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sábado, 4 de marzo de 2017

MI QUENA MÁGICA


Sentado sobre una laja
o caminando en ojotas
por los pastizales de la meseta,
silbo con mi quena mágica,
para gusto de mis llamas y alpacas,
de mis vizcachas y cóndores imperiales. 

Danzan mis dedos sobre los agujeros
y de soplido en soplido,
surge la voz sentimental de mi quena,
formando melodías que Eolo lleva
en ondeante ritmo por las punas,
para que vibren las flores del papal
y meneen su ramoso tallo las habas.

Mi quena es pariente del pincullo 
y sus notas musicales descienden 
del eco de silbidos ancestrales 
afinados por milenios entre los cerros. 
Hay herencia, fuerza espiral 
y amor vibrante en su cuerpo de caña.

Soy un flautista andino 
 introducido en mitos y leyendas;
sanado en varios días por curanderos;
visto en la colinas matizadas de luz y sombra,
durante la esquila, herranza, siembra y cosecha;
elegido para tocar por dentro al ser humano.
Uso faja, poncho y chullo de lana
tejidos con claves geométricas de color.

Ofrezco mis cantos alegres y tristes
a los dioses de piedra y nieve,
a los ojos de agua y a la madre tierra;
a los hijos de la niebla, pastores y campesinos
que moran en el corazón de la naturaleza;
a los citadinos y cosmopolitas
que internan la mirada en los Andes.

De pronto soy músico universal.
Puedo tocar mi aerófono de bambú
en cualquier paisaje del mundo,
igual ante oidores de truenos,
que ante oidores de óperas.
Mi quena y yo somos cósmicos.



© All rights reserved, 2017.


Fotografía: "Tristeza andina", La Raya, Cusco-Puno, 1933, Martín Chambi.