sábado, 4 de marzo de 2017

ESTADO NATURAL

 

 Te has pintado el pelo.
No te dije lo hermoso que era
ni lo bien que lo cuidaste veinte años.
Hoy notarán tu paso desconocidos ojos
y volarán sonrisas a la altura de tu ego.
¡Cómo no admirar el cambio, la renuncia,
si floreces en repentina primavera!
Aunque prefiero tu genuino color,
porque ningún dorado me hará olvidar
los rizos azabache que nacieron contigo.

Qué hermosa es la flor silvestre
acicalada con los cristales del rocío
e iluminada por sus colores puros.
Una rosa roja, amarilla, blanca, rosada,
encerrada en un globo de cristal
o reunida con sus hermanas rosas en un ramo,
o parada en el agua quieta de un florero,
se va muriendo antes de tiempo.
La lindura natural es capturada,
la vida cortada, el color debilitado.
Ah, qué poco el disfrute de la efímera belleza.
¡Pero qué preciosa se ve una dama
con una dalia modelando en su cabello!
¡Y cuán feliz es una fresca rosa
al ser entregada  por un joven a su amada!
 
El árbol es más árbol
en el bosque intocado,
altísimo, rural, recio y patriarcal;
cuando pasa el marcador de troncos,
comienza a morir su edad.
Un pez es más feliz en el fondo marino;
un pececillo en el acuario
está condenado a vivir en público,
coartado, cautivo en un falso territorio.
 
La mujer sencilla es la belleza bienandante,
una flor exótica reinando en la pradera.
Su hermosura es un jardín al descubierto,
con colores, fragancias y feromonas
jugando a la ronda, inocentemente.
Ella se arregla sin prisa,
sin pensar en ser elegible;
no tiene ataduras ni anclas
ni modelos irrumpiendo en su mente.
No desaparece en citas con los cosméticos
ni busca escapar de su edad real.
 
 
Veo en el horizonte siluetas de mujer,
jironeando, comprando,
corriendo por la vía de la moda.
Hay un desfile de pelucas, bolsos, aros,
adornos, perfumes, cremas, carmín,
vestidos, baby dolls, brassiers.
Sobre la lejana línea azul de este mar
que se rompe a gritos en la playa,
visualizo féminas de elástica edad
que se transforman con tacto de alfarero,
para obtener victorias en la calle;
algunas sueñan con el tinte rubio,
con el corte hechicero,
y la magia de los rulos,
para lograr un renacimiento,
sin dejar de ser ellas.
 
Te preferiría flor mía en estado natural.
Pero te acepto con tu blonda cabellera,
tu nariz polveada, labios en brillo rosa,
tu estilo y vestidos de princesa.
No seré yo quien detenga tu libertad
para verte más angelical y femenina.
No seré yo quien claudique su confianza,
porque pasearemos tomados de la mano
y en cualquier espejo descubriré
la imagen de ambos
mirándonos con amor.


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