La barbarie en los estadios continùa. Los barristas fanàticos no entienden de lemas pacifistas, su ley es la violencia; mientras los dirigentes de clubes no aceptan su gran responsabilidad en este problema. |
Clàsico Alianza-U, 24 de setiembre 2011, unos vàndalos ensangrentaron el fùtbol. Walter Oyarce Rodrìguez, un joven hincha de Alianza Lima, fue arrojado al vacìo desde el palco C-128 del Monumental de Ate. No es el primero y tal vez, por desgracia, no sea el ùltimo que halla tràgica muerte a consecuencia de la violencia en los estadios. ¿Què podemos hacer?. En Uruguay, el 2009, despuès que dos jòvenes asistentes a un partido de bàsquet murieron por peleas entre barristas, se suspendiò el campeonato durante un mes; al reiniciarse el torneo se realizaron tres encuentros històricos en los que los deportistas jugaron con la camiseta del equipo rival; se buscò sensibilizar a la hinchada y se logrò frenar la barbarie mediante el lema: "Ninguna camiseta vale màs que una vida".
Genial mensaje a la conciencia colectiva *. Acà, en nuestro caso, no bastarìan las campañas mediàticas contra la violencia en los estadios; hay que analizar el fenòmeno como un problema social, hasta llegar a identificar la causa del desbordado fanatismo de los barristas, saber què circunstancias ( resentimientos, complejos, traumas, ansiedades )motivan el despertar de su inconsciente primitivo y de la infraconciencia o estado infrahumano, donde se hallan la ignorancia, la revancha insana, la crueldad, la barbarie. Los dirigentes de los clubes peruanos deben asumir el control de las barras, que mantienen bajo su manto protector; nunca se escuchò de suspensiones o sanciones a los barristas, muy por el contrario les financian los viajes a provincia y les regalan entradas; se hacen de la vista gorda y terminan siempre lavàndose las manos ante los desmanes y actos delincuenciales que cometen sus mantenidos, convirtièndose en còmplices; esta minorìa de barristas fanàticos — no el gran pùblico que ama sanamente el fùtbol, con el espìritu competitivo y rivalidad inherentes a èl — son los que manchan las banderolas, las camisetas, la pelota, con sangre.
Anoche escuchè decir a Germàn Leguìa, en un difuso comentario, que se debe prohibir el consumo de licores en los palcos ( en todos los rincones de los estadios en general, considero ) y no es posible que los barristas tomen el ancho de las avenidas en su marcha hacia el estadio, siendo acompañados por la PNP; entonces, ¿quièn manda?. «Crìa cuervos y...»
* Tomado de Facebook, enlace de Carlos Marìn, quien preguntaba: ¿Y? ¿Vamos a aprender o nos vamos a quedar estupefactos, en silencio, sin decir ni hacer nada, para luego seguir con nuestras vidas? ¿Vamos a hacer algo?
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