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miércoles, 2 de mayo de 2012

MITO DE PACHAMAMA Y PACHACAMAC


   El mito de Pachamama y Pachacamac simboliza la unión del cielo y la tierra, 
la vida que transcurre en medio de situaciones antagónicas: amor y desprecio,
 oscuridad y luz, crueldad y humanidad, ingenuidad y malicia, tristeza y felicidad; 
también representa el triunfo del bien sobre el mal, el poder divino que siempre
 orienta el destino de los hombres hacia lo bueno, ayudándolos sutilmente
 a superar múltiples dificultades. He aquí la historia:

  Hace miles de años, en el cielo surgió la rivalidad entre dos hermanos por el amor de una atractiva y encantadora joven de nombre Pachamama (Diosa Madre Tierra). Ella eligió por esposo a Pachacamac ( Dios Creador del Mundo ), motivando el enfado y rebgeldía de Wakon ( Dios del Fuego, Dios del Mal ), razón por la cual tuvo que  ser expulsado del reino celestial por designio de todos los dioses. Lleno de ira, Wakon ocasionó desastres en la tierra: sequías e inundaciones, hambre y muerte.
 
   Conmovido por el efecto devastador de la furiosa descarga de cólera y odio de su hermano contra el mundo, Pachacamac descendió del cielo y venció a  Wakon en una feroz pelea, restableciendo el orden en el planeta. Entonces, como seres mortales, Pachacamac y Pachamama reinaron en la tierra, mientras el rendido Wakon fue desterrado, condenado a vivir en la sombra, en cuevas de las montañas más lejanas, con la advertencia de no regresar jamás.

   Durante la época de florecimiento que sobrevino, la pareja divina tuvo dos gemelos, varón y mujer, llamados Wilkas; pero esa felicidad se cortó abruptamente cuando Pachacamac cae al mar de Lurín (Lima ) y muere, quedando convertido en una isla. Tras este trágico episodio el silencio y las tinieblas cubrieron el mundo.

   Tristes y desconcertados, la viuda Pachamama y sus niños caminaron sin rumbo en la noche interminable, teniendo que esconderse a menudo de enormes monstruos y felinos hambrientos;  su esencia divina les permitía mantener la agilidad mental para salir ilesos de cualquier adversidad y continuar la marcha errante.

   Cuando se hallaban por las tierras de Canta (sierra de Lima), vieron un pequeño resplandor de fuego en las alturas y no dudaron en ir hacia él, ignorando que aquel resplandor, esa única luz de esperanza, provenía de la cueva de Wakon. El camino era interminable, la luz siempre estaba distante, pero nunca desfallecieron; se detuvieron  un momento en la laguna Rihuacocha (Huaros, Canta, Lima) para beber agua y siguieron caminando.

   Finalmente llegaron a una caverna conocida con el nombre de Wakonpahuain del cerro Reponge. Allí vieron el fogón y fueron recibidos amablemente por un transformado Wakon, quien les invitó papas que había sancochado en una olla de piedra.  Haciéndose el bueno y queriendo sacar provecho de la situación,  Wakon se las ingenia para quedarse solo con la bella Pachamama -- envía a los pequeños a traer agua del puquio en una vasija rajada -- y  trata de seducirla, pero ella lo rechaza; sumamente encolerizado Wakon la mata a golpes, la descuartiza y devora su carne; el demonio antropófago se regocija todavía con los huesos en las manos y restos de  sangre fresca en la boca, mientras el espíritu de Pachamama se aleja  para  convertirse  en  la  Cordillera «La Viuda» ( Andes Centrales, límite de Lima, Junín y Pasco).

   Horas después, los hermanitos regresaron a la cueva, un tanto contentos pues habían logrado parchar la vasija con arcilla y hojas verdes para así traer el agua. Les extrañó no ver a su madre, miraron por todos lados, la buscaron llorando; el tío se apuró en decirles que salió a un pueblo lejano y le había pedido cuidarlos  hasta su regreso. Wakon pretendía realmente devorárselos, después de engordarlos lo suficiente; no se conmovió en lo absoluto por la pena y el llanto diario de los Wilkas. Felizmente, una mañana apareció un decidido Huaychao para contarles que su madre fue asesinada y devorada por su tío; esta ave andina que anuncia la salida del sol, les aconsejó huir, atando  los cabellos del horrendo hombre a una piedra mientras dormía.

   Y así lo hicieron. Los gemelos corrieron sin mirar atrás, temiendo la muerte; en el trayecto, diversos animales ofrecieron distraer al malvado persecutor. Avanzaban aprisa, demostrando valor, a pesar que sus delgadas piernas se  iban rindiendo; muy cansados ya, recibieron la ayuda de Añas, una zorrina que al conocer el motivo de la huida los ocultó en su madriguera.

   Como era de esperarse, Wakon los buscaba por todas partes, recorriendo velozmente los caminos; preguntó a las aves, al cóndor, al puma, a la serpiente y a otros animales que hallaba a su paso, pero ninguno le dio una buena pista. Después, se encontró  con la precavida  Añas, quien al verlo tan ansioso le dice que los niños vendrán hacia él si canta desde la montaña más alta, imitando la voz de Pachamama. Crédulo y poco sagaz, Wakon emprendió una rauda carrera hacia la cumbre pero, faltando muy poco para llegar, pisó una piedra aflojada adrede por los animales y cayó al abismo, ocasionando su muerte fortísimos temblores.

   Los Wilkas  se salvaron, pero quedaron  en la orfandad, teniendo solo a  la zorrina Añas que de allí en adelante hizo  lo posible para que no mueran de hambre, alimentándolos incluso  con su sangre; vivían tristes, sin tener siquiera alguna esperanza de que su suerte cambie. Pero como nada terrenal es eterno, pronto el destino los llevaría por un rumbo jamás imaginado.

   Cierto día en que  salieron  al campo a recoger papas, en uno de los surcos  encontraron una oca grande en forma de muñeca y se pusieron a jugar con ella  hasta que se partió en pedazos; desconsolados se quedaron dormidos. Su padre Pachacamac que los miraba  desde el cielo sintió la más profunda pena y en ese instante decidió llevarlos junto a él.

    Al despertarse, la niña contó a su hermanito que tuvo un sueño en el que  tiraba su sombrero y ropas al aire y arriba se quedaban; ella estaba acalorada y él no supo qué decirle. Sentados al borde de la chacra, ambos se hallaban confundidos, contrariados, tratando de interpretar el sueño, cuando de repente vieron bajar del cielo dos cuerdas doradas; se miraron sorprendidos y, empujados más que nada por la curiosidad, decidieron treparse en ellas y subir para saber hacia dónde conducían. El ascenso fue sencillo, porque las cuerdas se recogían suavemente como si alguien las jalara; los Wilkas llegaron al cielo y no tardaron en experimentar la felicidad absoluta, al encontrar vivo a su amoroso padre Pachacamac, quien los premió dándoles un lugar de privilegio en su reino, quedando transformados en el Sol y la Luna (*). Así  terminaba  la época de oscuridad total en la tierra, dando paso al día y la noche.




(*)Según la cosmovisión andina, el Sol y la Luna se encarnaron en el Inca y su Coya, pareja que dio origen a la gran civilización incaica. Es sabido, y diversos relatos lo confirman, que cada vez que el Inca se dirigía al Sol comenzaba diciendo: «Tayta Inti» ( Padre Sol ). Por otro lado, Pachacamac es reconocido como el creador del mundo y Pachamama como la protectora del hombre,  de los animales y de todos los seres vivos, diosa de la fertilidad, de la productividad y de la naturaleza entera.

Este mito fue recogido en 1925 por el padre Pedro  Eduardo Villar Córdova, en el pueblo de Cullhuay (distrito de Huaros, provincia de Canta, región Lima), de dos ancianos llamados Cajavilca y Carhuayali.


Bibliografía:

Villar Córdova, Pedro Eduardo (1933). Folk-lore de la provincia de Canta (en el Departamento de Lima). El mito «Wa-kon y los Willka» referente al culto indígena de la Cordillera de «La Viuda». Revista del Museo Nacional, Vol. II, N° 2, pp. 161-179, Lima. 

María Rostworowskil (2002). Pachacamac y el Señor de los Milagros: una trayectoria milenaria. IEP Ediciones, pp. 32-35. 

Sabino Arroyo Aguilar (2004) Los mitos como huellas del tiempo y contacto intercultural, Sabino Arroyo Aguilar, Revista de Antropología - UNMSM, EAP de Antropología, Año 2, N° 2, pp. 121 -141.