domingo, 15 de enero de 2017

SUICIDA POTENCIAL

 
En el bus hinca su humanidad un hombre
que por instinto se aleja de la muerte.
Exhibe una herida que pocos ven,
porque es mejor no ver para que no nos duela,
porque es muy sencillo ignorar un mal
cuando la pierna, el colon o el ojo son ajenos.
¡Qué distinto al suicida es ese sujeto,
que hace viajar su herida de bus en bus!
El valiente busca una sola oportunidad:
un atajo para volver al camino de la salud.

Un joven rechazado por su amada
se deprime, se le rompe lo vivido,
colisiona con su forma de existir.
Deja una nota y toma una posibilidad.
Va hacia el centro inexacto del puente,
siguiendo su plan de líneas cortas,
y mira quieto los doce metros del viaje...
Silban vientos contrarios,
las ideas entran en crisis:
Vida-muerte, sombra-luz,
amor-desamor, sur-norte,
tesis-antítesis, izquierda-derecha,
arriba-abajo, adelante-atrás,
Sí-No, lucha de opuestos.
 El invierno se aleja del puente,
se lleva un recuerdo en camisón blanco.
Como si nada, el mendigo del puente camina,
sufren sus rodillas, su espalda y el coxis.
¡Quién pudiera nutrirlo, curarlo, enderezarlo!
 
En ocasiones, el caos ocupa el ser,
las rutas de escape forman círculos,
un zombi pisa la semana, el mes o la estación.
Alguien está en transición hacia el color negro,
nadie se entera de la cita ineludible
con la bala, el nudo, las píldoras, el abismo.
Pero el plan acaba en la orilla del minuto final,
en el sitio de la última batalla con el no-yo.
Una voz infiltrada en la nebulosa
o una mano de ángel tomando otra mano,
pueden impedir el giro del tambor,
el salto, la inmersión,
el pase del trago mortal por la rendida boca.
  
Si la idea del suicidio me dominara mañana,
esperaría el Nautilus para entrar al mar.
O elegiría el peñasco del cóndor
para entregarme, en calmado trance,
al vuelo terminal con los brazos muertos.
Pero me gustaría que no fuera mi hora,
que los cerros se animaran, se juntaran,
levantaran polvo antes del impacto
y me elevaran hasta los pastizales de ichu,
donde haya una choza para acostar mis males.
Despertaría alegre cual niño andino,
tocado por la energía vital del dios Libiac,
de las estrellas de la Vía Láctea,
de las huachuas reflejadas en espejos azules;
fuerte como el rojo y el amarillo de la rima rima,
dispuesto a recibir los rayos del Este en el ushnu,
para regresar purificado al Gran Camino...

¿Por qué acortar la vida, si podemos esperar
la llegada de un momento digno?.
Una despedida con himnos de libertad
en las múltiples lenguas que recoge el viento.


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