SAN MARCOS
Hubo días en que domestiqué las formas sociales,
la filosofía de las imágenes
y las letras por kilómetros.
tomando una pizca de sabiduría,
unos gramos de la montaña de sal.
Fue como tomar una cápsula de astronauta,
de esas para no tener hambre.
Salí a la batalla con un escudo naciente
contra la mentira y la injusticia.
Caminé y caminé
por el caos de lo establecido.
Rompí algunas cadenas
y elaboré incontables eslabones de palabras.
No ha sido fácil convertirme
en árbol grueso y ramoso.
He regresado
de las fronteras de mi vida,
de algunos confines de la sociedad,
también de la parte invisible de mi país.
Era delgado, apenas un palito
con dos ramas hábiles.
Años de aprendizaje afuera
le dieron robustez a mi cabeza
y luces de colores a mi aura.
Mi rumbo comenzó a escribirse en lenguaje Morse.
Mi andar ha sido de puntos y rayas,
de pausas y atajos,
de paradas en seco y medias vueltas.
Pequeñas siembras en serie
con los años se volvieron cosecha de experiencia.
Todo eso fue posible
porque puse mi conocimiento en salmuera,
siempre a salvo
mi pequeña fortuna de universitario.
Crecí por la savia inagotable de San Marcos.
Hoy, al volver,
es inevitable sentirse con la copa media llena.
Admisible como en días lejanos,
con ansias de beber unos mililitros más
del refinado elixir de la sabiduría.
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