sábado, 5 de septiembre de 2020

MOLLY EN EL BRASERO

Cuento breve

Los insultos de un solo lado cortaron bruscamente la alegría de la reunión y se opacaron todos los asistentes. Molly trató de defender sus cosas, se abalanzó sobre el agresor casi llorando, pero una cachetada furibunda terminó con ella en el piso.

—Sí. La chu... me ha dolido para tener todo lo que tengo— reaccionó ella, armándose de un coraje que pocos le conocían.

Hombres y mujeres se quedaron estupefactos y al instante todos dirigieron una mirada de condena al visitante, quien cruzó raudamente el cuadrado de la casa hacia la calle. Luego volvieron a mirar a la madre soltera, pero no encontraron sus ojos ni su rostro; había desaparecido detrás de sus manos.

— Es un salvaje, destruyó todos los artefactos; ese vago que la dejó sola tantos meses con su niño, no tiene derecho a exigir moralidad ni decencia. El estúpido se siente burlado, cuando jamás le dio un centavo para que coma su hijo. Descubriéndola ante todos sólo demuestra lo poco hombre que es— fue el sesudo comentario de Alonso Fajardo, el recién graduado en La Católica, para quien ella seguiría siendo la señora Molly, la que siempre lo animó y apoyó con sus préstamos para acabar su tesis.

— Mejor nos vamos — le sugirió su enamorada. La pobre necesita estar más sola que nunca.

Alonso miró a Molly con profunda pena y salió lentamente, moviendo la cabeza de un lado al otro, apretando los dientes de impotencia.

— Sabía que esta era una puta. Siempre con buenos vestidos, zapatos de charol, dándosela de gran dama, con negocio propio. No es más que una zorra barata como le dijo su ex — susurró Sandra, la pindonga más asediada del vecindario, acercándose lo más posible al oído de doña Inés.

— No hables así— contestó la sexagenaria, con voz calmada pero ácida—. ¡ Tú no sabes por qué esta mujer eligió ese camino!.

Unos opinaron; otros, confundidos por sus propios pensamientos, sólo callaron. Salieron mudos de la casa donde minutos antes festejaban despreocupados. Atrás quedaban varios electrodomésticos destrozados, un equipo de sonido silenciado a la fuerza y una mujer con su pena.

Sólo una voz se impuso a espaldas de tantos cuerpos que huían por la oscura calle:

—Yo me quedo con Molly, porque soy su amiga...

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