miércoles, 17 de noviembre de 2021

Raíces de Gochachilca - Huacrachuco



LAZOS FAMILIARES POR LÍNEA MATERNA * 

Mi abuela Balvina López Herrera fue hija de Juana Herrera Ocaña, natural de Tranca (Huacrachuco, Marañón, Huánuco), y de Concepción López, oriundo de otro pueblo huacrachuquino llamado Gochachilca. Vivió con mi abuelo Serapio Malqui Ponte --hijo de Manuela Ponte y Sacramento Malqui Pajuelo, el patriarca de los Malqui que procedía de Shumpillán (un caserío del distrito de Parobamba, provincia Pomabamba, Ancash), quienes vivieron en una casa situada al canto de un maizal, con estupenda vista a Huacrachuco; con el correr del tiempo, a finales de los años 60, delante de aquella casa se construyó la escuela primaria de Gochachilca y el maizal se convirtió en campo deportivo--. Tuvo tres hijas: Isidora, Gudelia y Primitiva Malqui López; al enviudar tuvo una cuarta hija: Reina Daza López, fruto de una corta relación con Julio Darío Daza Mosquera. 

Hermanos de mi abuela Balvina fueron Margarito y Marcelino López Herrera. 

Don Margarito vivió en Gochachilca con Valentina Pantoja Alvarado, siendo sus hijos: Hortensia (madre de la cantante Faustina Caldas López), Valoes, Casimiro (padre de Ricardo, Crisóstomo, Flora, Jhen, Gladis, Irma y Segundo López Malqui), Juana, Aquilina (madre de Zenovia, Florentino, Severo, Casimiro, Elizabeth y Virginia Campos López) y Elisa López Pantoja. Al enviudar, don Maragarito estuvo temporalmente con Fernanda Jiménez, una señora de avanzada edad. Después se unió a su tecera mujer: doña Francisca Paula Casiano Carrión, con quien tuvo cuatro hijos: Absalón, Rufino, Macedonio y Lucía López Casiano. 

Don Marcelino vivió con Leonisa Caldas Príncipe (hija de Lorenzo Caldas Rodríguez, oriundo de Chinchil y uno de los troncos patriarcales de las familias que viven hoy en Shagapay), siendo sus hijos: Neumisia ( Neuma), Nicolás, Antonia, Lorenza y Clemente López Caldas. Hasta la actualidad sus descendientes conservan algunas de las tierras que fueron de su propiedad tanto en Gochachilca como en Shagapay. 

Por la línea de los apellidos Herrera y López tengo familiares en los pueblos de Tranca, Gochachilca, Shagapay y en la ciudad de Huacrachuco. Mi bisabuela Juana, nacida en Tranca a finales del siglo XIX, fue hermana de Valentín Herrera Ocaña, uno de los dueños de Tranca; era prima hermana del potentado Clímaco Herrera (padre de Carlos y Tomasa Herrera Pedrozo), prima de Dionisio Herrera y prima también de los hermanos Segundino y Santos Reyes Herrera, importantes propietarios y patriarcas de Tranca. Asimismo, era tía de Félix Ocaña, quien vivía a la banda de Shagapay, frente a Villa Hermosa (residencia de la familia Villaorduña) , en el lugar que llamaban Isla, porque quedaba aislado en época de invierno cuando caía huaico por el río Saltana. Y mi bisabuelo Concepción fue hermano de Salomé López, quien vivió en Shagapay con Patrocina Mendoza, siendo sus hijos: Antonino, Domingo (Chumi), Pablo, Fermina y Anastacia López. 

Por la línea de los apellidos Malqui y Ponte tengo igualmente familiares en Tranca, Asay, Cajapatay, Gochachilca, Shagapay, Huacrachuco y Yamos. Hijos de mis bisabuelos Sacramento Malqui Pajuelo y Manuela Ponte fueron mi abuelo Serapio, Patrocina y Carlos Malqui Ponte. Primas del bisabuelo Sacramento fueron las hermanas Narcisa y Juana Pajuelo, también doña Celia Núñez Pajuelo, esposa de don Segundino Reyes Herrera y mamá de Eustaquio «Shipi» Reyes. 

Don Serapio Malqui Ponte se comprometió con Balvina López Herrera y construyó su vivienda y un huerto en Gochachilca, donde crecieron sus hijas Isidora, Gudelia (mi madre, residente en Lima) y Primitiva Malqui López (fundadora de Mamahuaje), y también doña Reina Daza López (afincada en Trujillo), la cuarta hija de una relación posterior de la abuela Balvina; en esa casa familiar vivió toda su vida mi tía Isidora, quien tuvo dos hijas: Hilaria Domínguez Malqui y Rosalina Villanueva Malqui. Doña Patrocina Malqui Ponte se juntó con Manuel Sifuentes, naciendo de esa relación sus hijos Ignacia, Leonida y Berna Sifuentes Malqui; vivieron en la casa del abuelo Sacramento, detrás de lo que ahora es la escuela primaria de Gochachilca, ya con el transcurrir del tiempo el solar lo heredó Ignacia Sifuentes, cuyo esposo Andrés Payajo Quino construyó una nueva vivienda allí mismo. Y don Carlos Malqui Ponte vivió con Justina Alvarado Miguel (hija de Agustina Miguel Herrera, quien fue la segunda esposa de don Santos Reyes Herrera) , siendo sus hijos: Martín, Marcelina, Petronila, Joaquín (Nicasio) y Zenaida Malqui Alvarado, verdaderos pilares familiares que desde el centro de Gochachilca forjaron la unión para las fiestas, las faenas y los trabajos comunitarios en el último tercio del siglo XX. 

Al quedarse viuda, mi bisabuela Manuela Ponte tuvo amoríos secretos con un militar de apellido Casiano, naciendo de esa cortísima relación José Casiano Ponte, quien tuvo tres compromisos: La primera, doña Ciriaca Carriòn Miguel, cuyos hijos fueron Santos (padre de Teodoro, Apolonia, Victoria y Rufino Casiano Payajo) y Paula Casiano Carriòn, tercera esposa de mi tío abuelo Margarito López Herrera. La segunda, doña Feliciana Hidalgo, cuya hija Santora Casiano Hidalgo se comprometiò con Obencio Vilca Miguel, naciendo de esta relaciòn Leandro, Serafina, Cayo y Gregorio Vilca Casiano («Llico» o «shogo»). Y la tercera fue doña Catalina Caldas Prìncipe (hija del patriarca Virginio Caldas Rodríguez, oriundo de Chinchil), con quien se fue a vivir a Shagapay (San Cristóbal), donde nacieron sus hijos Filomena, Julio, David, Arsenio (Ernesto) y Julia Casiano Caldas; entre ellos, doña Filomena se unió con Marcelino Rupay Pantoja, siendo sus hijos Rosalbina, Pilar, Abraham y Moisés Rupay Casiano. 


(*) Raíces de Gochachilca, reconstrucción del árbol genealógico.


En la fotografía del archivo familiar: Mi abuela Balvina López Herrera con su hija Primitiva Malqui López.

lunes, 1 de noviembre de 2021

POEMA « M »












VUELVO  A  TI   


Vuelvo a ti 

querida madre tierra.

Vengo con el pensamiento acalorado, 

buscando la temperatura de tu amor blanco.

Vigorizado con mis cazas de puma trotamundos.


Vuelvo a ti

Marañón de sierra y montaña,

a recargarme de tu energía de arco iris.

Vengo a salpicarme de tus cabelleras de agua

en Huanchay, Antaquero, Oso y Yanajanca.

A serpentear como río y carretera en La Morada.

A internarme en el bosque de Shallaway

y verme navegante en el espejo de  Asiaj. 

A comer de los árboles ocultos de Ninabamba.

A  extender mis sentidos en tus verdes mantos

y a ponerme en paz con los seres pétreos:

Urwa Rumi, Kunkash, Condorgaga, Pishtak. 


Vuelvo a ti

mamá grande sin edad, 

cual guerrero Wakrachuco en sosiego,

cual Cholón sin aros blancos en la cara.

Vengo a pulular por tus caminos de herradura.

A encontrarme con las esbeltas azucenas, 

con los molles de lágrimas de granizo 

 y los alisos que congenian en las quebradas. 


Vuelvo a ti 

primerísima madre 

a recibir el aliento de  toda vida que florece

y estar como todo lo tuyo en perenne primavera.

Vengo a  sentirme rama tierna de las yerbasantas.

A fusionarme en abrazos con los viejos eucaliptos

y  reconocerme en la risa de los retoños caminantes,

tempranos lectores de mensajes rupestres.


Vuelvo a ti 

valle, puna, campiña, laguna, montaña madre, 

a sumarme al quehacer originario.

Vengo a ti, porque soy célula de tu cuerpo,

piedra que se baña como cualquier piedra en tu río, 

arcilla, cobre y carbón de tu cerro,

el espíritu de un adoquín de Acotambo. 

Soy el compañero del arado,

la mano que sabe fabricar el pan artesano,

la voz que aprendió a ser libre en un aula rural. 


Vuelvo a ti, 

gran madre, a tu reino de chacras y rebaños,

de culto a los apus y a  la lluvia, 

del soplo de vida en esquilas, siembras y cosechas.

Vengo para ser feliz, como planta silvestre, 

al costado de mis hermanas flores,

 cercano a las figuras blancas del cielo azul.

Mañana te contaré más, 

apenas he llegado. 



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