viernes, 28 de agosto de 2015

HISTORIA DE HUACRACHUCO

Al encuentro de las raíces de un pueblo

El descubrimiento de su apellido Villaorduña en un documento de 1548, firmado por los primeros 30 vecinos de Huacrachuco, excitó la curiosidad del profesor Melanio Rojas Villaorduña por conocer su linaje familiar y de pronto se halló investigando acerca de las raíces históricas de todo un pueblo. «Huacrachuco, su historia y sus costumbres» es el resultado de largos años de investigación de un autor que, pacientemente, como si fuera un escritor predestinado, ha logrado reconstruir gran parte del admirable pasado de Huacrachuco.

Todo comenzó, en realidad, con el acto de desprendimiento del ciudadano Luis Ángel Reinoso Laguna, quien en la época que fue alcalde provincial entregó a la municipalidad varios documentos coloniales que permitían conocer los comienzos de Huacrachuco; se sabe que fueron hallados en un baúl, entre los papeles de transferencia de la casa que la familia Reinoso compró de la familia Arellano, en los primeros años del siglo XX. Tales documentos ya no existen, porque fueron quemados por los terroristas.



Educador e historiador
Melanio Rojas Villaorduña
 Acontecimientos y datos que eran desconocidos han sido revelados en este relato histórico de amplio conocimiento e interpretación. Melanio Rojas ha desplegado sus aptitudes de gran investigador y cronista para enlazar las versiones orales con las fuentes escritas y entregarnos este libro que es un compendio de la historia, genealogía, creencias populares, cuentos locales y costumbres de la provincia Marañón; su capacidad pedagógica también se pone de manifiesto en el empleo de un lenguaje sencillo y en la evidente preocupación por proporcionar al lector la información contextual necesaria para la mejor comprensión de los temas.

PUEBLO VIEJO - YAMOS - HUACRACHUCO

Resulta fascinante conocer de la resistencia que ofrecieron los wacrachucos encabezados por los hombres de Tauripún hasta conseguir desplazar a los «barbudos» españoles de Pueblo Viejo, cuyas llanuras eran una gran despensa de alimentos; asimismo, el accidentado traslado a Yamos, que fue el primer pueblo colonial; y la ocupación final del valle de los cedros, donde se fundó la ciudad de Santo Domingo de Huacrachuco.

Afirma que en 1546 se construyó el primer templo cristiano denominado San Sebastián de Yamos y que entre los primeros vecinos de la villa de Huacrachuco estaban los españoles de apellido Villaorduña, Pantoja, Herrera, Carrera, Gamarra, López, de Ocaña y otros. Según sus indagaciones, fue a finales del siglo XVI que surgieron las primeras ganaderías en las punas de Piso, Paracay y Huanchay.

CHOQUE CULTURAL, ABUSOS Y MESTIZAJE

La visión crítica del autor está presente cuando nos habla de «invasores» europeos que impusieron su religión, costumbres e idioma a una población aborigen que cayó a una condición de semiesclavitud. Por otro lado, postula que hubo indios que se negaron a ser sirvientes de los blancos y huyeron a tierras lejanas, formando con el transcurrir del tiempo pequeñas aldeas en Chocobamba, Sinay, Ninabamba (San Buenaventura), Chinchil, Huachumay y otros lugares, donde hasta hace muy poco hubo predominio del idioma quechua sobre el español.

Describe la dura época de las encomiendas y corregimientos, con funcionarios ambiciosos, déspotas y abusivos. Habla de los terratenientes, potentados, autoridades y gamonales; del espíritu progresista de los mestizos y criollos, que se desplazaron hacia las alturas para tomar posesión de terrenos aptos para la agricultura y ganadería; del mestizaje cultural y los cambios sociales; del constante flujo migratorio entre Huacrachuco y la selva, que dio lugar a la formación de pueblos a lo largo de la ruta hacia Uchiza, en las márgenes izquierda y derecha del río Chontayacu; destaca la fuerza de fe que irradió la religión cristiana desde la villa y la gran labor evangelizadora de los franciscanos en los distritos de Cholón y San Buenaventura.

Identifica cuatro momentos migratorios, señalando como el mayor de ellos el que se produjo en la época republicana hasta los años setenta del siglo pasado, cuando llegaron por motivos de trabajo empleados, funcionarios públicos y comerciantes procedentes de diversos lugares; fueron ellos --indica Melanio Rojas-- quienes tuvieron «una participación protagónica en el desarrollo político y sociocultural del pueblo» y forjaron «la gran sociedad huacrachuquina del siglo XX». De Llata (Huamalíes) vinieron las familias Benavides, Bustamante, Hidalgo, Meza, Sánchez y otras. De Ancash, los Vidal, Domínguez, Escudero, Huerta, Melgarejo, Acuña, Borja, Cervantes, Gabancho, Gambini, González, Haro, Ramos y otros. De Huacaybamba, los Tarazona. Y de Pataz (La Libertad), llegaron los Daza, Vigo, Lafitte, Reinoso, Flores, Herrada, Pineda y otros.

PRIMEROS DUEÑOS DE TIERRAS

Es minucioso al contarnos de los primeros propietarios de las tierras: El año 1714 el español Diego Gamarra compró de la Corona de España para su propiedad el fundo de Huachumay, que comprende desde el río Marañón hasta la puna de Uchucruz. A mediados del siglo XVIII el encomendero José Manuel de Ocaña compró los fundos de Sinay, Condorpún, Quirín, Shaglla, Huascarbamba y otros, que fueron heredados por su nieto Juan Ramírez de Arellano o Juan Arellano, el potentado más importante de todos los tiempos. De igual forma, en 1762, el Cabildo de Huacrachuco compró los pastizales de Rajcho, Chonas, Antaquero, Muralla, Chinchaycocha, Agorragra y otros, para la crianza del ganado de todos los pobladores del repartimiento; sin embargo, en un hecho insólito, estas tierras pasaron definitivamente a poder de la Comunidad Indígena de Chocobamba en 1963.

Nos hace saber que las autoridades religiosas y sus familiares llegaron a tener también tierras y riqueza: El cura José Luis Daza, natural de Pataz, fue designado a la doctrina de Huacrachuco a mediados del siglo XIX; antes de morir, en 1880, vendió parte de sus propiedades a don Pedro Herrera y tomó como hijos adoptivos a los hijos de doña Teresa Pantoja, uno de los cuales fue el hacendado Luis Máximo Daza. El cura Manuel Zegarra Castañeda, procedente de Lamas (San Martín), realizó actividades religiosas en Huambo y Huaychao; una de sus hermanas llamada Mauricia se casó con Eustaquio Tarazona, oriundo de Huacaybamba, se afincaron en Huagana y tuvieron doce hijos cuyos descendientes conforman la sociedad huacrachuquina actual. La excepción fue el cura italiano Faustino Cimarolli Zaninelli, quien destacó más por su infatigable labor para hacer realidad la carretera Chimbote-Sihuas-Huacrachuco-Uchiza; estuvo en servicio 35 años, hasta su retiro en 1989. 

PUEBLO PATRIOTA Y DE RESPUESTA ENÉRGICA

El patriotismo del pueblo huacrachuquino tiene su página dorada en la gesta emancipadora. Melanio Rojas cuenta que en la proclamación de la Independencia en Lima estuvieron presentes Juan Daniel Villaorduña, su primo Julián Herrera y Rigoberto Pantoja, quienes se adhirieron a la causa libertaria y después lograron la realización del histórico acto de jura de la Independencia del Perú en Huacrachuco, el 18 de agosto de 1821. Añade en ese pasaje de la historia que Juan Daniel fue abuelo de María Concepción Villaorduña y Carrera, quien desarrolló la elogiable tarea de transmitir a sus vecinos y descendientes la historia de Huacrachuco, desde la llegada de los españoles hasta los días que vivió.

Hacendados huanuqueños de la época de los montoneros
Narra con realismo la repudiable incursión de los montoneros de Antonio Prado, que saquearon la ciudad de Huacrachuco, violaron damas y mataron al gobernador Ricardo Arellano, hijo del terrateniente Juan Arellano, dirigiéndose luego a Huancaspata. Un mensajero que tomó la ruta del río alertó a los huancaspatinos, quienes liderados por el hacendado Santos Lafitte defendieron su pueblo e hicieron huir a los bandidos con un Prado herido de muerte. Considerando que se dirigían hacia Acotambo, los huacrachuquinos y huancaspatinos hicieron causa común para emboscar a los montoneros en la hoyada de Huaracuy, cerca a la laguna de Ocococha, donde el 13 de agosto de 1884, ocho días después del saqueo, se produjo la batalla final en la que se dio muerte a todos los bandoleros y sus rabonas, siendo por último descuartizado el cuerpo de Prado.

Más adelante reseña el abominable ataque del grupo maoísta Sendero Luminoso a Huacrachuco, en enero de 1988, donde fueron incendiados la municipalidad, el puesto policial, la subprefectura y el Banco de la Nación, perdiéndose valiosa documentación. En la crónica dice que días después del ataque terrorista, llegó de la selva un contingente de 40 policías al mando de un capitán del ejército y de inmediato inició las investigaciones del caso, capturó sospechosos y se dirigió a Huanchay, donde se supo habían acampado los sediciosos; los padres de uno de ellos confesaron lo que sabían, fue capturado el «camarada Rafico» y se recuperaron armas, municiones y medicinas escondidas en una cueva de las alturas.

CREACIÓN DE LA PROVINCIA MARAÑÓN
 
Cuenta el notable suceso que fue la visita proselitista que realizaron en 1911 los hermanos Juan y Augusto Durand y Fernández de Maldonado -candidatos al Congreso en las Elecciones Generales de 1912-, que ofrecieron gestionar la creación de la nueva provincia Marañón, con su capital Huacrachuco. Los ciudadanos huacrachuquinos votaron masivamente por el Ing. Juan Durand quien resultó electo como senador por Huánuco y ya en funciones, con el apoyo de su hermano Augusto, electo diputado por Lima, cumplió lo ofrecido en campaña. Poco después, el 21 de octubre de 1912, el presidente Guillermo Billinghurst promulgó la Ley 1595 mediante la cual se creó la Provincia de Marañón, con sus distritos Huacrachuco (capital), Pinra, Huacaybamba y Cholón.

Siguiendo el recuento de hechos históricos que hace el autor, no se puede dejar de resaltar la creación del distrito de San Buenaventura en 1955 y la separación de Huacaybamba en 1985, para convertirse en provincia; el movimiento juvenil comunista de 1963, encabezado por el estudiante Hugo Salinas González (hoy economista de primer nivel); y la creación en 1964 del Colegio Nacional Huayna Cápac, que permitió ir cerrando la brecha de la discriminación colonial y dar acceso a una educación digna a todos los alumnos de la provincia, sin distinción ni privilegios.

DANZAS EN FIESTAS RELIGIOSAS
 
En cuanto al folklore, es interesante conocer que la danza del Apu Inga, creada por los indígenas en recuerdo y homenaje a la visita que hiciera Túpac Inca Yupanqui a los pueblos de la región, fue la más vistosa representación en las primeras fiestas religiosas de Yamos y después en las celebraciones de Asay y otros lugares. Para contrarrestar la admiración indígena por el Imperio Incaico, los españoles crearon la danza de los Moros y Cristianos --representa el triunfo de España sobre los árabes, tras 700 años de dominación--, que se mantiene vigente desde finales del siglo XVII hasta hoy en la fiesta de Santa Rosa de Lima.
 
No lo menciona, pero es obvio que las danzas costumbristas tienen el sello del mestizaje cultural. Allí están las Cajapallas y Anacas, danza inspirada en las Pallas de Corongo, de origen incaico y cuyo vestuario fue enriquecido con elementos españoles; se representa en la festividad de la Virgen de las Mercedes, siendo admiradas por su elegancia y hermosura las jóvenes mujeres que bailan con el acompañamiento musical de los cajeros o chirocos.

Los huanquillas y las cajapallas
bailan en honor a la Virgen de las Mercedes
Otra expresión folklórica mestiza es la Huanquilla, danza guerrera en la que se satiriza el poder español. Melanio Rojas nos dice que doña María Vigo Escudero, ferviente devota de Nuestra Señora de las Mercedes, vio este baile ancashino y decidió presentarlo en la fiesta religiosa de setiembre, para ello mandó fabricar el bonito vestuario que incluye una corona de plumas, dos bandas de terciopelo con espejos y monedas de plata, y canilleras con cascabeles de bronce. Corría el año 1962.

El libro contiene sucesos de medular importancia, nombres, fechas y detalles, ofrece valiosa información que contribuye a tener una visión clara de la historia de Huacrachuco, razón por la cual constituye una obra de lectura obligatoria para los huacrachuquinos. No obstante, se advierte que, en el proceso de edición, el texto no ha sido bien corregido, motivo inicial para esperar una segunda edición corregida y aumentada, con un índice y un mejor orden de los temas, quizás hasta con mayor rigor científico; el profesor Melanio Rojas maneja las fuentes y tiene el talento para enriquecer más su obra.

Se da por descontado que ciertas partes del contenido van a generar profundos análisis y controversias, como pasa con todo texto de historia, pero desde ya hay que reconocer que «Huacrachuco, su historia y sus costumbres» es un gran aporte cultural que va a permitir a los huacrachuquinos no sólo aproximarse al conocimiento integral de su historia, sino también asumir su verdadera identidad, que es el resultado de la integración de varias culturas a la esencia de un riquísimo pasado milenario. Se trata de una obra que va al encuentro de las raíces y nutre con la savia del conocimiento la memoria de un pueblo que avanza a paso firme por la senda del progreso. 

Huacrachuco crece y se adapta a la modernidad. Toma desde el anexo Gochachilca



«Un primer libro de historia es como un camino principal que recorre el territorio del pasado, permitiéndonos conocer lugares, sucesos y huellas del paso del hombre; asimismo, nos señala ramales, otros caminos importantes, que es necesario seguir. Así es "Huacrachuco, su historia y sus costumbres"» (Florencio Goicochea Malqui, autor del artículo). 



jueves, 2 de abril de 2015


PONTO LAJA 

Cuento (*)

Hace siglos, había en el paraje conocido como Ponto (1) un pueblo floreciente. Sus hermosas casas, pertenecientes a prósperos hacendados de la región, se situaban al centro de una extensa y fértil pampa. 

Allí, todos poseían riquezas en oro y plata, tres veces al día sus sirvientes les preparaban verdaderos banquetes donde no faltaban los exquisitos quesos, choclos, panes, vino y chicha de jora, abundante carne y frutas. Convivían pacíficamente, pero en el fondo había entre ellos una rivalidad tácita y eran egoístas, sobre todo con los pobres que vivían en las zonas aledañas al poblado.

Cierta vez, aprovechando que en Ponto se había organizado una fiesta para celebrar la buena cosecha que habían tenido, el Señor de los Cielos bajó a la Tierra, para verificar en persona todo aquello que veía desde arriba.

Tomó la forma de un anciano de baja estatura, mestizo, de cabello cano e hirsuto, crecida barba; llevaba un deforme y viejo sombrerito con el borde roto, vestía ropas remendadas y andaba despacio, apoyándose en un bastón que no era sino un palo de chonta. Se veía muy pobre, pero en su rostro humilde se reflejaba la bondad y tenía en los ojos una extraña luminosidad.

Apareció por el camino grande, una mañana de sol radiante. Cuando de lejos divisó el pueblo de Ponto, el sexagenario decidió visitar primero a los pobres que habitaban en los alrededores. Ellos no tenían dinero y los pocos alimentos de la cosecha anual ya se les estaba terminando.

Se presentaba saludando amablemente y luego pedía que le obsequiaran algo de comer. Algunos que lo escuchaban sentían un poquito de pena por él, pero al no poder ayudarlo terminaban diciéndole que volviera a la hora de la merienda; no faltó alguien que, abrumado por sus propias carencias, escondiendo la mirada, lo escuchó sin oírlo; ninguno le dio ni siquiera una papita sancochada o un poquito de cancha, es que nada les sobraba. El Señor los comprendió, porque la pobreza los hacía racionar sus alimentos, guardarlos con mucho celo, y también sabía que se las ingeniaban para sobrevivir con lo poco que tenían.

Había caminado más de dos horas y tenía hambre como cualquier ser humano, pero en todos lados nadie pudo darle nada. Hasta que llegó a la casita de una mujer que vivía prácticamente en la miseria; su marido había muerto y sus dos pequeños hijos estaban desnutridos igual que ella.
--¡Allawchi!.¡Hamupay taytaku! (¡Pobrecito!¡Venga abuelito!), tantu calor quiasi, ¿di ónde pué estaraste veniendo?-- le dijo la humilde mujer apenas lo vio aparecer--.Paseste, discansaremo in sombrita.

Luego de tomar un sorbo del agua que un pequeñín le alcanzó en una tutuma, el anciano contó que venía de un pueblo de Ancash y quería ir a la selva a traer un poco de coca.

--¡Allawchi...!-- repitió --. Ojalá tuvira sopita, siquera maicito pa tostar pa su fiyambre desté, peru naíta mi queda, ayer barriu toíto y noy hallau ná. Ni plata tingo pa comprar in pueblo.

El lamento llegó como un grito lastimero a oídos del Señor, pero también como señal de una bondad espontánea y sin medida. Entonces comenzó a realizar su obra.

--Mireste tu hijita, cumo rasca su cabeza, tenerá liendres, espúlgala pué.

La madre obedeció y no tardó en desprender de los cabellos de la niña un gordo piojo que se dispuso a matar de inmediato.

--Avesh mamita-- la detuvo--, muéstramelo el piojo en tu palma, pa ver qué tanto grandi esh.

Ella lo hizo sonriendo y él tiernamente tomó su mano por debajo, diciéndole:

-- Ciérralo tu puño lintamente y manténgalo así, con firmiza.


A los pocos segundos, el puño se abrió por sí solo, entre los dedos brotaron relucientes monedas de oro y plata, eran tantas que muchas cayeron al piso. La mujer lloró de emoción y abrazando a sus pequeños se arrodilló ante el viejito milagroso.

--Cumuna dishtas monedas que vayen niños a cumprar comida-- sugirió.

--Simpre nos nigan, aura cum plata nusi harán rogar, vayen hijitos trayer papa, siquera chuclito, di pueblo. Peru no van contar di tayta luqui aymos visto-- ordenó la madre, dándole una ollita de barro al varoncito que no tenía más de nueve años.

Después el Señor expresó:

-- Dices que no tinesh granos, ¡irás tu terrao (terraza) y trayerás lu que encuentras, busca rincón pur rincón!.

Un tanto confundida, ella fue a buscar lo que estaba segura no tenía en los altos de la casa. Para su sorpresa, encontró algunos granos de varias especies y, con la alegría dibujada en su rostro humilde, se los llevó al buen anciano.

-- Vistesh cumsi había-- manifestó sonriendo. Sacó de su bolsillo una panquita y mandó a la madre nuevamente a la terraza--: Aura irás amarrar esti grano de maíz cumsu panquita in la soga ondi colgabas mazorcas. Y estus otros granitos vashte poner, uno, uno numás in cada dipósito. Cerrao puirta vas dijar, vintanitas ditrás tambín, y recín cuando me vaye labres, nu antes.

En instantes que la madre volvía a reunirse con el noble viejito, los niños llegaban a la vivienda muy tristes, casi llorando.

-- Toítos cocinao pa fiesta grandis ollas de moti, papas, sangu y sopa con tronchas di carni. Naides aceptau monera, naides nus queriu vender-- contó el varoncito.

-- Di ónde haberán robau ese plata nus luan dicho-- agregó la niña.

El Señor los atrajo hacia su pecho y como los viera derramar algunas lágrimas, se propuso alegrarlos:         

-- ¿Quererán comer carnicita cum papa, cum cancha?...Puentonci entrin cuarto y atrápinlo un cuycito.

-- Si no tenimu cuys-- se apuró en replicar el varoncito.

--Entrin niños, atrápinlo, yo loy visto, entrin ver sies verdá-- insistió alegremente el bienaventurado.

Y sucedió que apenas los hermanitos abrieron la puerta del cuarto, descubrieron decenas de cuyes que se desplazaban velozmente por el piso. Con asombro semejante vieron en un rincón varios costales llenos de papa y más allá unos enormes mates con maíz desgranado.

Observándolos contentos a la madre y sus criaturas, el todopoderoso consideró completa su obra y se despidió de ellos, recibiendo besos y caricias; las palabras no fueron necesarias en ese momento de dicha. Se marchó por el camino que conducía al pueblo de Ponto.

Al rato de haberlo perdido de vista, el varoncito de la casa exclamó jubiloso:

--¡Mamá, il terrao, il terrao, llino granos tá!.

La madre juntó sus manos por instinto y mirando al cielo recordó con cariño al anciano y su recomendación final: «Sen buenos y justos, haguen bien a utros y van compartir todo lo qui tinen, pa que nunca lis falte ná y sen felices».

--Así sirá taytay (padre mío). Así sirá Diosito, así sirá-- pronunció en voz baja, cerrando los ojos.

Los pequeños corrieron a abrazarla y juntos manifestaron con amor :

-- ¡Gracias Diosito! ¡Gracias taytay lindo!.    

El Señor los oyó complacido y vigorizó su avance. Resistiéndose a creer que el egoísmo reinaba en Ponto y deseando encontrar entre aquella gente rica a más de un hombre bondadoso, sencillo y justo, tomó la calle principal del pueblo. Los que transitaban lo miraban mal y algunos sólo de reojo; procuraban no acercársele, porque lo consideraban un pordiosero que no merecía la menor atención, sino sólo la indiferencia y desprecio por haber caído a esa condición.

A su paso los niños corrían asustados y las puertas que estaban abiertas se cerraban bruscamente. El Señor sintió una profunda pena, pero su amor por ellos lo impulsó a ir de casa en casa pidiendo algo de comer.

De casualidad halló semi abierto el portón de la casa del hacendado más rico. Adentro el ambiente era de fiesta: tomaban chicha, reían y hablaban de sus riquezas, mientras les servían la merienda, a las cinco de la tarde. Pero cuando vieron al pobre anciano se escandalizaron tanto, que la dueña se apresuró en ir a echarlo.

Molesta cerró la gran puerta y lo regañó:

--¡Qué quiéres!¡Acá no hay nada pa ti!¡Vete, vete, traes mala suerte!.

Tras escuchar esto, el todopoderoso se atrevió todavía a rogar:

--Si tinesh bastanti comida pa tu genti, siñora linda, demeste puquito a mí tambín.

--¡No, no! ¡Comida no tengo pa ti, prefiero dar a mis animales!¡Vete, vete, acá nada te vamos dar!--, le contestó agriamente.

Cabizbajo se dirigió a otra vivienda, a la vuelta de la esquina, en tanto la mujer de tez blanca, alegre volvió a abrir el portón, dándose con la tremenda sorpresa que adentro todos los comensales se habían convertido en puercos de distintos colores. Presa de la desesperación por verlos con el hocico en la suculenta comida, botó a todos los chanchos fuera de su casa, maldiciendo:

--¡Váyanse de acá, fuera, no los quiero aquí!.

Habiéndose quedado completamente sola, empezó a deambular profiriendo incoherencias y buscando agua sucia para «lavarse» las manos repetidas veces.

Ya ajeno al destino de la desdichada mujer, el Señor continuó pidiendo alimento. Nadie le hacía caso, unos le echaban los perros, todos le negaron el pan. Y tuvo que irse de Ponto sin haber conseguido de nadie ni una palabra de solidaridad, ni una señal de humanidad.

Se fue, cuesta arriba, por un zigzagueante camino. Al llegar a la colina más alta, afirmado en su bordón miró un instante el pueblo, triste volvió la cara y siguió alejándose con el paso cansino. Desapareció con la oscuridad de la noche.

Más tarde, nubes negras se juntaron en el cielo sobre Ponto y comenzó la mangada, acompañada de truenos y relámpagos; cayeron rayos que partieron varias casas y la tierra tembló horrorosamente. Un sonido ensordecedor precedió el final: miles de piedras, con espeso lodo, se precipitaron desde las alturas, sepultando por completo lo que alguna vez fue el pueblo de Ponto.

Milagrosamente, algunas precarias viviendas de los pobres se mantuvieron en pie. Menos de diez personas sobrevivieron al desastre y pudieron contar lo ocurrido a sus descendientes.


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(*) Recreación del relato proporcionado por la señora Gudelia Malqui López, natural de Gochachilca (Huacrachuco, Marañón, Huánuco). A ella le contó esta historia su madre Balvina López Herrera, quien a su vez la había aprendido de su prima Ángela Herrera Sifuentes, a quien se la transmitió su madre doña María Sifuentes-- una de las primeras pobladoras de Ponto, junto a su hermana Timotea --, a comienzos del siglo XX.

(1) Ponto es un barrio de la parte alta de Gochachilca, a 1.5 kilómetros de la ciudad de Huacrachuco (Marañón, Huánuco). La zona del desastre a la que se hace referencia en el cuento está en la cabecera del villorrio y al pie de Ponto Laja. Aún en los tiempos actuales, cada vez que llueve, caen piedras del cerro. Gran parte de Ponto está cubierto de piedras, el resto se aprovecha para la agricultura. 


lunes, 5 de enero de 2015

MARINERA NORTEÑA

Danza de cortejo y conquista

El cortejo cercano en pleno baile
La mirada los delata. Se gustan y en la fantasía están enamorados. Ella, de cautivadora belleza, grácil y acicalada, se contonea y retoza coquetamente con los pies desnudos, encendiendo la llama del romance. Y él, poseedor de un carisma cuasi magnético, galante, de buen porte, matemáticamente atrevido, conquistador de una sola dama, la sigue con su baile que es a la vez de acoso y seducción. El ‘chalán’ y la ‘campesina’ se atraen; ambos se muestran felices en ese juego de picardía y sensualidad, en esa danza de la conquista mutua que es la marinera norteña.

A diferencia de las variantes limeña, más señorial, y de la serrana, más lenta, la marinera norteña es dinámica, muy alegre y libre. Es el baile representativo de toda la costa norte del Perú, teniendo su base principal en la ciudad de Trujillo, donde todos los años, desde 1960, en la segunda semana del mes de enero se realiza el Concurso Nacional de Marinera. Hay mucho esfuerzo y preparación detrás de este certamen, ello se nota en la organización a cargo del Club Libertad de Trujillo, en el elegante vestuario que lucen las parejas concursantes y, sobre todo, en el estilo y refinado talento que despliegan en la pista de baile del tradicional Coliseo Gran Chimú.
 
ORIGEN DE LA MARINERA
 
Este baile que causa asombro por sus sugerentes pasos y refinado estilo tiene raíces africanas y españolas. Como «ritmo de contrapunto», la marinera guarda similitud con el antiquísimo fandango español, danza típica de Andalucía en el siglo XVIII.


Marinera, según Pancho Fierro.
Acuarela, siglo XIX.
Cuando el fandango llega al Caribe pasa a ser el baile tradicional de los zambos y negros, quienes lo enriquecen con sus movimientos sensuales y/o eróticos, propios de África. Poco a poco la danza andaluza fue expandiéndose por toda Sudamérica y recibiendo nuevos nombres. Fuentes documentales refieren que a principios del siglo XIX existía en el Perú una danza conocida como zambacueca o zamacueca, la misma que más tarde se conocería indiferentemente como mozamala, tondero, resbalosa, zajuriana y chilena.

Aquel ritmo de negros, zambos y mulatos de Perú y Chile --donde se conocía como cueca o zamacueca--, fue haciéndose popular entre los criollos hasta convertirse en la danza nacional peruana. El historiador Juan José vega cuenta que al principio las mujeres de alta sociedad la bailaban a escondidas, porque era criticada por su sensualidad.

Abelardo Gamarra, "El Tunante"

El nombre de ‘chilena’ se había popularizado tanto en el Perú que al estallar la Guerra del Pacífico (1879) se generó una corriente de opinión para designar el baile de otro modo. Fue el escritor liberteño Abelardo Gamarra Rondó, «El Tunante», quien propuso el nuevo nombre de ‘marinera’, porque en aquella época el mundo estaba asombrado por las proezas de nuestra Marina de Guerra y del monitor Huáscar.

Así sucumbió la ‘chilena’ y nació la ‘marinera’, que representa el acosamiento típico de los bailes andaluces, donde el varón va en pos de la mujer hasta conseguir seducirla, rendirla, casi besarla, conquistarla.

La marinera norteña ha evolucionado bastante. Se han definido y perfeccionado los pasos (zapateo, acompañamiento, media luna de rodilla, escapada), los estilos de baile, la música y la letra (dos estrofas más un remate).

Al principio los movimientos son lentos, los bailarines hacen pasos a tres tiempos, marchando en círculo o desplazándose de costado. Él la busca, ella parece esquivarlo. Giran formando la figura de un ocho, logrando los dos primeros contactos a manera de sincero acercamiento; luego realizan  el vigoroso contrapunto, marcado por las vueltas, contravueltas, aproximaciones y alejamientos, hasta llegar a los sensuales acompañamientos (cortejo cercano). Él zapatea con la punta y el talón, ella hace lo propio cogiéndose la pollera y moviendo las caderas. Al final, la bella dama toma una postura de rendición y entrega, en tácita aceptación de los requerimientos del varón, quien a la vez termina con una rodilla en el piso y en actitud reverente hacia ella.

Una de las marineras más conocidas es la creada por Luis Abelardo Takahashi Núñez, titulada «Sacachispas». Desde el comienzo la letra entusiasma al público: «La jarana va a empezar / al golpe de un buen cajón / salgan todos a bailar / y ajústense el pantalón...» Y el remate tiene un estribillo de ritmo cadencioso, dinámico y alegre:

¡Saca cholo chispas del suelo, sí!
agitando el pañuelo, no
saca cholo chispas del suelo, sí
agitando el pañuelo, no.

Marinera de mi tierra
que se baila hasta en el cielo...

La marinera en general tiene una gracia singular, un encanto mágico que alimenta el alma. Alegra, une y seduce por donde sus cultores la llevan. Y es peruanísima, señores.



viernes, 26 de diciembre de 2014

ACERCA DEL NOMBRE «HUANCHAY»

Cascada de Horcón.
El nombre «Huanchay» proviene de las voces quechua «hua» (parte superior, arriba) y «chay» (de chayay: llegar, arribar), enlazadas por el elemento «-n» (marcador de la tercera persona singular). De tal forma que «huanchay» significa literalmente «el que llega de la parte superior»; más adelante veremos que se alude a la llegada del agua, considerado en el mundo andino como un ser sagrado, con lo cual el significado esencial sería: «agua que llega de lo sagrado» o «llega el agua sagrada».

«Huanchay» pertenece a la misma familia léxica de las palabras «wachay» (parir, dar a luz, procrear, fructificar; también producir, multiplicar) y «hawanchay» (colocar una cosa diferente en la superficie de otra). Las tres derivan de la raíz «hua» y además tienen en común el sufijo de acción verbal «chay».

La partícula «hua» es particularmente muy importante, porque se trata de una raíz-madre de la cual han nacido innumerables palabras en todo el mundo. Su origen, por tanto, es antiquísimo; quizás «hua» haya sido la primera palabra pronunciada por el hombre de la prehistoria, tal como lo postula Alfonso Clauer [1] en «¡Guá!, el insospechado origen del lenguaje» (Lima, 2007); sus primeros significados bien pudieron ser «tierra», «lugar de origen», «lugar de nacimiento», «sitio», etc.
 
Para hallar el significado de «hua» más próximo a nosotros, es preciso analizar los primeros registros del idioma quechua realizados en la época colonial. Tomemos como guía la palabra «hawanchay», considerando previamente los términos «hawa», que significa 'de arriba, afuera', y «hawan», 'arriba, por arriba, encima' [2].
 
En Vocabulario de la lengua general de todo el Perú (1608), de Fray Diego González Holguín, el texto más profuso que se haya escrito acerca del quechua, encontramos: «hahua», sobre, encima; «hahuanpi», arriba de algo; «huaci hahua», encima de la casa; «huaci hahuan», el techo, lo más alto de la casa; y «Huacip huanpi», por encima de casa, o más arriba de casa, o más fuera de la casa.
 
Se deduce que «hahuanpi» y «huanpi» tienen parecido significado, con la diferencia que «huanpi» se refiere a lo que está más arriba, en la parte más alta. Si dividimos en partículas la palabra «huanpi» nos acercaremos al significado literal de «hua» : Hua-n-pi, «en su parte más alta» o «en su parte superior» [3], dado que «pi» equivale a «en» y el elemento «-n» en este caso actúa como sufijo posesivo.
 
Arte y vocabulario de la lengua quichua general de los indios del Perú (1754), de Fray Diego de Torres Rubio, corregido y aumentado por Juan de Figueredo, trae un nuevo significado para «hahuan»: altura. En dicho texto se advierte que «hahua» es una preposición equivalente a sobre y supra; la diferencia es explicada así: «supra, también significa sobre, pero no tocando la cosa inmediatamente, sino por lo alto; y entonces la preposición es hanac». Esto quiere decir que «hahua» y «hanac» ( o «hanan», arriba, alto, parte superior) aluden a lo que está «sobre o encima», pero en niveles distintos; por ejemplo, «hanacpacha»: cielo, lugar alto, el mundo de arriba.
 
Vemos que tanto «hanac» como «huanpi» hacen referencia al espacio o lugar más elevado, y que «hua» significa «parte superior». Sin embargo, estos significados son un tanto ambiguos; particularmente, la raíz «hua» o «wa», tiene un significado más profundo y trascendente.
 
Según la cosmovisión andina, hay dos planos de existencia:
 
a) Ka : La realidad material, visible, cognoscible. En este plano se sitúan el «ukhu pacha» (mundo de adentro), el «kay pacha» (mundo de aquí) y el «hanac pacha» (mundo de arriba).

b) Wa: La realidad inmaterial, invisible, intangible, incognoscible. En este plano está el «hawa pacha» (mundo de afuera), el universo que está más allá de nuestros sentidos [4], el espacio-tiempo de lo sagrado, lo esencial, lo trascendente.

Todo lo que existe en la realidad que conocemos se origina en el plano Wa y hacia él retorna todo en forma cíclica. En la filosofía andina los ciclos de vida son continuos y complementarios, la muerte es un tránsito de reintegración del ser a la energía cósmica de Wa ( fuente de vida y sabiduría), donde luego de un tiempo recibirá otro impulso vital para comenzar un nuevo ciclo de existencia en Ka.
 
Entonces, considerando que la raiz «hua» o «wa» hace referencia a lo sagrado, podemos descubrir el principal significado de «wa-chay» (parir). Esta palabra que resulta de la unión de «wa» (lo sagrado) y «chay» (llegar) significa: «llegada de Wa» [5]. El nacimiento de un nuevo ser se puede interpretar como «la llegada de lo sagrado», porque el neonato trae la esencia vital del plano sagrado. 
 
Río Gallán, que baja desde los 3,950 msnm
«Hua-n-chay» tiene un significado parecido. La presencia de la partícula «-n», marcador de la tercera persona singular, determina la leve variación respecto a «wachay», siendo el significado esencial de «Huanchay»: «el que llega de lo sagrado», «el que llega de Wa» o, simplemente, «llega de Wa». ¿Y quién llega de Wa?. Justamente el que nace, un ser que viene cargado de la esencia de Wa o, lo que es lo mismo, un ser sagrado.
 
Y este ser al que se alude no es otro que el agua. Porque el agua en el mundo andino es un ser vivo [6] y sagrado; su presencia es cíclica y permanente; fecunda la tierra para generar vida; en los lagos, lagunas, ríos y en el mar propicia la vida y la reproducción de los peces; se utiliza para el riego, el baño (efecto purificador), la preparación de los alimentos, etc; es esencial para el desarrollo de la vida en el planeta. Llega de arriba (en forma de lluvia o cascada), nace en la laguna (río) o brota del subsuelo (ojo de agua, manantial), cubre de vida la tierra y los océanos, trasciende y vuelve a aparecer pura y cristalina.

Como símbolo de vida, fertilidad, productividad, purificación, alegría y bienestar, el agua tuvo gran importancia para nuestros ancestros; era considerado un ser divino y se le rendía culto. En el Tawantinsuyo, en el mes de octubre, se celebraba el Oma Raymi (Fiesta del Agua); el cronista Guaman Poma perennizó el rito en el Calendario Inca designándolo Oma Raymi Quilla (mes de la fiesta de orígenes). Para minimizar o contrarrestar el masivo culto al agua, los españoles impusieron en fecha adelantada, el 8 de setiembre, la fiesta en honor a la Virgen de la Natividad.

EL AGUA : SER SAGRADO

La palabra «huanchay» está muy relacionada con el agua. El rastreo de este vínculo nos lleva hasta los mitos de creación y leyendas del Antiguo Perú, donde resulta evidente la importancia del agua como elemento sagrado de origen -- una leyenda nos dice que Manco Cápac y Mama Ocllo salieron del lago Titicaca; Nailamp, el fundador del reino Sicán, vino del mar--, vida y fecundidad; en lo que nos atañe, comenzaremos viendo el parecido estructural que existe entre «Huanchay» y los antiquísimos términos «huachac» y «huachaj», de la misma familia léxica del actual «wachay» (parir), para comprender y relacionar los significados.

En el mito de Urpay Huachac se cuenta el origen de los peces en el mar. Cuniraya, dios del campo --frustrado por no haber alcanzado a Cauillaca y su hijo, que se internaron en el mar transformándose en las actuales islas de San Pedro (Lurín, Lima)--, violó a una hija de Pachacamac y al intentar hacer lo mismo con la segunda ésta se transformó en paloma y voló, razón por la cual a su madre se le llamó Urpay Huachac (la que pare palomas). Más encolerizado al saber que Urpay Huachac estaba ausente porque había ido a visitar a Cauillaca, arrojó al océano los peces que criaba ella en un estanque; por aquella época no había peces en el mar. Desde entonces Urpay Huachac fue considerada diosa del mar y de los humedales, madre de los peces y de las aves marinas [7], siendo venerada principalmente por los pescadores.

Se cree que «huanchay» en realidad deriva de «huachaj», término de raigambre protoquechua, que significa: pantano, ojo de agua, lugar que siempre permanece húmedo.

Tal significado aparece en el vocabulario adjunto al relato de «La Laguna de Quingray Quero» [8], leyenda recogida por Juan L. Rocha en la región del Chinchaysuyo y publicada el año 1944 en la Revista del Museo Nacional. Allí la sinonimia entre «huachaj» y «pantano» (o «humedal») es muy clara: «junto al cerro de Quingray Quero, existe una enorme piedra de superficie plana y de color gris negro que está rodeado por un huachaj y totoras [...] en ese mismo sitio, hubo (antaño) una laguna muy grande y profunda que rodeaba a la piedra [...] En la profundidad de sus aguas, aseguran, habitaba un puma de oro, de tamaño extraordinario, que era ‘Illa’ (animal sagrado) de la región y ‘madre’ de la laguna».
 
En «Geomorfonimia Argentina»(Universidad Nacional de Tucumán, 1959), Alberto Vúletin señala: «Marjal es pantano en español y se dice en mapuche ñadi; en quichua huachaj, chúra y cúra». De modo similar, en «Quechuismos en algunas regiones de Colombia» (1980), Eduardo Unda Lozada registra: «Huacha. Pantano, ojo de agua, lugar que siempre permanece húmedo. Viene del quechua huachaj con el significado anterior».
 
Vocablos de cercano parentesco semántico con «huachaj» son «huachaque», «huanchaque» o «wachaque», usados de manera indistinta para referirse a: chacra hundida que se obtiene excavando el terreno hasta alcanzar el manto freático o agua subterránea; puquio, agua que brota del subsuelo; pantano, humedal; pozo, estanque, reservorio.

Wachaque es una palabra en lengua Cauqui --dialecto casi extinto del idioma Jaqaru, hermana del idioma Aymara--, que significa: «donde gotea el agua» [9]. De allí su uso para llamar así a un estanque o reservorio.

Un antiguo registro histórico nos indica que existió un vocablo similar en el Quingnam -- idioma del reino Chimú, que fue desplazado por el quechua del Chinchaysuyo--. En una carta, fechada el 5 de agosto de 1535, Francisco Pizarro le cuenta a Martín de Estete acerca del descubrimiento de la ciudadela de Chan Chan en 1534 y menciona entre otros términos quingnam el topónimo «guachaque» ( o huachaque), refiriéndose a la poza donde crece la totora [10]. Según el antropólogo Víctor Antonio Rodríguez Suy Suy, estudioso de la cultura Mochica --predecesora de Chimú--, el término original quingnam es «guachák», con el mismo significado.

Los chimús desarrollaron la técnica agrícola de chacras hundidas, wachaques, para sembrar principalmente la totora, usada en la fabricación de balsas conocidas como «caballitos de totora», el vehículo por excelencia de los pescadores en la antigüedad. Además, los chimús hicieron wachaques para almacenar agua pura, que eran reservorios considerados lugares sagrados; según el arqueólogo y antropólogo Francisco E. Iriarte Brenner: «En Chan Chan se denomina huachaque a los pozos que, casi alrededor de cien, sirvieron para obtener agua del subsuelo para el servicio doméstico de la población. También se les llama así a las lagunas y las zonas bajas y húmedas que están al sur de Chan Chan cerca al mar» [11]. 

Del análisis estructural de «huachac», «huachaque» y términos similares, vemos que la constante más sonora es la terminación que, sin duda, podemos asociar con la voz «ch’aq», sonido producido por la caída de gotas de agua en una caja sonora. Muchas palabras del quechua están compuestas de voces que reproducen los sonidos de la naturaleza; el más claro ejemplo para nuestro estudio es «phaqcha» (chorro, cascada de agua), que recoge «ch’aq» y el sonido «phaq», ruido del agua que cae sobre una superficie sólida.
 
Laguna huanchaysina donde nace uno de sus ríos.
Ya en el Lexicon, o Vocabulario de la lengua general de todo el Perú (1560), Fray Domingo de Santo Tomás había registrado «Paccha», con sus significados «fuente de agua, que sale de alto»; y «chorro de agua». En opinión del investigador Gregorio Paucar Salvador: «La cascada o salto grande de agua (en español catarata) adquiere el nombre de paqcha, porque el caer del agua produce sonidos como paq chaq, paq chaq» [12].

Por lo señalado en los párrafos que anteceden, podemos concluir que «huanchay» deriva tanto de «huachac», «huachaj» y «guachaque», palabras cuyo origen se remonta a la época precolombina y que hacen referencia en simultáneo a la madre uterina, al agua y al lugar donde se reproduce la vida. Inclusive, la Academia Mayor de la Lengua Quechua, registra un término bastante cercano, «wanchaq», señalando que para algunos investigadores este término viene de «wachaq: la que pare o procrea» [13].
 
Vía esta segunda corriente teórica, el significado del topónimo «huanchay» sería «lugar de donde viene el agua»; esto considerando que deriva de «huachac», palabra compuesta de «hua» (parte superior, lo sagrado o lugar sagrado) y «chaq» (sonido del agua, o simbólica y simplemente agua). Por aproximación significaría también «donde nace el agua».

LA FIESTA DEL HUANCHACO

Lo cierto es que todas las rutas de investigación del nombre «huanchay» conducen a relacionarla con el agua: fuente de vida y ser sagrado. Otro dato que contribuye a reforzar precisamente ello es que en Cajamarca, actualmente, cada 8 de setiembre se celebra la Fiesta del Huanchaco ( o del Huanchac) denominándola ya como la Fiesta del Agua.  

El folklorista cajamarquino Juan Jave Huangal afirma al respecto: . «Es una fiesta precolombina. Los Caxamarcas adoraban al agua. Por ello, Huanchaco viene de huachak que significa puquio o manantial. En Baños del Inca se realizaban las ceremonias donde se rendía culto al agua y cuando entraron los Incas le pusieron Umac Raymi, que está incluido en su calendario festivo. Iniciar en setiembre tiene un significado especial, ya que es el mes donde inician las lluvias. Los campesinos a través de su danza se acercan a su Wiracocha» [14].

Investigaciones arqueológicas realizadas en 1979 por el Instituto Nacional de Cultura - Cajamarca, con la conducción de Roger Ravines, y otras posteriores en el 2001, se pudo conocer que en el Complejo de Baños del Inca hubo canales, estanques y construcciones para rendir culto al agua, restos de la Cultura Cajamarca [15]. El historiador cajamarquino Julio Sarmiento Gutiérrez sostiene: «el agua fue y es abundante en esta zona y podemos observar algunos de estos huachac, huachaques, manantiales o puquios como el de santa Rosa, en los predios del estadio [...] existían muchos de éstos en épocas anteriores y a la llegada de los hispanos» [16].

Como ya se ha indicado en la primera parte, los españoles hicieron lo posible por acabar con el culto al agua, pero no lo lograron. Actualmente la celebración es mixta. Antes de la fiesta los campesinos limpian las acequias y canales de riego, días después van a la ciudad para disfrutar de las danzas (los incaicos, los chunchos y las pallas) y asistir a la misa solemne en honor a la Santísima Virgen de la Natividad, a quien le piden lluvia suficiente para tener buenas cosechas. Como el agua, la Virgen de la Natividad representa el origen, el nacimiento y la fecundidad.
 

Centro Poblado de Huanchay, en el distrito de Huacrachuco (Marañón, Huánuco)

Catedral de piedra de Campana Machay, atractivo turístico de Huanchay.

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[1] «en algún momento la voz /ua/ empezó a tener las aproximadamente equivalentes e importantes connotaciones de «tierra», «lugar de nacimiento», «territorio», «espacio en el que se vive», etc. Pero muy probablemente también, y quizá bastante más tarde, cuando cada patria tuvo nombre propio, /ua/ habría pasado entonces a ser un simple sustantivo con el que genéricamente se denotaba «lugar», «sitio», «espacio». Cualquier lugar, cualquier sitio, cualquier espacio». Klauer, A.: (2007) ¡Gua!, el insospechado origen del lenguaje, Edición electrónica gratuita. Texto completo en www.eumed.net/libros/2007b
[2] Diccionario quechua: Cuzco-Collao, Antonio Cusihuaman G., Ministerio de Educación/ Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 1976.
[3] Hua. ‘parte superior’, ‘arriba’. Cf. Gonzales Holguin, p. 144: «Hahua. Sobre, o tras de, o después de» y «Hahua. Sobre y encima» (p.145). También Lira (p.234) trae: Háwa. ‘sobre’, ‘encima’, ‘encima de’, ‘tras’, ‘después de’ / Huan. «Ver huanpi Frase: Huaci huanpi, más arriba de casa, etc.» MG (L, 130) / Huanpi. «Por encima de, más arriba de» (L,132). Podría analizarse así: hua-n-pi ‘en su parte superior’ (Cuadernos del Instituto de Investigaciones Folklóricas, Volúmenes 3-4, pp. 210 y 211, Argentina, 1962).
[4] «El Hawa Pacha es el primer mundo; aquel gran Océano del Cosmos donde vibran los tiempos y los grandes sistemas galácticos que no se ven, pero existen. Es el universo invisible que ocupa un espacio y un tiempo diferentes. Está más allá de nuestros sentidos y existe, aunque los ojos humanos no sean capaces de percibirlo» (Federico García y Pilar Roca, Pachakuteq: una aproximación a la cosmovisión andina, Lima, Lumbrera Editores, 2004, p. 27) https://es.scribd.com/doc/87409455/Pahakuteq-Ninanturmanya-La-raiz-sagrada-WA-y-los-ciclos-cósmicos
[5] Ibid
[6] «el agua es un ser vivificante y fecundante. Sin agua no hay vida [...] Así, para las culturas andinas, el riego es una recreación del agua, una modalidad en que el agua es criada. En la cosmovisión campesina andina el agua es un ser vivo, es una persona que habita el paisaje o el pacha. Está por tanto ligada a la ritualidad y a las creencias». (Aguas y acequias: los derechos al agua y la gestión campesina de riego en los Andes bolivianos, Gerben Gerbrandy - Paul Hoogendam, Plural editores, Bolivia, 1998).
[7] María Rostworowski, Pachacamac y el Señor de los Milagros: una trayectoria milenaria, Segunda edición, IEP, 2002. -- Pachacamac, Obras completas de María Rostworowski, Volumen II, IEP, 2002.
[8] Revista del Museo Naciional, tomo XIII, Lima, 1944, pp. 89-92
[9] Perú en cifras, 1944-1945 Darío Sainte Marie. Empresa gráfica Scheuch S.A., 1945, p. 16.
[10] Portal de Chiquitoy, p. 8. http://chiquitoy.net/index.php?option=com_content&view
[11] Actas y trabajos, VI Congreso Peruano: Hombre y Cultura Andina, UIGV-Facultad de Ciencias Sociales, 1985, p.152.
[12] Artículo: El Kichwa: ¿Origen motivado o convencional?, Lic. Gregorio Paucar Salvador, diario Hoy-Huánuco, 28 Feb. de 2014, p.7. http://issuu.com/hoyperu/docs/hoy_viernes_28_de_febrero_2014
[13] Diccionario Simi Taqe, Quechua-Español-Quechua, Academia Mayor de la Lengua Quechua, Gobierno Regional Cusco, 2005
[14] Entrevista del 12 Set. 2013 - http://www.panoramacajamarquino.com/noticia/los-chunchos-de-cajamarca-ofrenda-mágico
[15] Artículo: ¿La Fiesta del Huanchaco, Huachac o huachaques?, Julio Sarmiento Gutiérrez, Panorama Cajamarquino, 8,9 Set. de 2012, p.6 http://www.panoramacajamarquino.com/noticia/la-fiesta-del-huanchaco-huachac-o-hu...
[16] Ibid    

*Fotos: Cortesía de Huacrachuco Huanchay, Facebook.