sábado, 4 de febrero de 2017

AMADA MÍA


Sales sola de la pausa oscura
y avanzan por la escalera redonda
las saetillas que apocan la hora cinco.
La cacerola recibe sentada al fuego
y la manzanilla de rendidos ojos amarillos
abandona por tu mano la mesa,
dejando solo al olor de los panes.
Amada mía, ¿cómo logras dominar el tiempo?

Despiertas con tus manos de hoja verde
la rosácea ternura de los niños,
con tus pasos de alma su sonrisa primera
y con tu voz de generala cómplice
el coraje que se erguirá como ayer y antier,
tan sólo al ponerse el pequeño pie a tierra.
Amada mía, ¿cómo logras el equilibrio?

Somos cuatro caminando ligero
por la superficie curva del pueblo joven.
La noche se llevó los pesares anteriores
y se ha sentado con nosotros
la apetente paz en el desayuno.
Amada mía, en el exterior hay espinas,
pero en familia nos purificaremos a besos.

Se atropellan las vocecitas de campanilla.
Tengo las citas frescas en la memoria
y las pruebas calificadas en el portafolio.
Y tú, te vas a limpiar casas ajenas
para ayudarme a transformar nuestra barraca
en un hogar donde no pase el frío ni el agua.
Amada mía, tus sombras son mis sombras,
tu luz mi luz en los caminos apartados;
la calma estaría ausente, el amor pálido,
si no fueras tú mi elemento espejo.

Nos llama el Sol para tomar el mundo.
Haremos caminar nuestra juventud afuera,
igual como cuando éramos obreros
de rotación y horas extras.
Por los niños que crecen en la primaria,
debemos abrir cada día puertas distintas,
dominar las fuerzas de rozamiento,
dirigir nuestras palabras en línea horizontal
y poner en retirada al cansancio
en la esporádica parada.
Amada mía, cuento con tu reserva de cariño
para no desfallecer en todo eso.



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