viernes, 4 de enero de 2013

EL PENÚLTIMO BESO




Se fue, primorosa y pura, sin gesto,
sin ayer.
La seguiré sin contar los cuadrados
bajo mis plantas.
Con el pecho hueco
pero el fuego en los músculos,
burlando a mendaces arlequines
iré tomando los caminos por delante.

Geranios y margaritas capturaré
en la marcha de rescatados pinceles.
Las flores para mi amada
serán al óleo, de textura iridiscente,
unidas a destiempo en un rectángulo viajero.
Aparecerán  sin anuncio,
sólo en lugares donde el lienzo
grite su presencia.

Desafíos me arrostrarán
pero las cuchillas
no rebanarán el marfil en el elefante.
Ni me herirán los hierros y astillas
durante los combates contra mi propio destino.

A galope de ataviado corcel
buscaré sus huellas eternas.
Convertido en guerrero de la esperanza
avanzaré
sin otro escudo que mi amor perdido.

Arremetiendo la canoa Machiguenga
entre remolinos del torrente,
escalando contrafuertes por su abismo,
arrinconando a las quebradas,
clavando mi marca en mil dunas,
abriendo y cerrando todos los refugios,
entrando y huyendo de casas gigantes,
iré persiguiendo el núbil aroma que rehúye.

Y un día, en el minuto aislado,
estaré parado frente a mi deseo,
con mi armadura sólo tocada por las zarzas,
en pos de un penúltimo beso,
una palabra blanda, una sonrisa larga,
una mirada rosa.



Margaritas y geranios, de María Gloria Quiles Pardo


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