jueves, 2 de abril de 2015


PONTO LAJA 

Cuento (*)

Hace siglos, había en el paraje conocido como Ponto (1) un pueblo floreciente. Sus hermosas casas, pertenecientes a prósperos hacendados de la región, se situaban al centro de una extensa y fértil pampa. 

Allí, todos poseían riquezas en oro y plata, tres veces al día sus sirvientes les preparaban verdaderos banquetes donde no faltaban los exquisitos quesos, choclos, panes, vino y chicha de jora, abundante carne y frutas. Convivían pacíficamente, pero en el fondo había entre ellos una rivalidad tácita y eran egoístas, sobre todo con los pobres que vivían en las zonas aledañas al poblado.

Cierta vez, aprovechando que en Ponto se había organizado una fiesta para celebrar la buena cosecha que habían tenido, el Señor de los Cielos bajó a la Tierra, para verificar en persona todo aquello que veía desde arriba.

Tomó la forma de un anciano de baja estatura, mestizo, de cabello cano e hirsuto, crecida barba; llevaba un deforme y viejo sombrerito con el borde roto, vestía ropas remendadas y andaba despacio, apoyándose en un bastón que no era sino un palo de chonta. Se veía muy pobre, pero en su rostro humilde se reflejaba la bondad y tenía en los ojos una extraña luminosidad.

Apareció por el camino grande, una mañana de sol radiante. Cuando de lejos divisó el pueblo de Ponto, el sexagenario decidió visitar primero a los pobres que habitaban en los alrededores. Ellos no tenían dinero y los pocos alimentos de la cosecha anual ya se les estaba terminando.

Se presentaba saludando amablemente y luego pedía que le obsequiaran algo de comer. Algunos que lo escuchaban sentían un poquito de pena por él, pero al no poder ayudarlo terminaban diciéndole que volviera a la hora de la merienda; no faltó alguien que, abrumado por sus propias carencias, escondiendo la mirada, lo escuchó sin oírlo; ninguno le dio ni siquiera una papita sancochada o un poquito de cancha, es que nada les sobraba. El Señor los comprendió, porque la pobreza los hacía racionar sus alimentos, guardarlos con mucho celo, y también sabía que se las ingeniaban para sobrevivir con lo poco que tenían.

Había caminado más de dos horas y tenía hambre como cualquier ser humano, pero en todos lados nadie pudo darle nada. Hasta que llegó a la casita de una mujer que vivía prácticamente en la miseria; su marido había muerto y sus dos pequeños hijos estaban desnutridos igual que ella.
--¡Allawchi!.¡Hamupay taytaku! (¡Pobrecito!¡Venga abuelito!), tantu calor quiasi, ¿di ónde pué estaraste veniendo?-- le dijo la humilde mujer apenas lo vio aparecer--.Paseste, discansaremo in sombrita.

Luego de tomar un sorbo del agua que un pequeñín le alcanzó en una tutuma, el anciano contó que venía de un pueblo de Ancash y quería ir a la selva a traer un poco de coca.

--¡Allawchi...!-- repitió --. Ojalá tuvira sopita, siquera maicito pa tostar pa su fiyambre desté, peru naíta mi queda, ayer barriu toíto y noy hallau ná. Ni plata tingo pa comprar in pueblo.

El lamento llegó como un grito lastimero a oídos del Señor, pero también como señal de una bondad espontánea y sin medida. Entonces comenzó a realizar su obra.

--Mireste tu hijita, cumo rasca su cabeza, tenerá liendres, espúlgala pué.

La madre obedeció y no tardó en desprender de los cabellos de la niña un gordo piojo que se dispuso a matar de inmediato.

--Avesh mamita-- la detuvo--, muéstramelo el piojo en tu palma, pa ver qué tanto grandi esh.

Ella lo hizo sonriendo y él tiernamente tomó su mano por debajo, diciéndole:

-- Ciérralo tu puño lintamente y manténgalo así, con firmiza.


A los pocos segundos, el puño se abrió por sí solo, entre los dedos brotaron relucientes monedas de oro y plata, eran tantas que muchas cayeron al piso. La mujer lloró de emoción y abrazando a sus pequeños se arrodilló ante el viejito milagroso.

--Cumuna dishtas monedas que vayen niños a cumprar comida-- sugirió.

--Simpre nos nigan, aura cum plata nusi harán rogar, vayen hijitos trayer papa, siquera chuclito, di pueblo. Peru no van contar di tayta luqui aymos visto-- ordenó la madre, dándole una ollita de barro al varoncito que no tenía más de nueve años.

Después el Señor expresó:

-- Dices que no tinesh granos, ¡irás tu terrao (terraza) y trayerás lu que encuentras, busca rincón pur rincón!.

Un tanto confundida, ella fue a buscar lo que estaba segura no tenía en los altos de la casa. Para su sorpresa, encontró algunos granos de varias especies y, con la alegría dibujada en su rostro humilde, se los llevó al buen anciano.

-- Vistesh cumsi había-- manifestó sonriendo. Sacó de su bolsillo una panquita y mandó a la madre nuevamente a la terraza--: Aura irás amarrar esti grano de maíz cumsu panquita in la soga ondi colgabas mazorcas. Y estus otros granitos vashte poner, uno, uno numás in cada dipósito. Cerrao puirta vas dijar, vintanitas ditrás tambín, y recín cuando me vaye labres, nu antes.

En instantes que la madre volvía a reunirse con el noble viejito, los niños llegaban a la vivienda muy tristes, casi llorando.

-- Toítos cocinao pa fiesta grandis ollas de moti, papas, sangu y sopa con tronchas di carni. Naides aceptau monera, naides nus queriu vender-- contó el varoncito.

-- Di ónde haberán robau ese plata nus luan dicho-- agregó la niña.

El Señor los atrajo hacia su pecho y como los viera derramar algunas lágrimas, se propuso alegrarlos:         

-- ¿Quererán comer carnicita cum papa, cum cancha?...Puentonci entrin cuarto y atrápinlo un cuycito.

-- Si no tenimu cuys-- se apuró en replicar el varoncito.

--Entrin niños, atrápinlo, yo loy visto, entrin ver sies verdá-- insistió alegremente el bienaventurado.

Y sucedió que apenas los hermanitos abrieron la puerta del cuarto, descubrieron decenas de cuyes que se desplazaban velozmente por el piso. Con asombro semejante vieron en un rincón varios costales llenos de papa y más allá unos enormes mates con maíz desgranado.

Observándolos contentos a la madre y sus criaturas, el todopoderoso consideró completa su obra y se despidió de ellos, recibiendo besos y caricias; las palabras no fueron necesarias en ese momento de dicha. Se marchó por el camino que conducía al pueblo de Ponto.

Al rato de haberlo perdido de vista, el varoncito de la casa exclamó jubiloso:

--¡Mamá, il terrao, il terrao, llino granos tá!.

La madre juntó sus manos por instinto y mirando al cielo recordó con cariño al anciano y su recomendación final: «Sen buenos y justos, haguen bien a utros y van compartir todo lo qui tinen, pa que nunca lis falte ná y sen felices».

--Así sirá taytay (padre mío). Así sirá Diosito, así sirá-- pronunció en voz baja, cerrando los ojos.

Los pequeños corrieron a abrazarla y juntos manifestaron con amor :

-- ¡Gracias Diosito! ¡Gracias taytay lindo!.    

El Señor los oyó complacido y vigorizó su avance. Resistiéndose a creer que el egoísmo reinaba en Ponto y deseando encontrar entre aquella gente rica a más de un hombre bondadoso, sencillo y justo, tomó la calle principal del pueblo. Los que transitaban lo miraban mal y algunos sólo de reojo; procuraban no acercársele, porque lo consideraban un pordiosero que no merecía la menor atención, sino sólo la indiferencia y desprecio por haber caído a esa condición.

A su paso los niños corrían asustados y las puertas que estaban abiertas se cerraban bruscamente. El Señor sintió una profunda pena, pero su amor por ellos lo impulsó a ir de casa en casa pidiendo algo de comer.

De casualidad halló semi abierto el portón de la casa del hacendado más rico. Adentro el ambiente era de fiesta: tomaban chicha, reían y hablaban de sus riquezas, mientras les servían la merienda, a las cinco de la tarde. Pero cuando vieron al pobre anciano se escandalizaron tanto, que la dueña se apresuró en ir a echarlo.

Molesta cerró la gran puerta y lo regañó:

--¡Qué quiéres!¡Acá no hay nada pa ti!¡Vete, vete, traes mala suerte!.

Tras escuchar esto, el todopoderoso se atrevió todavía a rogar:

--Si tinesh bastanti comida pa tu genti, siñora linda, demeste puquito a mí tambín.

--¡No, no! ¡Comida no tengo pa ti, prefiero dar a mis animales!¡Vete, vete, acá nada te vamos dar!--, le contestó agriamente.

Cabizbajo se dirigió a otra vivienda, a la vuelta de la esquina, en tanto la mujer de tez blanca, alegre volvió a abrir el portón, dándose con la tremenda sorpresa que adentro todos los comensales se habían convertido en puercos de distintos colores. Presa de la desesperación por verlos con el hocico en la suculenta comida, botó a todos los chanchos fuera de su casa, maldiciendo:

--¡Váyanse de acá, fuera, no los quiero aquí!.

Habiéndose quedado completamente sola, empezó a deambular profiriendo incoherencias y buscando agua sucia para «lavarse» las manos repetidas veces.

Ya ajeno al destino de la desdichada mujer, el Señor continuó pidiendo alimento. Nadie le hacía caso, unos le echaban los perros, todos le negaron el pan. Y tuvo que irse de Ponto sin haber conseguido de nadie ni una palabra de solidaridad, ni una señal de humanidad.

Se fue, cuesta arriba, por un zigzagueante camino. Al llegar a la colina más alta, afirmado en su bordón miró un instante el pueblo, triste volvió la cara y siguió alejándose con el paso cansino. Desapareció con la oscuridad de la noche.

Más tarde, nubes negras se juntaron en el cielo sobre Ponto y comenzó la mangada, acompañada de truenos y relámpagos; cayeron rayos que partieron varias casas y la tierra tembló horrorosamente. Un sonido ensordecedor precedió el final: miles de piedras, con espeso lodo, se precipitaron desde las alturas, sepultando por completo lo que alguna vez fue el pueblo de Ponto.

Milagrosamente, algunas precarias viviendas de los pobres se mantuvieron en pie. Menos de diez personas sobrevivieron al desastre y pudieron contar lo ocurrido a sus descendientes.


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(*) Recreación del relato proporcionado por la señora Gudelia Malqui López, natural de Gochachilca (Huacrachuco, Marañón, Huánuco). A ella le contó esta historia su madre Balvina López Herrera, quien a su vez la había aprendido de su prima Ángela Herrera Sifuentes, a quien se la transmitió su madre doña María Sifuentes-- una de las primeras pobladoras de Ponto, junto a su hermana Timotea --, a comienzos del siglo XX.

(1) Ponto es un barrio de la parte alta de Gochachilca, a 1.5 kilómetros de la ciudad de Huacrachuco (Marañón, Huánuco). La zona del desastre a la que se hace referencia en el cuento está en la cabecera del villorrio y al pie de Ponto Laja. Aún en los tiempos actuales, cada vez que llueve, caen piedras del cerro. Gran parte de Ponto está cubierto de piedras, el resto se aprovecha para la agricultura. 


lunes, 5 de enero de 2015

MARINERA NORTEÑA

Danza de cortejo y conquista

El cortejo cercano en pleno baile
La mirada los delata. Se gustan y en la fantasía están enamorados. Ella, de cautivadora belleza, grácil y acicalada, se contonea y retoza coquetamente con los pies desnudos, encendiendo la llama del romance. Y él, poseedor de un carisma cuasi magnético, galante, de buen porte, matemáticamente atrevido, conquistador de una sola dama, la sigue con su baile que es a la vez de acoso y seducción. El ‘chalán’ y la ‘campesina’ se atraen; ambos se muestran felices en ese juego de picardía y sensualidad, en esa danza de la conquista mutua que es la marinera norteña.

A diferencia de las variantes limeña, más señorial, y de la serrana, más lenta, la marinera norteña es dinámica, muy alegre y libre. Es el baile representativo de toda la costa norte del Perú, teniendo su base principal en la ciudad de Trujillo, donde todos los años, desde 1960, en la segunda semana del mes de enero se realiza el Concurso Nacional de Marinera. Hay mucho esfuerzo y preparación detrás de este certamen, ello se nota en la organización a cargo del Club Libertad de Trujillo, en el elegante vestuario que lucen las parejas concursantes y, sobre todo, en el estilo y refinado talento que despliegan en la pista de baile del tradicional Coliseo Gran Chimú.
 
ORIGEN DE LA MARINERA
 
Este baile que causa asombro por sus sugerentes pasos y refinado estilo tiene raíces africanas y españolas. Como «ritmo de contrapunto», la marinera guarda similitud con el antiquísimo fandango español, danza típica de Andalucía en el siglo XVIII.


Marinera, según Pancho Fierro.
Acuarela, siglo XIX.
Cuando el fandango llega al Caribe pasa a ser el baile tradicional de los zambos y negros, quienes lo enriquecen con sus movimientos sensuales y/o eróticos, propios de África. Poco a poco la danza andaluza fue expandiéndose por toda Sudamérica y recibiendo nuevos nombres. Fuentes documentales refieren que a principios del siglo XIX existía en el Perú una danza conocida como zambacueca o zamacueca, la misma que más tarde se conocería indiferentemente como mozamala, tondero, resbalosa, zajuriana y chilena.

Aquel ritmo de negros, zambos y mulatos de Perú y Chile --donde se conocía como cueca o zamacueca--, fue haciéndose popular entre los criollos hasta convertirse en la danza nacional peruana. El historiador Juan José vega cuenta que al principio las mujeres de alta sociedad la bailaban a escondidas, porque era criticada por su sensualidad.

Abelardo Gamarra, "El Tunante"

El nombre de ‘chilena’ se había popularizado tanto en el Perú que al estallar la Guerra del Pacífico (1879) se generó una corriente de opinión para designar el baile de otro modo. Fue el escritor liberteño Abelardo Gamarra Rondó, «El Tunante», quien propuso el nuevo nombre de ‘marinera’, porque en aquella época el mundo estaba asombrado por las proezas de nuestra Marina de Guerra y del monitor Huáscar.

Así sucumbió la ‘chilena’ y nació la ‘marinera’, que representa el acosamiento típico de los bailes andaluces, donde el varón va en pos de la mujer hasta conseguir seducirla, rendirla, casi besarla, conquistarla.

La marinera norteña ha evolucionado bastante. Se han definido y perfeccionado los pasos (zapateo, acompañamiento, media luna de rodilla, escapada), los estilos de baile, la música y la letra (dos estrofas más un remate).

Al principio los movimientos son lentos, los bailarines hacen pasos a tres tiempos, marchando en círculo o desplazándose de costado. Él la busca, ella parece esquivarlo. Giran formando la figura de un ocho, logrando los dos primeros contactos a manera de sincero acercamiento; luego realizan  el vigoroso contrapunto, marcado por las vueltas, contravueltas, aproximaciones y alejamientos, hasta llegar a los sensuales acompañamientos (cortejo cercano). Él zapatea con la punta y el talón, ella hace lo propio cogiéndose la pollera y moviendo las caderas. Al final, la bella dama toma una postura de rendición y entrega, en tácita aceptación de los requerimientos del varón, quien a la vez termina con una rodilla en el piso y en actitud reverente hacia ella.

Una de las marineras más conocidas es la creada por Luis Abelardo Takahashi Núñez, titulada «Sacachispas». Desde el comienzo la letra entusiasma al público: «La jarana va a empezar / al golpe de un buen cajón / salgan todos a bailar / y ajústense el pantalón...» Y el remate tiene un estribillo de ritmo cadencioso, dinámico y alegre:

¡Saca cholo chispas del suelo, sí!
agitando el pañuelo, no
saca cholo chispas del suelo, sí
agitando el pañuelo, no.

Marinera de mi tierra
que se baila hasta en el cielo...

La marinera en general tiene una gracia singular, un encanto mágico que alimenta el alma. Alegra, une y seduce por donde sus cultores la llevan. Y es peruanísima, señores.



viernes, 26 de diciembre de 2014

ACERCA DEL NOMBRE «HUANCHAY»

Cascada de Horcón.
El nombre «Huanchay» proviene de las voces quechua «hua» (parte superior, arriba) y «chay» (de chayay: llegar, arribar), enlazadas por el elemento «-n» (marcador de la tercera persona singular). De tal forma que «huanchay» significa literalmente «el que llega de la parte superior»; más adelante veremos que se alude a la llegada del agua, considerado en el mundo andino como un ser sagrado, con lo cual el significado esencial sería: «agua que llega de lo sagrado» o «llega el agua sagrada».

«Huanchay» pertenece a la misma familia léxica de las palabras «wachay» (parir, dar a luz, procrear, fructificar; también producir, multiplicar) y «hawanchay» (colocar una cosa diferente en la superficie de otra). Las tres derivan de la raíz «hua» y además tienen en común el sufijo de acción verbal «chay».

La partícula «hua» es particularmente muy importante, porque se trata de una raíz-madre de la cual han nacido innumerables palabras en todo el mundo. Su origen, por tanto, es antiquísimo; quizás «hua» haya sido la primera palabra pronunciada por el hombre de la prehistoria, tal como lo postula Alfonso Clauer [1] en «¡Guá!, el insospechado origen del lenguaje» (Lima, 2007); sus primeros significados bien pudieron ser «tierra», «lugar de origen», «lugar de nacimiento», «sitio», etc.
 
Para hallar el significado de «hua» más próximo a nosotros, es preciso analizar los primeros registros del idioma quechua realizados en la época colonial. Tomemos como guía la palabra «hawanchay», considerando previamente los términos «hawa», que significa 'de arriba, afuera', y «hawan», 'arriba, por arriba, encima' [2].
 
En Vocabulario de la lengua general de todo el Perú (1608), de Fray Diego González Holguín, el texto más profuso que se haya escrito acerca del quechua, encontramos: «hahua», sobre, encima; «hahuanpi», arriba de algo; «huaci hahua», encima de la casa; «huaci hahuan», el techo, lo más alto de la casa; y «Huacip huanpi», por encima de casa, o más arriba de casa, o más fuera de la casa.
 
Se deduce que «hahuanpi» y «huanpi» tienen parecido significado, con la diferencia que «huanpi» se refiere a lo que está más arriba, en la parte más alta. Si dividimos en partículas la palabra «huanpi» nos acercaremos al significado literal de «hua» : Hua-n-pi, «en su parte más alta» o «en su parte superior» [3], dado que «pi» equivale a «en» y el elemento «-n» en este caso actúa como sufijo posesivo.
 
Arte y vocabulario de la lengua quichua general de los indios del Perú (1754), de Fray Diego de Torres Rubio, corregido y aumentado por Juan de Figueredo, trae un nuevo significado para «hahuan»: altura. En dicho texto se advierte que «hahua» es una preposición equivalente a sobre y supra; la diferencia es explicada así: «supra, también significa sobre, pero no tocando la cosa inmediatamente, sino por lo alto; y entonces la preposición es hanac». Esto quiere decir que «hahua» y «hanac» ( o «hanan», arriba, alto, parte superior) aluden a lo que está «sobre o encima», pero en niveles distintos; por ejemplo, «hanacpacha»: cielo, lugar alto, el mundo de arriba.
 
Vemos que tanto «hanac» como «huanpi» hacen referencia al espacio o lugar más elevado, y que «hua» significa «parte superior». Sin embargo, estos significados son un tanto ambiguos; particularmente, la raíz «hua» o «wa», tiene un significado más profundo y trascendente.
 
Según la cosmovisión andina, hay dos planos de existencia:
 
a) Ka : La realidad material, visible, cognoscible. En este plano se sitúan el «ukhu pacha» (mundo de adentro), el «kay pacha» (mundo de aquí) y el «hanac pacha» (mundo de arriba).

b) Wa: La realidad inmaterial, invisible, intangible, incognoscible. En este plano está el «hawa pacha» (mundo de afuera), el universo que está más allá de nuestros sentidos [4], el espacio-tiempo de lo sagrado, lo esencial, lo trascendente.

Todo lo que existe en la realidad que conocemos se origina en el plano Wa y hacia él retorna todo en forma cíclica. En la filosofía andina los ciclos de vida son continuos y complementarios, la muerte es un tránsito de reintegración del ser a la energía cósmica de Wa ( fuente de vida y sabiduría), donde luego de un tiempo recibirá otro impulso vital para comenzar un nuevo ciclo de existencia en Ka.
 
Entonces, considerando que la raiz «hua» o «wa» hace referencia a lo sagrado, podemos descubrir el principal significado de «wa-chay» (parir). Esta palabra que resulta de la unión de «wa» (lo sagrado) y «chay» (llegar) significa: «llegada de Wa» [5]. El nacimiento de un nuevo ser se puede interpretar como «la llegada de lo sagrado», porque el neonato trae la esencia vital del plano sagrado. 
 
Río Gallán, que baja desde los 3,950 msnm
«Hua-n-chay» tiene un significado parecido. La presencia de la partícula «-n», marcador de la tercera persona singular, determina la leve variación respecto a «wachay», siendo el significado esencial de «Huanchay»: «el que llega de lo sagrado», «el que llega de Wa» o, simplemente, «llega de Wa». ¿Y quién llega de Wa?. Justamente el que nace, un ser que viene cargado de la esencia de Wa o, lo que es lo mismo, un ser sagrado.
 
Y este ser al que se alude no es otro que el agua. Porque el agua en el mundo andino es un ser vivo [6] y sagrado; su presencia es cíclica y permanente; fecunda la tierra para generar vida; en los lagos, lagunas, ríos y en el mar propicia la vida y la reproducción de los peces; se utiliza para el riego, el baño (efecto purificador), la preparación de los alimentos, etc; es esencial para el desarrollo de la vida en el planeta. Llega de arriba (en forma de lluvia o cascada), nace en la laguna (río) o brota del subsuelo (ojo de agua, manantial), cubre de vida la tierra y los océanos, trasciende y vuelve a aparecer pura y cristalina.

Como símbolo de vida, fertilidad, productividad, purificación, alegría y bienestar, el agua tuvo gran importancia para nuestros ancestros; era considerado un ser divino y se le rendía culto. En el Tawantinsuyo, en el mes de octubre, se celebraba el Oma Raymi (Fiesta del Agua); el cronista Guaman Poma perennizó el rito en el Calendario Inca designándolo Oma Raymi Quilla (mes de la fiesta de orígenes). Para minimizar o contrarrestar el masivo culto al agua, los españoles impusieron en fecha adelantada, el 8 de setiembre, la fiesta en honor a la Virgen de la Natividad.

EL AGUA : SER SAGRADO

La palabra «huanchay» está muy relacionada con el agua. El rastreo de este vínculo nos lleva hasta los mitos de creación y leyendas del Antiguo Perú, donde resulta evidente la importancia del agua como elemento sagrado de origen -- una leyenda nos dice que Manco Cápac y Mama Ocllo salieron del lago Titicaca; Nailamp, el fundador del reino Sicán, vino del mar--, vida y fecundidad; en lo que nos atañe, comenzaremos viendo el parecido estructural que existe entre «Huanchay» y los antiquísimos términos «huachac» y «huachaj», de la misma familia léxica del actual «wachay» (parir), para comprender y relacionar los significados.

En el mito de Urpay Huachac se cuenta el origen de los peces en el mar. Cuniraya, dios del campo --frustrado por no haber alcanzado a Cauillaca y su hijo, que se internaron en el mar transformándose en las actuales islas de San Pedro (Lurín, Lima)--, violó a una hija de Pachacamac y al intentar hacer lo mismo con la segunda ésta se transformó en paloma y voló, razón por la cual a su madre se le llamó Urpay Huachac (la que pare palomas). Más encolerizado al saber que Urpay Huachac estaba ausente porque había ido a visitar a Cauillaca, arrojó al océano los peces que criaba ella en un estanque; por aquella época no había peces en el mar. Desde entonces Urpay Huachac fue considerada diosa del mar y de los humedales, madre de los peces y de las aves marinas [7], siendo venerada principalmente por los pescadores.

Se cree que «huanchay» en realidad deriva de «huachaj», término de raigambre protoquechua, que significa: pantano, ojo de agua, lugar que siempre permanece húmedo.

Tal significado aparece en el vocabulario adjunto al relato de «La Laguna de Quingray Quero» [8], leyenda recogida por Juan L. Rocha en la región del Chinchaysuyo y publicada el año 1944 en la Revista del Museo Nacional. Allí la sinonimia entre «huachaj» y «pantano» (o «humedal») es muy clara: «junto al cerro de Quingray Quero, existe una enorme piedra de superficie plana y de color gris negro que está rodeado por un huachaj y totoras [...] en ese mismo sitio, hubo (antaño) una laguna muy grande y profunda que rodeaba a la piedra [...] En la profundidad de sus aguas, aseguran, habitaba un puma de oro, de tamaño extraordinario, que era ‘Illa’ (animal sagrado) de la región y ‘madre’ de la laguna».
 
En «Geomorfonimia Argentina»(Universidad Nacional de Tucumán, 1959), Alberto Vúletin señala: «Marjal es pantano en español y se dice en mapuche ñadi; en quichua huachaj, chúra y cúra». De modo similar, en «Quechuismos en algunas regiones de Colombia» (1980), Eduardo Unda Lozada registra: «Huacha. Pantano, ojo de agua, lugar que siempre permanece húmedo. Viene del quechua huachaj con el significado anterior».
 
Vocablos de cercano parentesco semántico con «huachaj» son «huachaque», «huanchaque» o «wachaque», usados de manera indistinta para referirse a: chacra hundida que se obtiene excavando el terreno hasta alcanzar el manto freático o agua subterránea; puquio, agua que brota del subsuelo; pantano, humedal; pozo, estanque, reservorio.

Wachaque es una palabra en lengua Cauqui --dialecto casi extinto del idioma Jaqaru, hermana del idioma Aymara--, que significa: «donde gotea el agua» [9]. De allí su uso para llamar así a un estanque o reservorio.

Un antiguo registro histórico nos indica que existió un vocablo similar en el Quingnam -- idioma del reino Chimú, que fue desplazado por el quechua del Chinchaysuyo--. En una carta, fechada el 5 de agosto de 1535, Francisco Pizarro le cuenta a Martín de Estete acerca del descubrimiento de la ciudadela de Chan Chan en 1534 y menciona entre otros términos quingnam el topónimo «guachaque» ( o huachaque), refiriéndose a la poza donde crece la totora [10]. Según el antropólogo Víctor Antonio Rodríguez Suy Suy, estudioso de la cultura Mochica --predecesora de Chimú--, el término original quingnam es «guachák», con el mismo significado.

Los chimús desarrollaron la técnica agrícola de chacras hundidas, wachaques, para sembrar principalmente la totora, usada en la fabricación de balsas conocidas como «caballitos de totora», el vehículo por excelencia de los pescadores en la antigüedad. Además, los chimús hicieron wachaques para almacenar agua pura, que eran reservorios considerados lugares sagrados; según el arqueólogo y antropólogo Francisco E. Iriarte Brenner: «En Chan Chan se denomina huachaque a los pozos que, casi alrededor de cien, sirvieron para obtener agua del subsuelo para el servicio doméstico de la población. También se les llama así a las lagunas y las zonas bajas y húmedas que están al sur de Chan Chan cerca al mar» [11]. 

Del análisis estructural de «huachac», «huachaque» y términos similares, vemos que la constante más sonora es la terminación que, sin duda, podemos asociar con la voz «ch’aq», sonido producido por la caída de gotas de agua en una caja sonora. Muchas palabras del quechua están compuestas de voces que reproducen los sonidos de la naturaleza; el más claro ejemplo para nuestro estudio es «phaqcha» (chorro, cascada de agua), que recoge «ch’aq» y el sonido «phaq», ruido del agua que cae sobre una superficie sólida.
 
Laguna huanchaysina donde nace uno de sus ríos.
Ya en el Lexicon, o Vocabulario de la lengua general de todo el Perú (1560), Fray Domingo de Santo Tomás había registrado «Paccha», con sus significados «fuente de agua, que sale de alto»; y «chorro de agua». En opinión del investigador Gregorio Paucar Salvador: «La cascada o salto grande de agua (en español catarata) adquiere el nombre de paqcha, porque el caer del agua produce sonidos como paq chaq, paq chaq» [12].

Por lo señalado en los párrafos que anteceden, podemos concluir que «huanchay» deriva tanto de «huachac», «huachaj» y «guachaque», palabras cuyo origen se remonta a la época precolombina y que hacen referencia en simultáneo a la madre uterina, al agua y al lugar donde se reproduce la vida. Inclusive, la Academia Mayor de la Lengua Quechua, registra un término bastante cercano, «wanchaq», señalando que para algunos investigadores este término viene de «wachaq: la que pare o procrea» [13].
 
Vía esta segunda corriente teórica, el significado del topónimo «huanchay» sería «lugar de donde viene el agua»; esto considerando que deriva de «huachac», palabra compuesta de «hua» (parte superior, lo sagrado o lugar sagrado) y «chaq» (sonido del agua, o simbólica y simplemente agua). Por aproximación significaría también «donde nace el agua».

LA FIESTA DEL HUANCHACO

Lo cierto es que todas las rutas de investigación del nombre «huanchay» conducen a relacionarla con el agua: fuente de vida y ser sagrado. Otro dato que contribuye a reforzar precisamente ello es que en Cajamarca, actualmente, cada 8 de setiembre se celebra la Fiesta del Huanchaco ( o del Huanchac) denominándola ya como la Fiesta del Agua.  

El folklorista cajamarquino Juan Jave Huangal afirma al respecto: . «Es una fiesta precolombina. Los Caxamarcas adoraban al agua. Por ello, Huanchaco viene de huachak que significa puquio o manantial. En Baños del Inca se realizaban las ceremonias donde se rendía culto al agua y cuando entraron los Incas le pusieron Umac Raymi, que está incluido en su calendario festivo. Iniciar en setiembre tiene un significado especial, ya que es el mes donde inician las lluvias. Los campesinos a través de su danza se acercan a su Wiracocha» [14].

Investigaciones arqueológicas realizadas en 1979 por el Instituto Nacional de Cultura - Cajamarca, con la conducción de Roger Ravines, y otras posteriores en el 2001, se pudo conocer que en el Complejo de Baños del Inca hubo canales, estanques y construcciones para rendir culto al agua, restos de la Cultura Cajamarca [15]. El historiador cajamarquino Julio Sarmiento Gutiérrez sostiene: «el agua fue y es abundante en esta zona y podemos observar algunos de estos huachac, huachaques, manantiales o puquios como el de santa Rosa, en los predios del estadio [...] existían muchos de éstos en épocas anteriores y a la llegada de los hispanos» [16].

Como ya se ha indicado en la primera parte, los españoles hicieron lo posible por acabar con el culto al agua, pero no lo lograron. Actualmente la celebración es mixta. Antes de la fiesta los campesinos limpian las acequias y canales de riego, días después van a la ciudad para disfrutar de las danzas (los incaicos, los chunchos y las pallas) y asistir a la misa solemne en honor a la Santísima Virgen de la Natividad, a quien le piden lluvia suficiente para tener buenas cosechas. Como el agua, la Virgen de la Natividad representa el origen, el nacimiento y la fecundidad.
 

Centro Poblado de Huanchay, en el distrito de Huacrachuco (Marañón, Huánuco)

Catedral de piedra de Campana Machay, atractivo turístico de Huanchay.

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[1] «en algún momento la voz /ua/ empezó a tener las aproximadamente equivalentes e importantes connotaciones de «tierra», «lugar de nacimiento», «territorio», «espacio en el que se vive», etc. Pero muy probablemente también, y quizá bastante más tarde, cuando cada patria tuvo nombre propio, /ua/ habría pasado entonces a ser un simple sustantivo con el que genéricamente se denotaba «lugar», «sitio», «espacio». Cualquier lugar, cualquier sitio, cualquier espacio». Klauer, A.: (2007) ¡Gua!, el insospechado origen del lenguaje, Edición electrónica gratuita. Texto completo en www.eumed.net/libros/2007b
[2] Diccionario quechua: Cuzco-Collao, Antonio Cusihuaman G., Ministerio de Educación/ Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 1976.
[3] Hua. ‘parte superior’, ‘arriba’. Cf. Gonzales Holguin, p. 144: «Hahua. Sobre, o tras de, o después de» y «Hahua. Sobre y encima» (p.145). También Lira (p.234) trae: Háwa. ‘sobre’, ‘encima’, ‘encima de’, ‘tras’, ‘después de’ / Huan. «Ver huanpi Frase: Huaci huanpi, más arriba de casa, etc.» MG (L, 130) / Huanpi. «Por encima de, más arriba de» (L,132). Podría analizarse así: hua-n-pi ‘en su parte superior’ (Cuadernos del Instituto de Investigaciones Folklóricas, Volúmenes 3-4, pp. 210 y 211, Argentina, 1962).
[4] «El Hawa Pacha es el primer mundo; aquel gran Océano del Cosmos donde vibran los tiempos y los grandes sistemas galácticos que no se ven, pero existen. Es el universo invisible que ocupa un espacio y un tiempo diferentes. Está más allá de nuestros sentidos y existe, aunque los ojos humanos no sean capaces de percibirlo» (Federico García y Pilar Roca, Pachakuteq: una aproximación a la cosmovisión andina, Lima, Lumbrera Editores, 2004, p. 27) https://es.scribd.com/doc/87409455/Pahakuteq-Ninanturmanya-La-raiz-sagrada-WA-y-los-ciclos-cósmicos
[5] Ibid
[6] «el agua es un ser vivificante y fecundante. Sin agua no hay vida [...] Así, para las culturas andinas, el riego es una recreación del agua, una modalidad en que el agua es criada. En la cosmovisión campesina andina el agua es un ser vivo, es una persona que habita el paisaje o el pacha. Está por tanto ligada a la ritualidad y a las creencias». (Aguas y acequias: los derechos al agua y la gestión campesina de riego en los Andes bolivianos, Gerben Gerbrandy - Paul Hoogendam, Plural editores, Bolivia, 1998).
[7] María Rostworowski, Pachacamac y el Señor de los Milagros: una trayectoria milenaria, Segunda edición, IEP, 2002. -- Pachacamac, Obras completas de María Rostworowski, Volumen II, IEP, 2002.
[8] Revista del Museo Naciional, tomo XIII, Lima, 1944, pp. 89-92
[9] Perú en cifras, 1944-1945 Darío Sainte Marie. Empresa gráfica Scheuch S.A., 1945, p. 16.
[10] Portal de Chiquitoy, p. 8. http://chiquitoy.net/index.php?option=com_content&view
[11] Actas y trabajos, VI Congreso Peruano: Hombre y Cultura Andina, UIGV-Facultad de Ciencias Sociales, 1985, p.152.
[12] Artículo: El Kichwa: ¿Origen motivado o convencional?, Lic. Gregorio Paucar Salvador, diario Hoy-Huánuco, 28 Feb. de 2014, p.7. http://issuu.com/hoyperu/docs/hoy_viernes_28_de_febrero_2014
[13] Diccionario Simi Taqe, Quechua-Español-Quechua, Academia Mayor de la Lengua Quechua, Gobierno Regional Cusco, 2005
[14] Entrevista del 12 Set. 2013 - http://www.panoramacajamarquino.com/noticia/los-chunchos-de-cajamarca-ofrenda-mágico
[15] Artículo: ¿La Fiesta del Huanchaco, Huachac o huachaques?, Julio Sarmiento Gutiérrez, Panorama Cajamarquino, 8,9 Set. de 2012, p.6 http://www.panoramacajamarquino.com/noticia/la-fiesta-del-huanchaco-huachac-o-hu...
[16] Ibid    

*Fotos: Cortesía de Huacrachuco Huanchay, Facebook.
 

domingo, 10 de agosto de 2014

LOS CÓDIGOS DEL POETA-PINTOR JOSÉ PINEDO

Viaje a través de «El árbol que canta en tus ojos»

Un poco tarde, pero no a destiempo, he leído «El árbol que canta en tus ojos» (2005) del poeta ancashino José Pinedo Pajuelo (Casma, 1935). No es un típico libro de poesía: acicalado, finito y de un poema por página, donde fácilmente se distinguen los más logrados versos. No, se trata de un libro con códigos de presentación y lectura diferentes; desde la portada se intuye el misterio y la fantasía de las páginas interiores, donde el lenguaje del artista aparece en sus versiones de pintura y poesía, porque José Pinedo es un poeta-pintor.

Su poesía es un trazo continuo de figuras, como si se tratara de un viaje de exploración en que cada momento está unido fuertemente al siguiente, así cada poema es una sucesión de descubrimientos y emociones que no terminan cuando se llega al final. En los versos de largo aliento están presentes el espíritu viajero, el gozo de sentirse libre en la naturaleza viva, el amor por lo autóctono, la elegancia para referirse a las mujeres, la tierna evocación de vivencias cotidianas en diversos espacios geográficos, la reacción frente a la injusticia, pobreza y desigualdad, todo ello combinado con la visión cosmopolita del poeta.

Al leerlo notamos que Pinedo es un guía fantástico, cuya narración poética nos entusiasma y conmueve; no obstante su gran estatura intelectual, lo percibimos cercano, tangible, romántico, perennizado en los rumbos por donde parece continuar llevando mensajes impregnados de amor y de esperanza, como cuando era empleado de correos y alegremente recorría diversos pueblos ancashinos y huanuqueños: Huaraz, Caraz, Sihuas, Yungaypampa, Yuramarca, Huacrachuco, etc.
  «secretaria la azucena
                             la amarilis
                                         la margarita
que pueblan este poema que se abre cual tuna de los potreros
o de los caminos de herradura do una niña rubia
de sonrisa y ojos claros que bajaba al Río Grande
era el trigal de mi poesía y cerca del murmullo
de las cristalinas aguas del Saltana vivía
la chiquilla de ojos de ébano que así como una náyade
gustaba recrearse en las delicias del río Huagas y
una perlita de andar airoso llamada Perla
en los peroles de cobre mandaba tostar la jora
para la elaboración de la chicha y con voz de cactus
abría los surcos del dolor por la señorita secretaria
del hambre
             de la miseria
                             de los dum-dum
                                                    y
                                                   de la muerte»
                                                   [SECRETARIA EJECUTIVA].

Por su manera de escribir, de corrido, aparentemente sin pausas, trastocando las formas convencionales y mostrando en cada creación la huella de la innovación, reconocemos en José Pinedo a un poeta vanguardista. Ha creado una forma de expresión particular, un estilo libre, su estilo, situándose a prudente distancia del estilo de otros autores. Es único, porque sus versos tienen un orden especial y se hallan unidos al cuerpo del poema siguiendo particulares reglas de construcción; lo primero que se nota es la deliberada supresión de los signos de puntuación, lo cual es un choque visual que podría hasta desanimar al lector, pero al mismo tiempo invita a descubrir el misterio del texto, a descifrar sus códigos más ocultos, dejándonos la sensación que también podemos entender perfectamente el mensaje de sus enigmáticos óleos.
«Es el arte -tierna rama-
que cantando al natural color de la natura
pinta tu figura frágil y dulce
y describe en pinceladas la diversidad de los hots pans
que ciñen la geometría del tesoro
encantador de tu cintura y
en poesía cuando desde tu engalonado dormitorio
bajas por los peldaños de la
                       e
                        s   c
                             a   l
                                  e   r
                                       a
muestra la primaveral blancura de tus piernas
dibujadas en el vientecillo de mi pensamiento y
entre dos luces del atomismo del día» [ES EL HOMBRE].

Los poemas son de compleja construcción y acumulación de significados. Algunos son tan densos y de premeditada estructura visual (alineación caprichosa de los versos), que es necesario estar muy concentrado para no ser arrojado a la orilla del principio por las oleadas de palabras y metáforas. Por ello, como dice el poeta trujillano Bethoven Medina: «La lectura de su poesía exige rapidez y concentración, de acuerdo a estos requisitos el lector reconstruye el mundo del poeta».

Sería realmente difícil descifrar o comprender los mensajes de algunas composiciones, si el viajero poeta-pintor no hubiera tenido el tino de usar matemáticamente las mayúsculas como principal código para distinguir las pausas breves, las llamadas, los subtítulos, las ondulaciones rítmicas y los elementos que requieren pronunciación fuerte; cualquiera sea la estructura elegida, el uso de las mayúsculas --y hasta su calculado no uso-- le da ritmo y musicalidad a los versos, de alguna forma va marcando el itinerario de viaje del lector a través de los poemas, aún de los más complejos.
«La Noche Duerme Y Las Casuarinas Aletean / el grito del hombre cual pájaro d fuego en la senda d su vuelo / grita por el real derecho del niño y tú GaviotaDeSeda / bella y esbelta atraviesas el Africa del hambre y el parque / azucarado d frutos por donde VaMiCorazónAPie» [LA NOCHE DUERME Y LAS CASUARINAS ALETEAN].
 
«y de Carmelinda que leía los versos / de Almafuerte en sus viajes de Huari a Caján de donde me llamaba / telefónicamente para darle a manos llenas los lirios de la luna y / los gallitos de las rocas del sol sin faltar las serenatas / que la transportaban de las ventanas a un jardín de ensueño do / le hablaba de los colores del viento de mis lágrimas / que eran finísimas gotas de lluvia que caían en los ojos / de las piedras de la Cueva de Ucurragra de los wakrachucos y del gorjeo / del río que bajaba de los cristales de una fuente cuyas aguas / cantarinas acariciaban su pie izquierdo tan delicado como su pie / derecho y ella encendida me describía su sentimiento y sobre / Tinyash una monumental ciudadela de piedra enclavada en la altitud / de la puna do el silencio es un sonido que despierta a la quena» [ENTRE EL MAR AZUL EL TUL DEL VERANO].
 
«yo / poeta a puñetazos / jugador / protestatario / de pictóricas palabras / al servicio de la conjugación / del AMOR / le canto horizontalmente / con las pichichancas / y los rojos geranios / del poema / para que siga viviendo / con su sonrisa de mar / en la corteza del tiempo / antes que la muerte / me la arrebate nuevamente» [POEMA].
 
Como en su propuesta pictórica, hay en su poesía misterio, magia y una amplia visión del mundo. Pinedo es un poeta romántico y libertario, un creador culto y con variados recursos estéticos, que siempre está proponiendo lo inusual, lo diferente, lo nuevo; entonces, no llama la atención que en su metódico afán por alejarse del orden establecido nos sorprenda, por ejemplo, introduciendo en los poemas la «d» en sustitución de la «de» como elemento de ruptura del idioma.

Y es que la ruptura es una constante en el universo creativo de Pinedo. Quizás la mayor muestra de la ruptura o alteración de la estructura y del idioma sea «ÁRBOL Árbol», un poema donde juega con la palabra «árbol» en cacofónicos subtítulos que apenas guardan relación con los versos que siguen al pie, siendo imperioso prescindir de su lectura para tratar de disfrutar, a pesar de los cortes abruptos, del discurso poético que viene nutrido de versos sueltos o fragmentos de poemas. En su recurrente búsqueda de originalidad, en «ÁRBOL Árbol» el autor ha integrado diversos temas, pero no ha logrado darle la unidad ni el orden requeridos. Es un poema panorámico, pero muy fragmentado; dentro de su estilo vanguardista, Pinedo ha intentado un poema integral, ha desbordado su creatividad tratando de comprenderlo todo y de darlo todo, pero la dificultad para leerlo y entenderlo nos indica que el resultado no ha sido tan bueno. O es un antipoema de rupturas radicales, con un sistema interno en ebullición, donde se ponen de manifiesto la libertad y el carácter innovador del creador.
 «ARBOLOYaRBEZaRBASOaRBAZCAaRBEGAaRBENASaRBUSCAaRBIDOS
Soy un pez que en un vaso Nazca navega tus venas en busca de tus latidos

La cabellera del viento se mece en el árbol de la LIBERTAD»

«ARBOLENSOaRBIaRBENSARaRBIaRBIAaRBECEaRBADOaRBANZAS
Pienso en ti y al pensar en ti el día amanece iluminado de esperanzas

Con las lecciones anatómicas de Marilyn Monroe la ecología es un
paseo entre las piernas» [ÁRBOL Árbol].

El uso combinado de las líneas cortas, medianas y largas caracterizan a «LAS ALAS DE LA TARDE DANZAN COMO BOTELLAS EN EL MAR», en el que se entrelazan dos poemas. Un canto sui generis es «CON EL LUMÍNICO ACONTECER DE LOS PAPIROS», poema de una línea continua que avanza ondulante cuatro páginas.

Otro texto denso es «POEMA Con sistema», donde Pinedo parece rebelarse contra el sistema oficial de la poesía, alterando el ritmo, la musicalidad y el orden. Las interrupciones o los cortes mayores son marcados por los subtítulos que no son sino trabalenguas armados con la palabra «poema» y terminales de las palabras de la línea o líneas de versos que siguen al pie. Respetando el universo creativo del autor, habría que decir que el desorden en este poema es sólo aparente, porque los temas tocados cobran sentido al realizar una lectura en paralelo -- y obviando, como en «ÁRBOL Árbol», la lectura de los decorativos subtítulos--, u observar, en todo caso, que tiene un orden particular; así, es posible disfrutar de la narración poética que fluye por dos vertientes principales: el romance (el amor por sus chicas) y la crítica social, temas que unidos representan la sensibilidad y el compromiso del poeta con la realidad socio-económica del país.
 
 
«Bajo tu fino brazo tu cuaderno de Historia es una jaula / de halcones y palomas que van del punto a la raya y de la raya / al círculo y aunque no quieran se miran se saludan y se besan / para llegar a la PAZ»
 
«La deuda externa nos está ahorcando y cada vez nos ahorca más / pero para no morir ahorcados un día se levantará una voz y / otra voz pero será una Voz valiente sincera honrada desinteresada / y libertaria como la de San Martín Bolívar Sucre José Martí o como / la de Ernesto Che Guevara y dirá Basta de Explotación y / el pueblo por el pueblo se levantará y pondrá sus condiciones / pero ya no seguirá de rodillas porque defenderá La Vida / De Sus Pueblos y debe saberse que el oro que se llevan eso es / lo que nos prestan» [POEMA Con sistema].

Familiarizándose con su forma de escribir, cualquier lector puede descubrir el maravilloso mundo de Pinedo Pajuelo. Descifrar los códigos de escritura que emplea no es difícil. Pronto la poesía lo captura a uno y se aceptan tácitamente los elementos de ruptura como partes imprescindibles del todo. Porque, qué duda cabe, en cada uno de los poemas «difíciles» hay mucho arte y contenido.

Considero que en el libro hay poesías más digeribles o de fácil comprensión. Allí están el canto sensual «CAÍA LA LLUVIA», la romántica evocación de sus amores «OH AMIGA MÍA», el interiorizante «XVI Yo soy un camino», el tono cadencioso de la crítica social presente en «ERA UN HOMBRE BOTÁNICO DE AGUA», la pincelada erótica titulada «ES EL HOMBRE» y el breve pero muy tierno «POEMA» dedicado a su madre ausente.

«Toda tú habías sido traspasada / Por la poesía del tierno poema / Que era una lluvia de peines finitos / Y de polícromos lazos que era una lluvia / De blancos cuadernos de pensamientos morales / En el techo del paseo nocturno caía la lluvia / La lluvia cristalina cantando caía / Y no te importó la lluvia ni tus prendas mojadas / Pues el poema ( de tu dulcísono nombre) / Se había anticipado a la lluvia / Y en tu cuarto favorito y virginal / Tu cuerpo juvenil de fragante primavera / Desde tus mejillas de durazno / Hasta los arroyos de tus arterias coloridas / Toda tú habías sido filtrada / Por la poesía del profundo poema / Que era una lluvia de íntimos secretos» [CAÍA LA LLUVIA].
 
«Y desde esta sala de pinturas / papeles y libros donde pienso que la fuerza / de la naturaleza cambió mi destino siento y veo / que el tren que ya no existe parte nuevamente / de esa soleada soledad a do siempre entre otras / me llegaban cartas de Gladys y de Sussy y / los autorretratos de Elsa y fotos y poemas de Blanca y / de Cristy la novia sureña que tenía mucha sed de mí / hoy tan lejana lejaniiiiísima como aquella Negrita / del callejón de un solo caño Joan Joan la chica / de Dakota del Sur tenía unos labios de trigo delgado / tan igual al color de las gramíneas de su dorada / cabellera sus besos de remolacha trozada guardaban / el secreto de su cuerpo de paz Y en el tren tan esperado / también conocí una flor de la canela y la seguí / porque era todas las frutas en una sola fruta y / porque sufrió de mi sufrir la llamé Nenín y» [OH AMIGA MÍA].

José Pinedo Pajuelo vive en Trujillo hace más de treinta años. Ha publicado además los poemarios «Kurur» (1979), «Girando con mis labios las letras de tu piel» (1981), «Mi Anatomía» (1982) y la revista de poesía «La Achupalla Incendiaria» que se edita desde 1978.
 
 
Breve Historia del Perú. Óleo del maestro José Pinedo.