viernes, 11 de septiembre de 2020


 TORO DE CARNAVAL  -  HUACRACHUCO


En muchas partes del Perú el carnaval es una fiesta donde no faltan
 el agua, la harina, la pintura, los disfraces, las umshas, los concursos 
y un rey Momo o personaje principal. En Huacrachuco, sierra de Huánuco, 
la celebración es similar, con la diferencia que presenta un atractivo 
sumamente singular: el tradicional toro artesanal.

La presencia de este chúcaro y bailarín personaje es tan importante que sin él la fiesta sería  incompleta. El vistoso torito desarrolla la danza continua del Turu Pukllay (juego del toro), escuchando el llamado de un silbador y al ritmo de las flautas y cajas, entusiasmando a la gente a su paso. Lo que se vive en ese ambiente festivo del carnaval es mágico, solo posible con la intervención de algo que es único en el Perú, porque en ninguna otra parte se arman toros de este tipo.  


Su confección es sencilla. El cuerpo del toro lo forma una estructura triangular de palos y carrizos, revestida con tela blanca la mayor parte, el lomo con paño rojo, negro o verde nilo, y franjas laterales de color alternativo simulando las manchas. Atrás se cuelga un rabo de color dorado y en la parte frontal se coloca una cabeza con genuinos cuernos de toro; se le dibujan grandes ojos y se le da fino acabado a la trompa, de modo que pueda colocársele allí un poquito de hierba. Un cojinete de bayeta y paño sirve al cargador para levantar con la cabeza la estructura y darle vida al toro del carnaval [1].


Aparece por las lomas o baja de algún cerro, curioso, inquieto e indómito. Poco a poco, el toro artesanal es rodeado con cuidado, en tanto los chirocos comienzan a tocar las cajas, solo las cajas, espaciadamente: tum, tum ... tum, tum... Una dama le ofrece sal al toro, acercándose y alejándose, invitándolo a seguirla; con el deseo de lamer la sal el chúcaro la sigue. En esos momentos entra en acción un jovencito silbador provisto de un banderín blanco quien lo llama desde el camino, luego se le acerca y vuelve a silbarle corriendo hacia adelante, señalándole la ruta a seguir; el silbido largo u ondulante, indica al toro si tiene que bajar, subir o faldear. Cuando el toro está menos bravo, comienza realmente la música del carnaval, con los chirocos tocando sincronizadamente las cajas y las flautas llanas; es entonces que la gente acompañante se pone a bailar y el toro entra también en ritmo. Vuelve luego a escena la dama de la sal, llamada también la cantora o capitana, una mujer que entona melodías en quechua y secunda al silbador guiando al toro; por momentos se adelanta o se pone al costado, lo ataja impidiendo que vaya a hacer daño al maizal, a manera de engaño coge al vuelo unas hojas y se las ofrece para que el astado siga su marcha festiva.

El toro es la atracción principal del carnaval en los diferentes pueblos huacrachuquinos. Los vecinos lo siguen muy alegres, le ponen ramas, palos y tablas para que cruce las acequias y riachuelos; el toro hace reverencias, juguetea, piruetea, visita todas las viviendas, invita a bailar a toda la población, es el alma de la fiesta. Está presente cuando se trae el palo para la yunsa y se mantiene bailando cuando el árbol cargado de frutas y regalos cae. 

Un acontecimiento sin igual es el concurso de los toros en Huacrachuco, ciudad capital de la provincia de Marañón, donde se escenifica el típico carnaval con la yunsa y el original Turu Pukllay. Los vistosos toros en divertida competencia hacen su presentación con los chirocos, un personaje singular llamado "el viejo", el silbador, la capitana, el grupo de danza y el resto de su séquito en el estadio Mayobamba. Todos los pueblos participantes reciben regalos y  siempre hay un premio gordo para el mejor grupo.



EL CARNAVAL Y LA COSMOVISIÓN ANDINA


En general el carnaval andino es una fiesta en la que participa jubiloso todo el pueblo. Quien tumba la yunsa o umsha se lleva de regalo el "warco", un lote de variados productos de la tierra, asumiendo el compromiso de devolver al siguiente año una unidad más de cada fruto recibido y también el árbol cargado de regalos; esto simboliza la abundancia y la prosperidad que se irradia al entorno.

La celebración del carnaval trae consigo diversión, juegos, desorden, música, baile y emoción desbordante, pero es también una festividad de agradecimiento a la madre tierra por la buena cosecha y un compromiso de todos con el trabajo en el campo, para que el siguiente año la producción sea mejor. Contiene mucha carga simbólica, refleja la cosmovisión andina; así por ejemplo, la umsha o el árbol que se planta, adornado con serpentinas de diversos colores, espejos, cadenetas, y cargadito de toda clase de obsequios, simboliza la fe en tener el suelo fértil con las lluvias, asimismo una buena cosecha y la disposición para compartirla con la familia y amigos.

El toro de carnaval, la umsha y la gente que danza en la fiesta representan en conjunto la productividad (siembra, cosecha, ganadería, agricultura, actividad económica), la fertilidad (el árbol que se hunde en el suelo penetrando a la pachamama), la unión (la ronda), la sencillez y sana diversión (los trabajos en el campo se realizan en armonía y alegría), la complicidad en las tareas (los juegos inocentes), la unidad y complemento entre el ser humano, los animales, las plantas y la naturaleza entera.

Es pues una costumbre neta de Huacrachuco - Marañón. La tradición se renueva año tras año en los pueblos de Gochachilca, Shagapay, Nuevo Chavín, Cajapatay, Huachumay, Cruzpampa y otros.







[1] Artículo "Turu Pukllay de Huacrachuco", El Quinto Jinete, 25/01/2014,  https://el-goico.blogspot.com/search?q=turu+pukllay

Filmación: Herminio Payajo Sifuentes 

sábado, 5 de septiembre de 2020

MOLLY EN EL BRASERO

Cuento breve

Los insultos de un solo lado cortaron bruscamente la alegría de la reunión y se opacaron todos los asistentes. Molly trató de defender sus cosas, se abalanzó sobre el agresor casi llorando, pero una cachetada furibunda terminó con ella en el piso.

—Sí. La chu... me ha dolido para tener todo lo que tengo— reaccionó ella, armándose de un coraje que pocos le conocían.

Hombres y mujeres se quedaron estupefactos y al instante todos dirigieron una mirada de condena al visitante, quien cruzó raudamente el cuadrado de la casa hacia la calle. Luego volvieron a mirar a la madre soltera, pero no encontraron sus ojos ni su rostro; había desaparecido detrás de sus manos.

— Es un salvaje, destruyó todos los artefactos; ese vago que la dejó sola tantos meses con su niño, no tiene derecho a exigir moralidad ni decencia. El estúpido se siente burlado, cuando jamás le dio un centavo para que coma su hijo. Descubriéndola ante todos sólo demuestra lo poco hombre que es— fue el sesudo comentario de Alonso Fajardo, el recién graduado en La Católica, para quien ella seguiría siendo la señora Molly, la que siempre lo animó y apoyó con sus préstamos para acabar su tesis.

— Mejor nos vamos — le sugirió su enamorada. La pobre necesita estar más sola que nunca.

Alonso miró a Molly con profunda pena y salió lentamente, moviendo la cabeza de un lado al otro, apretando los dientes de impotencia.

— Sabía que esta era una puta. Siempre con buenos vestidos, zapatos de charol, dándosela de gran dama, con negocio propio. No es más que una zorra barata como le dijo su ex — susurró Sandra, la pindonga más asediada del vecindario, acercándose lo más posible al oído de doña Inés.

— No hables así— contestó la sexagenaria, con voz calmada pero ácida—. ¡ Tú no sabes por qué esta mujer eligió ese camino!.

Unos opinaron; otros, confundidos por sus propios pensamientos, sólo callaron. Salieron mudos de la casa donde minutos antes festejaban despreocupados. Atrás quedaban varios electrodomésticos destrozados, un equipo de sonido silenciado a la fuerza y una mujer con su pena.

Sólo una voz se impuso a espaldas de tantos cuerpos que huían por la oscura calle:

—Yo me quedo con Molly, porque soy su amiga...