Te vi
como emancipada de mí,
brindándole a un intruso
el acceso a tus portales.
Atisbé
tus sonrisas volando hacia las nubes
y vi surfear tu diálogo sin corsé.
El mar estaba alegre y en las olas faltaba yo.
El Sol de mi amor se escondió.
Los celos
me tomaron de los pelos.
La pasión
zigzagueó mis montes internos
y sentí que se arrojó por los barrancos.
Mis sentimientos
hervían en mi cuerpo de volcán.
Tu mirada me encontró de salida.
Reculé, corrí.
Desnudo por el mundo
Desaparecí
por el embudo de la calle.
Dejé
tu presente de espaldas a mí,
en la orilla de otro continente.
Reaccioné:
«No has visto nada malo».
Sobreviví sin ti
novecientos segundos
y volví.
Tus ojos de avellana ya no estaban.
Tu corazón
desconcertado se había ido,
sin esperar los palpitantes besos del ayer.
¿Quién rompió la realidad? ¡Yo!
Podé el árbol de la desconfianza.
Y aquí estoy,
tardíamente liberado de mis celos.
Dándole bocanadas de aire al viento:
«Tardé, te busqué,
no te encontré.
Me duele,
mas no te culpo».
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