estaría en su punto maduro; también sacó un súper perol para la preparación de la chancaca. Había mucha acción en la faena de molienda, movimiento peatonal y regular tráfico vehicular, teniendo como música de fondo  las canciones de Los Reales de Cajamarca que sonaban en una radiograbadora a pilas.  

Don Juan Salazar fue el primero en abandonar el grupo, él no era de pasar el tiempo mirando trabajar a otros; enrumbó en su camioneta hacia Cajabamba, llevándose a sus peones.  Los demás espectadores se  dispersaron cuando fueron llamados a almorzar. Pero en verdad, todo el que pasaba por el sector del trapiche, aunque fuera extraño, recibía de cortesía un vaso  del zumo de caña. 

El maestro albañil Salomé y sus ayudantes no se emocionaron tanto con lo que acontecía, más bien pasaron de largo a la cocina -  comedor. Almorzaron rápido y la dueña de casa los despachó llenándoles de frutas sus alforjas; así se marcharon contentos, mirando a los hombres del trapiche; se iban a pasar el domingo con su familia en Churas, un pueblito al pie de Huancaspata. 

Casi al final de la molienda, llegaron los trabajadores de la cuadrilla, que celebraron ser recibidos con la exquisita bebida. Parlando en voz alta y riendo a carcajadas se dirigieron a sus tambos situados al otro lado del puente. Mientras esto sucedía, en un sector de la cocina doña Primitiva puso al fuego el ollón casi lleno con jugo de caña, porque sabía que para obtener chancaca debía espesar varias horas. 

A media tarde, la acción se trasladó al río. El ingeniero Galarzé lavó su camioneta  y los carreteros se bañaron en una poza formada abajo del puente. Después de eso, los niños cobraron protagonismo con la llegada de la manada de cabras; Grizel y René corrieron a dar la bienvenida a los chivitos, queriendo cargar a uno y a otro; Vicenta y su mamá sólo sonreían al ver esas escenas de cariño inmenso de las niñas por los lapis.

En ese ambiente de sano entretenimiento prosperó una bonita amistad entre Christian y Grizel. Cada vez que se encontraban se decían algo o simplemente se lanzaban miradas de afecto. «Yo soy Grizel, con zeta», decía ella. «Tienes un bonito nombre. El mío  empieza con la letra che», contestaba él. «Mi pueblo se llama Piso. Escuché que tú eres de Lima», refería ella. «Nací en Lima, pero vivo en Trujillo con mis padres», le contaba él. «Quisiera conocer el mar, el cine», mencionaba la niña de los ojos verdes. «Cuando seas grande vas a viajar y conocer», aseguraba el niño de los ojos pardos. Grizel nunca había conversado así con ningún chico; y Christian, en tantos viajes con su padre,  no había conocido una chiquilla más linda que ella.
 
Eulogia y Vicenta  se turnaban para poner leños en el fogón y mover constamente el contenido del súper perol con un palo; no podían descuidarse,  la chancaca debía salir como debe ser. Llegó la hora de la cena y  a la par de ayudar a servir a los comensales, seguían en su tarea, concentradas en el proceso de espesamiento; faltaba poco, pero faltaba; el extracto de caña debía espesar hasta llegar al punto de jarabe, luego pasar a tomar  el  color marrón o negruzco característico de la chancaca. Doña Primitiva por su parte ya tenía listos los moldes para el vaciado; eran unas  piezas rectangulares con pocillos, que años antes había fabricado en madera sauce el carpintero huaganino Víctor Villanueva. 

La señorita Vicenta, los niños y las niñas de la casa cenaron primero, porque casi siempre dormían temprano. Después lo hicieron don Zenón, Buñi, Edelín y los carreteros.  Al último entraron al comedor el tractorista «Torito», el capataz de la cuadrilla, el ingeniero Galarzé y su niño. 

A Christian le gustaba comer con el grupo de su padre, porque en las conversaciones que sostenían los adultos siempre aprendía algo nuevo. Esa noche no sería la excepción. 

En un momento dado el capataz de la cuadrilla le preguntó a doña Primitiva qué significaba «Mamahuaje», a lo que ella contestó: «El nombre original es Mamahuaji, en castellano quiere decir "casa madre". Por eso también estoy haciendo mi casa;  como en Mamahuaji no hay casa, hay que hacer casa, la primera casa». 

Tal respuesta dio pie a que el ingeniero Galarzé pronosticara: «En esa pampa donde usted está levantando su casa, doña Primi, habrá un pueblo cuando pase la carretera a Sihuas. Eso ha pasado en otras partes, lo he visto». La mujer del temple se alegró al escuchar ello y dijo: «Es que la gente de por acá tiene muchas ganas de trabajar». «Ahí está la fuerza para hacer cosas importantes.  Esta tierra va ser próspera  con el vigor constructivo de su propia gente, allí están las huertitas y cabañas que han surgido al margen del río, ahí vemos al yesero esforzándose día tras día, así se forja el futuro», redondeó su opinión el supervisor de obras del ministerio. 

Como la conversación se prolongaba más y más, Christian, que estaba sólo de oidor, de manera discreta dejó la mesa y pasó riendo entre Eulogia y las niñas de Piso que estaban por la puerta.  

Afuera, muy apartado, en un poyo de maguey estaba don Zeñón coqueando y caleando, y en la banca larga los operarios carreteros habían dejado solo al maquinista «Torito», pues en lugar del frío nocturno prefirieron irse a jugar a los dados y a los naipes en sus tambos. 

Christian se sentó en la banca y no tardó en comenzar a preguntar acerca del manejo del tractor y los trabajos en la carretera. «Torito» lo escuchaba y le conversaba a medias, pues concentraba más su atención  en la adolescente Eulogia; le gustaba mirarla, verla pasar, pero no le decía nada; era como un fruto prohibido para él, por ser ella de menor de edad; la chica estaba bajo la protección de doña Primitiva y él como trabajador de la carretera no podía excederse en ninguna forma; mirándola y sonriéndole se contentaba, y ella igual. «Torito» no se daba cuenta, pero quien también entraba y salía de la cocina era  Grizel, siempre seguida por René. 

De tanto mirar y suspirar, finalmente «Torito» se paró y se fue a dormir, olvidándose inclusive de su poncho doblado en la banca. Don Zenón tampoco estaba ya. Christian se había quedado solo afuera; viéndolo así, Grizel se le acercaba con la intención de sentarse a su lado, pero su hermanita la seguía como cola. «Ésta me sigue a todos lados», manifestaba un tanto fastidiada la rubilinda. Ante esa divertida situación, a Christian se le ocurrió algo sensacional: se puso el poncho de «Torito» y en un descuido de René ocultó a Grizel. 

Bajo el poncho permaneció en silencio Grizel, mientras René la buscaba por todos lados. «Se habrá ido a orinar, pues», le decía Eulogia. Cuando René se alejaba, Christian se lo hacía saber a Grizel en voz baja;  en esa tranquilidad momentánea, la niña se pegó más al cuerpo de su amiguito, hallándose protegida y contenta. 

Sintiendo cálido el acercamiento de Grizel, el niño de Lima no supo qué decirle, pero su pensamiento voló libremente. Recordó las flores de campanilla y  las rosas color marfil que había visto en la huerta de un amigo de su padre en Huacrachuco;  pensó que sería lindo tener alguna de ellas para dársela a Grizel, en señal de afecto sincero. Esa noche el cielo tenía el color azulado de los cuentos de hadas, con las estrellas titilantes y la luna mostrando su perfil iluminado en forma de  la letra “C”.

René pasaba y repasaba; el poncho era grande y la gringuita delgadita, así que no podía ser vista. En eso algo mágico ocurrió entre Christian y Grizel.  Ella  recostó su cabeza en el hombro de él y puso suavemente la palma de su mano derecha en el pechito masculino; debajo del poncho beige ribeteado de verde,  él vio el rostro de la niña más hermosa y ella, cerrando los ojos, dejó que los labios de él se encontraran con los suyos. Un instante y nada más. Él tuvo que sacar la cabeza de inmediato, por si alguien se daba cuenta de lo que estaba ocurriendo; ella sólo se abrazó muy fuerte a su torso; fueron minutos tiernos de un amor infantil, blanco y espontáneo, de entrega secreta a un beso libre e inocente, casi una travesurilla romántica. 


[*]  Continuación del cuento "Chicos exploradores"

miércoles, 31 de enero de 2018

TOPÓNIMOS DE HUACRACHUCO

«Quien reconoce sus raíces recorre con mayor firmeza los caminos»

Más allá del simbolismo mágico y la polisemia que caracterizan a nuestro idioma nativo, los topónimos quechua reflejan fielmente lo que existe, lo que ocurre o lo que ha ocurrido en un determinado sitio geográfico. Cada nombre revela los estrechos vínculos que subsisten entre los elementos de la naturaleza, clara muestra de la riqueza cultural del quechua y del valor imperecedero de los significados esenciales. A continuación la etimología de los nombres de algunos pueblos de Huacrachuco, distrito de la provincia Marañón, Huánuco:


ANTAQUERO: Diente de cobre. Proviene de las voces quechua «anta», cobre, y «kiru», diente. El mineral cobre caracteriza a la zona de Antaquero desde tiempos muy antiguos; la prueba más cercana data de la segunda mitad del siglo XX, cuando se descubrió la existencia de un yacimiento de tipo estratoligado de cobre en Acotambo y se instaló allí una mina. Y no hay duda que todavía hay más cobre. 

ASAY: Lugar donde hace mucho frío. Deriva de «qasay» o «jasay», hacer frío invernal. 

CAJAPATAY: Espina que desgarra. De «casha», espina, y «p’atay», morder ferozmente, desgarrar. 

CONDORGAGA: Cóndor en la peña. Proviene de «kuntur», cóndor, y «qaqa», peñasco, risco, gran piedra. La notable alteración fonética y la posterior escritura, de «gaga» en sustitución de «qaqa», se debe a la influencia de los españoles, quienes al traducir las palabras de nuestro idioma nativo al suyo cambiaron la «q» por la «g».
 
CHINCHIL: Arbusto silvestre de tallo corto y hojas lanceoladas, cuya flor conocida como «chinchil wayta» es de color rojo pálido. La ciencia botánica la ha registrado como chinchilkuma o chinchirkuma, especie Mutisia hirsuta, género Mutisia, familia de las Asteráceas, indicando que es un arbusto de flores rojas o amarillas cuya infusión es una medicina efectiva para curar la anemia y corregir el funcionamiento de los riñones. La flor de esta planta era usada por los antiguos indígenas como adorno en la cabeza o en el pelo, de allí viene la denominación «chinchircuma», que quiere decir «lleva la flor chinchir en la cabeza», por la inclusión de «uma» (cabeza) a la estructura del término original; así lo daba entender Fray Diego González Holguín, quien en su Vocabulario de la lengua general de todo el Perú llamada lengua Qquichua, o del Inca (1608), registró la primera definición: «Chinchircuma. Una flor amarilla que es plumaje». Actualmente, en la provincia Marañón (Huánuco), la planta que produce la hermosa «chinchir wayta» o «chinchil wayta» está en peligro de extinción.

CHOCOBAMBA: Pampa donde habitan los animales de orejas erguidas. Resulta de la unión de los términos quechua «choqo», orejas erguidas de los animales, en señal de atención por algún estímulo, y «panpa», del cual deriva «bamba», que significa llanura, llano, pampa, planicie. Los animales a los que se hace referencia no son otros que los camélidos andinos: la llama, la alpaca, la vicuña y el guanaco, que se caracterizan por tener las orejitas paradas. Muy cercana relación con el nombre tiene también el vocablo «ch’uku», cuya definición en los diccionarios es «dícese del camélido de lana larga y abundante»; esto lleva a plantear la hipótesis de que el nombre original bien pudo ser «ch’ukupanpa» (pampa de camélidos), luego «ch’ukubamba» y finalmente habría derivado en el actual «chocobamba».
 
GOCHACHILCA: Laguna rodeada de chilca. El nombre proviene de las voces quechua «qocha», laguna, y «ch’illka», «chilka» o «chillca», planta silvestre de hojas resinosas y flores de color amarillento o blanco, que crece a orillas de los ríos y en terrenos húmedos.
 
GOCHAJ: 1. Encharcado. Terreno donde se forman lagunas o charcos. Deriva de «qochay», estancarse el agua, formar laguna, encharcar. 2. Soleado. Lugar que recibe los rayos del sol. Viene de «q'ochay», solear, calentar, recibir los rayos del sol.

HUACHAJ: 1. Lugar húmedo. Nacido de la raíz «hua» (sitio, lugar, parte superior, arriba, plano sagrado), este topónimo procede del arcaico término quechua «huachaj», que significa ojo de agua, pantano, humedal, lugar que siempre permanece húmedo. 2. Proviene de «huachaq», la que pare; vocablo que a la vez deriva de «huachay», parir, dar a luz. 3. Lugar donde se escucha gotear el agua, donde sale el agua en gotas, o donde nace el agua sagrada. De «hua», lugar, plano sagrado, parte superior, y «ch’aq», sonido producido por la caída de las gotas de agua en una caja sonora.

HUACHUMAY: 1. Huérfanos del río. De «wakcha», pobre, huérfano --del cual deriva «wachu» o «huacho», con el mismo significado--, de «wakchu», animal huérfano de madre, y de su complemento «mayu», río. 2. Tierra de huérfanos. Según la tradición oral, los guerreros chunchos invadieron la región de Quirín y destruyeron todo a su paso, llegando a  quemar vivos a los pobladores que se refugiaron en el templo católico. Solo se salvaron de la masacre los niños que habían ido a pastar el rebaño por los llanos del actual Huachumay. De acuerdo a la creencia popular, el nombre Huachumay, viene de «huakcha», huérfano o sin padres. 3. Mi planta huachuma (cactus San Pedro, achuma, aguacolla o gigantón). Resulta de la unión de «huachuma» con el sufijo posesivo «y». Efectivamente, en los terrenos bajos, entre el pueblo de Huachumay y el río Marañón, crecen estas cactáceas. 4. Surcar el río. O la variante: hacer surcos en los terrenos cercanos al río (Marañón). Del otro significado de «wachu», surco, camellón preparado para la siembra de papa o cereales, y «mayu», río.

HUAGANA: Lugar del llanto desconsolado, del lamento prolongado; lugar donde dan gritos repetidos los animales. Proviene de «waqana», sensible, que se apena y llora sin consuelo; de «waqay», llorar; de «waqa», llanto o lloriqueo; de «waqaq», que gime o hace ruido; y de «waqanan» o «huaganan», donde llora. Existe consenso en que el vocablo quechua «waqana», «huakana» o «huacana» significa llorar, lamentar, sollozar, gemir; gritar de los animales, por ejemplo «alqo huacan» (ladra el perro), «puma huacan» (ruge el puma), «khuchi huacan» (gruñe el puerco), etc.; también estruendo o ruido de objetos. Ya en 1560, en el Lexicón, o Vocabulario de la lengua general de los indios del Perú, Fray Domingo de Santo Tomás, daba a conocer los significados de «Guacani»: graznar o cantar cualquier ave; relinchar, o gruñir, o aullar cualquier animal generalmente; llorar generalmente. Y en 1608, Fray Diego González Holguín, en Vocabulario de la lengua general de todo el Perú, registró «Huaccani», llorar en grito; «Huaccani aminaycama», llorar muchísimo o hasta no más; y «Huaccan», sonar campana, cantar las aves, gañir, aullar, bramar, chillar, de todas maneras de animales.
 
HUAMBO: 1. Embarcación. Viene de la voz quechua «wanp’u» o «huampu», balsa hecha con madera liviana. En el Lexicón, o Vocabulario de la lengua general de todo el Perú (1560), de Fray Domingo de Santo Tomás, aparece el registro más antiguo: «guambo», canoa, nave o balsa de madera. El original «wanp’u» consta de tres partículas: «wa», que se refiere al lugar que está en el plano sagrado; el elemento «n», indicador de la tercera persona singular; y «pu», morfema o sufijo que indica súplica en favor de otra persona. Esto significa que el vocablo aludiría a la embarcación que va al más allá después de la muerte o al viaje trascendental que emprendía un poblador local mediante la fe; dicho viaje sería posible a través de un rito religioso, por ejemplo el de purificación, con la ayuda de un sacerdote o yachaq (el que sabe). Lo señalado guarda relación con la práctica religiosa que siempre caracterizó a Huambo: hay dos ushnus donde se realizaban cultos a los dioses tutelares de la antigüedad (a los apus, al agua, al dios rayo, a la pachamama) y funcionó allí, hasta hace muy poco, una importante capilla de culto católico. 2. De «wanphu», sinónimo de «waphu», que significa boquerón (abertura grande). 3. Se llamaría así debido a que sus primeros habitantes habrían sido descendientes de los guambos, grupo étnico que en la época preinca ocupaba parte de los territorios de las actuales provincias de Jaén y Cutervo, departamento de Cajamarca.

HUANCHAY: Significa «el que llega de la parte superior», «llega del lugar sagrado» o «llega el ser sagrado (el agua)». El nombre Huanchay proviene de las voces quechua «wa» (parte superior, arriba, lugar sagrado) y «chay» (llegar, arribar), enlazadas por el elemento «-n» (marcador de la tercera persona singular). Deriva a la vez de «huachaj», pantano, ojo de agua, lugar húmedo; de «huachaq», la que pare, cuya estructura alude al lugar sagrado («hua») y al sonido producido por la caída de gotas de agua («chaq» o «cha’q»); de «huachaque», que significa «donde gotea el agua» (en lengua cauqui), «chacra hundida donde crece la totora» (en lengua quingnam) y «tierras húmedas ganadas al desierto» (en quechua); y de «huachay», parir, o hacer llegar de lo sagrado (al nuevo ser). El análisis estructural evidencia que el topónimo Huanchay hace referencia en simultáneo al lugar donde se produce la vida, a la madre uterina y al agua.
 
HUARIPAMPA: Pampa de vicuñas. Proviene de «wari», vicuña, y «panpa», llanura, llano, pampa, planicie.

HUAYCHAO.- Ave color plomizo y cola blanca que anuncia la salida del sol con su canto armonioso o da graznidos agoreros anticipando malos acontecimientos. Se le conoce también como ruiseñor andino, por su lindo y conmovedor canto matinal: ¡huaychau...! ¡huaychau...!. Precisamente, el topónimo Huaychao viene de «huaychau», nombre de esta ave.

MAMAHUAJE: 1. Madre que comparte, divide o distribuye con equidad. De «mama», madre, y «wakiy», compartir, participar por igual de intereses. Por efecto de la pronunciación y posterior escritura, el nombre original «Mamahuaji» se convirtió en el actual «Mamahuaje». Esta teoría tiene bastante asidero, porque Mamahuaje es una zona de división territorial entre los departamentos de Huánuco y La Libertad, una frontera natural marcada por los ríos Huacrachuco y Anchic; además, el significado se reafirma con los registros «huac», aparte, a otra parte, a la otra banda, y «huaqui», dos juntos, realizados por Fray Diego González Holguín, en su Vocabulario del año 1608. 2. Asociado con la madre. De «mama», madre, y «waki», pareja que forma sociedad para trabajo agrícola. 3. Casa madre, primera casa o casa matriz. De «mama», madre, y «waji», derivado por alteración fonética de «wasi», casa. 

MARCOPATA: Altura donde crece marco (Artemisia Vulgaris). Proviene de «markhu», artemisa, y de «pata», altura, elevación, arriba, andén, zona, sitio. La artemisa es una planta herbácea de la familia de las asteráceas o compuestas, similar al ajenjo, que supera el metro de altura; en la punta de su delgado tallo crecen cabezuelas de donde brotan flores de color rojizo. Se usa como medicina para curar heridas, calmar cólicos, expulsar lombrices intestinales, provocar y controlar la menstruación, aliviar resfríos, y en forma de tintura contra el reumatismo.

PARACAY: 1. Lloverá mañana. De «para», lluvia, y «q’aya», futuro, tiempo próximo, venidero, el día de mañana. 2. El clima se tornará lluvioso. De la fusión de «paraq», lluvioso, pluvial, y «q’aya», tiempo futuro. 3. Se conoce con el nombre genérico quechua «paraqay», a las variedades de maiz blanco de grano grande, llamado maíz amiláceo por la calidad de su harina, muy apreciada para la elaboración de tortas, panes y tamales.  

QUENUA: Alude a la planta «quenoa» o «queñua» o «quewiña» (quechua: qiwuña), del género Polylepis, que crece entre los 3600 y 4500 m s. n. m. Abundaba en la antigüedad, formando bosques llamados queñuales, de donde se extraía madera para mangos de herramientas y leña de la mejor calidad. Es un árbol de brazos retorcidos, hojas diminutas y corteza gruesa, compuesta de múltiples láminas que tienen la función de proteger el tronco de las bajas temperaturas. En el Vocabulario de la lengua general de todo el Perú (1608), de Fray Diego González Holguín, aparece: «Qquiñua-- árbol de puna bueno para leña y carbón».  

QUILLABAMBA: Pampa de la luna. De «killa», luna, y «panpa», del cual deriva «bamba», que significa pampa, planicie, llanura.

SHAGAPAY: 1. Mi flor shagapa. De «shagapa», planta altoandina cuyas flores son de color amarillo patito en algunas zonas, mientras en otras son rosadas y moradas; el sufijo posesivo «y», mi, denota el sentido de propiedad. Una canción muy popular en Ancash y Huánuco se titula «shagapita huayta», ramo de florcitas de shagapa. 2. Hacer sonar los cascabeles o cascabelear. Deriva del término original «xacapa», cascabel, que registró Fray Domingo de Santo Tomás en el Lexicón (1560), y de «shacapa», «shaqapa», árbol de la selva cuyos frutos sirven de cascabel, vocablos de similar escritura y pronunciación que se usan para designar al cascabel. Por intervención de los españoles, quienes al traducir las palabras de nuestro idioma nativo al suyo cambiaron la «q» por la «g», surgió el sinónimo «shagapa», que con el sufijo verbal «y» significa «bailar con cascabeles» o «cascabelear».

TRANCA: 1. Curvado, bifurcado, arqueado, sinuoso. Deriva del antiguo término quechua «tarca», corva de la pierna (registrado en el Lexicón); «tanka», forma de un palo con uno de los extremos bifurcados en dos ramas; y de «chanka» o «chaka», pierna, muslo, cadera. En algunas partes del Perú se utliza la palabra «tranka» para referirse a la pierna y en específico al muslo o a la cadera. Un estudio publicado en Agua, revista del Centro de Capacitación JM Arguedianos, en 2003, refiere que la palabra «tranka» procede de un dialecto de la región Chinchaysuyo y que es sinónimo de «chanka»; explica que, en las lenguas indígenas es frecuente el empleo de ciertos sonidos secundarios, provocando alteraciones fonéticas como la «ch» en «t-r», transformando así por ejemplo «chaki» en «t-raki», pie, y «chanka» en «t-ranka», pierna, muslo, anca de animal (Revista Agua, Centro de Capacitación JM Arguedianos, Año 1, N° 1, Huancayo, 2003, p. 29). 2. Aguila que extrae con violencia o arranca con rapidez su presa. Surge de la unión de «t’iray», arrancar de cuajo y con violencia, extraer de raíz las plantas menores, y «anka», águila.



REFERENCIAS:

* Lexicón, o Vocabulario de la lengua general del Perú, Fray Domingo de Santo Tomás, Lima, 1560 - Versión web:  https://archive.org/details/lexiconovocabula00domi
* Vocabulario de la lengua general de todo el Perú llamada lengua Qquichua o del Inca, Padre Diego González Holguín, Lima, Imprenta de Francisco del Canto, 1608 - Versión web: https://es.scribd.com/document/343732791/Gramatica-y-arte-de-la-lengua-general-del-Peru-1607-Gonzales-de-Holguin-pdf
* Diccionario Simi Taqe, Quechua-Español-Quechua, Academia Mayor de la Lengua Quechua, Gobierno Regional Cusco, 2005 - Versión web:  http://www.illa-a.org/cd/diccionarios/DicAMLQuechua.pdf.....
* Diccionario Kechwa-Castellano, Castellano-Kechwa, César Augusto Guardia Mayorga, Ediciones Peisa, 1970.
* Klauer, Alfonso. ¡Gua!, el insospechado origen del lenguaje, 2007, Edición electrónica gratuita. http://www.eumed.net/libros-gratis/2007b/273/indice.  Texto completo en: www.eumed.net/libros/2007b/  Cita seleccionada: «en algún momento la voz /ua/ empezó a tener las aproximadamente equivalentes e importantes connotaciones de «tierra», «lugar de nacimiento», «territorio», «espacio en el que se vive», etc. Pero muy probablemente también, y quizá bastante más tarde, cuando cada patria tuvo nombre propio, /ua/ habría pasado entonces a ser un simple sustantivo con el que genéricamente se denotaba «lugar», «sitio», «espacio». Cualquier lugar, cualquier sitio, cualquier espacio» (/UA/=lugar, territorio).
* CHINCHIRKUMA, CHINCHILKUMA. Revista de crítica literaria latinoamericana, Latinoamericana Editores, p. 73, 1993. Web:   https://books.google.com.pe/books?id=0aFdAAAAMAAJ
* CHANKA. Diccionario Quechua- Aymara al español, www.katari.org/diccionario/diccionario.php?listletter=quechua
*GOCHACHILCA. Artículo: Etimología de Gochachilca. El Quinto Jinete, 29 Dic. 2016 - https://el-goico.blogspot.pe/2016/12/etimologia-de-gochachilca.html
* GUAMBO. Toponimia de la provincia de Loja, Jorge Enrique García Alberca, p. 109, 2015.
* HUACHUMA. Dioses y enfermedades: la medicina en el antiguo Perú. Fernando Cabieses, G. Ediciones e impresiones, p. 16, 1974.
* HUACHUMA. Boletín de Lima, Temas 123-126, 2001.

* HUANCHAY. Artículo: Acerca del nombre «Huanchay». El Quinto Jinete, 26 Dic. 2014 - http://el-goico.blogspot.com/2014/12/acerca-del-nombre-huanchay.HTML
* HUAKANA. Primitivo Sanmartí, Los Pueblos del Perú, Imprenta y Librería de San Pedro, p. 193, 1905. https://books.google.com.pe/books?id=QT9lAAAAMAAJ 
* SHAGAPAY. Artículo: Aproximación al significado del nombre «Shagapay». El Quinto Jinete, 30 Dic. 2016 - https://el-goico.blogspot.com/2016/12/aproximacion-al-significado-del-nombre.HTML
* T’IRA. Diccionario quechua-español, español-quechua, p. 168. https://books.google.com.pe/books?id=C80uAAAAYAAJ
* T’IRAY. Jorge A. Lira, Diccionario Kkechuwa-español, Universidad Nacional de Tucumán, Argentina, 1945.
* TRANKA. https://yazg.wordpress.com/diccionario-quechua