jueves, 1 de septiembre de 2016



MONÓLOGO DE DANTE III 

Yo que traspasé las fronteras de la sombra,
bordeando la zozobra y preocupación,
abriendo la vida y echando los males
de los quirófanos, de las casas, de las cabezas,
¿cómo ahora no puedo avanzar 
por la negrura de esta última abra?.

Los años me martillan las sienes,
entumecido abrazo la vida que me deja.
Silencio confidente, temido, amado, odiado,
tú que hoy estás distinto,
has dormir el tiempo de mis ojos;
como en el último juego inconcluso
te toca suprimir el sonido y la luz,
para  que yo flote, ahora, hacia lo desconocido. 

Muerte, apura la noche que nos aleja,
aminora la pena  ajena
por la que no vienes.
Llévame ya que no he de sanar.
Que pase tu capa roja sobre este lecho
como pasa el eclipse cerrando el cielo.
No me asusta navegar por el agua en llamas.
Conozco el principio de tu eterno camino,
porque te he visto llegar e irte muchas veces, 
dejando los cuerpos en su lienzo blanco.
Con mi hato de recuerdos y las palmas juntas,
estoy listo para acompañarte.

Lucifer, sé que me esperas, escucha mi voz vertical:
Me lleva el silente recogedor de muertos
porque no has tenido el valor de venir tú mismo.
Desde aquí te desafío  
a dejar de mostrar ante mis pares
el brillo de tu tridente.
Mi alma es en esencia calmada, 
pero de tanto acudir a las defensas
aprendió a contagiar rebeldía;
anticipo que se agitará, resistirá
con armas que no tienen hierro ni pólvora
y jamás rendirá su paz en la guerra
sobre los candentes límites de tu reino.
Reto tu odio hasta ver tus cuernos perdonados
en la batalla infinita de los arrepentidos.

Arcángel San Miguel, vos que sólo hoy 
habéis llegado tarde a la cita conmigo,
pero que bien enterado estáis de mi andar,
serenad a quienes lloren mi partida.
Oid mi último deseo: cuando mi cuerpo empiece
a ser agujereado por tubulares intrusos
en la exacta prisión de ocho tablas,
recordadle a Dios que de pequeñín lo amé mucho
y de grande no pude hacerlo igual.
Mareado en las vueltas del mundo,
me adherí como pude al pecado...

Me he sentido sucio, pérfido, malo en el templo.
Madre: Ya no escuchan mi canto tus oídos vivos,  
 igual te digo que me siento un voluntario de fe
para llevar almas por los caminos de fuego.
Padre: Tardaré en hallar la huella de tu pie grande.
Sólo fui entrenado para descender al Infierno, 
pero irá mi humildad hasta el Monte Purgatorio.

No es fácil pasar entre dos montañas, 
pero a la hora coordinada la barca debe partir.



© Florencio Goicochea M., 2016.
 
 




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