Un ruiseñor se ha posado en mi jardín
En su canto dice que hoy
vendrás de blanco o azul
y que mañana estarás más radiante
pero heroicamente sola.
Arabella, parejas de ojos te siguen
añorando una señal de bienvenida,
una ráfaga de belleza
dirigida con precisión a un soltero corazón.
A tu paso echas a volar pétalos de rosa
que nadie logra atrapar
y victoriosa desapareces siempre sola.
Mientras otras amazonas
Mientras otras amazonas
han soltado sus arcos y flechas por un beso
tú, siendo ya grande, no has mirado varón.
Arabella, de las inocentes la más bella,
¿hasta cuándo permanecerás sola?
Tu serena dulzura pasea libre, explorando
Tu serena dulzura pasea libre, explorando
el espacio de inconfesos pretendientes.
Aunque vienes con la sonrisa intrépida
no dejas salir a los patios ajenos tu voz:
No hay prisa en regalar a alguien tu rosa.
Cuánta sabiduría hay, Arabella,
Cuánta sabiduría hay, Arabella,
en la cautela de tu madre,
que te mantiene feliz y sola!.
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ARABELLA BISHOP & MI ARABELLA
Cuando leí El capitàn Blood (1922), la fascinante novela del escritor italiano-inglés Rafael Sabatini, quedé fascinado con la omnipresencia de la señorita Arabella Bishop, quien al principio se resistía al amor y terminó finalmente aceptando ser la esposa del aventurero naval Peter Blood. Inspirada en la biografía del pirata Henry Morgan, El capitán Blood fue adaptada dos veces al cine, en 1924 y 1935; la segunda película fue todo un éxito y lanzó al estrellato a sus protagonistas Errol Flynn y Olivia de Havilland.
Un día de 1990, tomé el nombre de la joven y la embarqué en un poema, aunque mi Arabella es menos decidida y más candorosa, y por tanto más difícil de alcanzar.
El autor
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